A Morante se le desea la desgracia. Que le llegue por cualquier canal pero que le llegue. Le desean que quede tuerto como Padilla, le desean la muerte. Pero no una muerte cualquiera, no. Le desean ‘tiro y cuneta’ que viene a ser algo así como una vuelta al treinta y seis. Es decir, la secuencia debería haber sido escrita de la siguiente manera para que expresara todo lo que quiere expresar: ‘Paseo, tiro y cuneta’ y luego ya vendrá la Memoria histórica a poner luz en los acontecimientos. Es curioso que los mismos que reclaman ese final para el torero se entretengan también llamándole nazi. Como si desearle a alguien un tiro y la cuneta como sepulcro fuera un acto más humanitario que los de los nazis. ¿Alguien puede explicarnos por qué en este país hay tanto gilipollas? Si es porque la gilipollez va unida la hijoputismo, entonces no hay nada que explicar. Como todos sabemos, hijoputas hay más que ventanas.
Es necesario empezar a plantear una realidad: los aficionados taurinos corremos cierto peligro solo por serlo. Se nos amenaza; somos diana de los discursos del odio; en algunas ocasiones incluso se ha atentado contra gente significada del colectivo, y también contra anónimos. Pero las respuestas de la justicia ante esos hechos, aunque existentes, son mínimas. Pese a que muy de vez en cuando podamos leer en los periódicos alguna condena hacia los más exaltados, la gran mayoría de las ofensas quedan impunes. En el caso de las pintadas en la puerta de la finca de Morante, esas en las que le desean lo peor, ya se lo haga un toro, ya se lo hagan los propios activistas que se dicen dispuestos a pegarle un tiro, pasan por ser anónimas y por tanto no es posible procesar a nadie por ello. Sin embargo, detrás de esas pintadas hay colectivos, asociaciones, partidos políticos y, en definitiva, órganos que mantienen el discurso del odio. Sabemos que son organizaciones internacionales ¿son intocables? Cualquiera diría que tienen aforamiento. ¿Se puede permitir que miembros de esas asociaciones sigan incitando al odio, practiquen su discurso, amenacen de muerte y que las propias asociaciones se llamen andanas en lugar de evitarlo?
En alguna ocasión he tenido la oportunidad de preguntarle a algún político antitaurino confeso, en foro público, qué pasa con las amenazas, con los deseos de muerte que se vierten hacia nosotros, con todo ese fascismo que pone en marcha el animalismo y que es ilegal. No se responsabilizan. Aluden que no es cosa de ellos, que ellos, como políticos que son, están radicalmente en contra de este tipo de actos. ¿Qué hacen para evitarlos? No podemos controlar las emociones de la gente, pero condenamos esos hechos, terminan diciendo. No pueden controlar las emociones pero ponen encima de la mesa todo lo necesario para generarlas. Todavía no se ha visto el día en que sean ellos mismos quienes salgan a condenar tras una acción de este tipo ¿Han visto ustedes a alguno de estos políticos antitaurinos hacerlo tras las pintadas en casa de un torero, tras el deseo de muerte a un niño enfermo, tras la alegría mostrada tras la muerte de un torero?
En España hay ya antecedentes sobre los discursos del odio, generados por las ideologías. Y se ha actuado judicialmente contra ellos. En las amenazas animalistas hay también ideologías y odio generado por esas ideologías. Y cada día ese odio es más visible.