Faltan nombres en el sorteo. Faltan los nombres de los de siempre, los que faltan siempre cuando hay que dar el paso adelante. Faltan los nombres de aquellos que nunca faltan en las grandes ferias, de aquellos que se llenan la boca hablando de su compromiso para con la tauromaquia, pero nunca para con el toro. O al menos no para con el toro que gusta al aficionado. Por el amor de Dios, figuras del toreo, un gesto por el toro bravo, por favor se lo pedimos. Un gesto para demostrar que es verdad eso que dicen de su compromiso con el toreo y que éste va más allá de lo que tenga que ver con sus cuentas corrientes. Un gesto para demostrar que aceptan y apoyan la democratización del campo bravo, esa en la que todos los hierros, de todos los encastes, tengan las mismas posibilidades de saltar al ruedo. Un gesto, un simple gesto. Cuando lo hagan, no nos importará el éxito o el fracaso, incluso si sale a la luz alguna que otra carencia, no la criticaremos; valoraremos, sobre todo, el gesto por el toro. Así, a primera vista, no se observa tan complicado. Seguro que hay corridas suficientes en el campo para que las seleccionen, seguro que con su capacidad para la tauromaquia superan con creces el listón, pasan el fielato. Quizás no le corten las orejas al toro en cuestión, aunque estamos seguros de que lo harán; quizás no salgan anunciados en los medios taurinos, y no taurinos por el éxito esperado pero a buen seguro que lo harán simplemente por la decisión tomada. Sería toda una noticia. ¿Es tan difícil?

Es de suponer que la lista de los que se apuntan al bombo va a crecer. Si haces cábalas, mala suerte tienes que tener para que te toque la de Adolfo. Y tampoco es que las cosas se pongan cuesta arriba si te toca la de Fuente Ymbro. Las demás, hierros ad hoc. Pero quizás la cuestión esté no tanto en toro que te toque, en la suerte, sino en la posibilidad de romper el estatus quo establecido. Eso a muchos les quita el sueño y les amarga las comidas. Son una aristocracia que no puede ni comprender ni aceptar que los tiempos están cambiando, que en una sociedad igualitaria no debe haber tratos de favor y menos destinados a aquellos que, supuestamente, son más capaces. El antiguo régimen se enfrenta al siglo de las luces y se posiciona en el inmovilismo. ¿Podremos esperar más cambios?