Los jueces que se convierten en empleados de la empresa sin ejercer su autoridad, están apuntillando la fiesta.
La autoridad va desapareciendo paulatinamente de las plazas de toros.
Las diversas ganaderías
Existe el juez de plaza, aunque en muchos casos sólo como figura decorativa, porque no tienen ninguna autoridad, sólo sirven para sacar los pañuelos, generalmente, por órdenes de la empresa. Lo graves es sucede en diversas cosos del país.
La plaza México a pesar que está ubicada en la capital del país y por ser la más importante, no se salva de ese mal que perjudica a la fiesta de los toros.
La empresa manda, dispone lo que hay que hacer. Los jueces aceptan el papel de comparsas.
En su época, Rafael Herrerías como empresario de la plaza México peleó por la autorregulación de la fiesta, no quería reglamento, él quería ser la ley. La dichosa autorregulación prácticamente la tuvo, la tiene la empresa actual y la fiesta no mejora, al contrario, empeora.
Cada son vez son más evidentes los abusos, sobre todo en los excesos de premios y que permite lidiar el toro con poca presencia.
La Delegación Benito Juárez de la ciudad de México tiene la obligación de defender los intereses del público. No lo hace. Quizá la persona encargada de la delegación, desconoce las irregularidades que suceden en el coso de la colonia Noche Buena.
Es evidente que el señor Juan García Lastra, Presidente de la Comisión Taurina de la capital del país, no se interesa en resolver las irregularidades, únicamente es un espectador. El funcionario se ha convertido en un lastre para que la fiesta recobre su categoría.
La prueba que en la plaza México se hace lo que la empresa dice es que los encierros lidiados esta temporada (y la pasada), es que los encierros carecen de trapío, de presencia, son animales anovillados que no causan emoción en los aficionados; como si el objetivo fuera bajarle una rayita al trapío del toro para que a partir de ahora, así sea el toro en La México. Nadie quiere búfalos, sólo que tengan trapío.
Si hubiera jueces con autoridad no se lidiarían esos toritos, pero como la autoridad es la empresa hacen lo que les viene en gana.
La gente asistió con buena voluntad
El colmo fue en la llamada corrida guadalupana. No se midieron.
El día más grande: el de la Virgen de Guadalupe, en la plaza más grande: La México, el petardo más grande.
La empresa de Alberto Bailleres y Javier Sordo, quienes también son ganaderos, decidió mandar toritos indignos de la setentona y de la fecha tan significativa. Por principio, nunca tuvieron la atención de anunciar la procedencia del ganado, ni mostrarles a su clientela la mercancía, aun así, la gente asistió al coso, llenó el tendido numerado.
La Comisión Taurina no presiona a la empresa, no la obliga a anunciar las ganaderías que se van a torear, tampoco le exige que permitan a los aficionados observar el ganado que se va a lidiar. Los aficionados tienen ese derecho.
¿Por qué carecen de trapío los toros que salen al ruedo en el coso monumental? ¿Se lo ha preguntado usted?
La respuesta es simple: así lo determina la autoridad.
Solamente que la autoridad en la plaza México no son los jueces de plaza, es la propia empresa quien da el visto bueno a los animales que ahí se torean.
Si tienen la edad reglamentaria, si se lidian con las cornamentas íntegras, nadie lo sabe. Lo único claro es que no existe un laboratorio para realizar exámenes postmórtem en la plaza más importante del continente americano. Si el veterinario nombrado por la delegación realiza el análisis dental para determinar la edad, tampoco es del conocimiento del público. Absolutamente nadie le obliga a la empresa a cumplir con el reglamento.
Sin exigencia de la autoridad y con el afán de disminuir la tauromaquia, suceden hechos como los del pasado 12 de diciembre, que la gente se sintió maltratada ante el desfile de toritos.
Qué pena. El día más grande, en la plaza más grande: el petardo más grande.
Fotos: Jaime Oaxaca.