Acaba de comenzar el mes y ya se nota la cuesta. Desde el punto de vista taurino, no es una cuesta cualquiera. Pensemos que en su mismo inicio, estamos en la feria de la Magdalena en Castellón. Un lugar amable, como para abrir boca. Los toreros y los ganaderos no sienten mucha presión por sus resultados, pero empieza a ser una plaza de capital de provincia y tampoco lo pueden tomar a broma. Lo que allí pase, llega a todas partes y por lo que ya sabemos, además del frío meteorológico, lo sucedido en el ruedo no resulta muy diferente de lo sucedido a lo largo de la temporada pasada. Es decir, muy poquito.
Hay platos más fuertes. La feria de Fallas en Valencia, plaza de primera, -así está catalogada- acoge a la torería en pleno, al menos los de las ferias, y suele tener más repercusión. Cuentan con público amable y autoridades complacientes en general, pero los medios ayudan a difundir cuanto allí sucede y, naturalmente, ahí ya aparecen manos que escriben con una exigencia mayor. Recordemos que es plaza de primera y que ello debería obligar, incluso a la crítica, a elevar el grado de exigencia para que sea concordante la categoría de la plaza con la exigencia de la misma. Así debería de ser.
Al tiempo, abrirá sus puertas Las Ventas y eso ya son palabras mayores. Con sumo interés estamos todos pendientes de la programación efectuada, que desde esta misma tribuna ya tuvimos ocasión de valorar, y no es para menos. Debuta un nuevo empresario. Nuevo en Las Ventas y viejo conocido de los aficionados a lo largo y ancho de la geografía española. Ilusión que no falte, pero serán los hechos los que determinen con qué nos encontramos. Dos novilladas bien rematadas serán el aperitivo.
Luego, siguiendo con Las Ventas, dos festejos mayores, en dos domingos señalados, Ramos y Resurrección, donde habrá que aplicar la regla de estar en la primera plaza del mundo; allá donde la exigencia tiene que ser mayor. Pero que nadie se equivoque y nos vengan con las pamplinas de siempre. Si no es en esta plaza donde la exigencia adquiere un grado mayor, ¿en dónde se ha de ejercer?. Habrá que aceptar, de una vez, que es la plaza por antonomasia y que en ella se han de cincelar los mejores cuadros de la pintura taurina. Pero utilizando la metáfora, ¿alguien ha visto algún cuadro donde el pintor se haya entretenido, al plasmar un momento del toreo, en pintar un toro por los suelos o sin pitones?. A que no. Pues eso.
Existe expectación por la corrida concurso de sangre santacolomeña y esa expectación, deseamos por el bien de la Fiesta, no se vea defraudada. Aquí, la empresa originalmente ha dado en el clavo; ahora hace falta que ganaderos y toreros hagan realidad el sueño del toreo en plenitud. Sangre brava y casta torera es lo que esperan los buenos aficionados. Esto ya sí es una cuesta de verdad.
También Sevilla abrirá sus puertas. También es una referencia mayor. Una plaza que sin dejar de ser como es, debe de oponerse a que allí, por una mal entendida concepción del toro, les den gato por liebre. El marco de su plaza, lo entendida de su afición, la historia de su plaza, los toreros que la hicieron grande, así como los que en esa tierra nacieron, merecen que el listón se eleve hasta el nivel que corresponde a la categoría de su plaza. Una cuesta para los toreros que nadie debería de suavizar y mucho menos artificialmente. Si hay toro, todo cuanto hagan será avalado por la importancia sevillana; de lo contrario, será un sitio amable donde acentuando una permisividad, se da rienda a ciertas ventajas a los toreros.
Esa es la cuesta que hay que ir subiendo. La de Marzo, que no es ni decisiva ni muy pronunciada, pero que castigará, al tiempo que prepara, las piernas para cuando lleguen los puertos de verdadero nivel. Esos puertos se asomarán después, cuando se pase la cuesta.
