Días pasados TVE nos mostró un reportaje de campo en la que sus protagonistas eran dos diestros de distintas épocas, pero muy entrelazados ambos. Eran, claro, tío y sobrino, sin duda alguna, los Puerto, pero ambos en plena capacidad de obrar como diría el Evangelio, razón por la que nos mostraron su torería añeja; uno estando retirado y el otro en activo para nuestra suerte. Siempre será una suerte poder ver, aunque sea en el campo a toreros de este arte singular.
Yo soy coetáneo en el tiempo de Antonio Sánchez Puerto y, a su vez, me cupo la fortuna de presenciar muchísimos de los triunfos que ha logrado en su vida Víctor Puerto, un diestro que para su fortuna, está calcado en modos y formas en la personalidad de su tío, el venerado Antonio Sánchez Puerto.
Los Puerto junto a la ganadera
Juro que me emocionaron ambos diestros en su tienta campera puesto que, como se presagia, el toreo, el bueno, sigue siendo eterno. Tengo la sensación de que para Antonio Sánchez Puerto no han pasado los años; lo dice su torería, su figura, su forma de andar a los toros, su concepto añejo de esa torería eterna que, en sus manos y sentidos reverdece como si no hubieran pasado los años. Y respecto a Víctor Puerto, el paso de los años le ha adornado con ese poso de arte y naturalidad con el que ahora discurre su carrera para deleite de los aficionados que, le verán muchos o pocos, no importa, pero qué ricos son los que se deleitan con su torería.
Sombrero de ala ancha y muleta blanca, sinónimos de arte
De que Sánchez Puerto es un artista de la década de los ochenta, eso lo saben hasta los niños chicos; la prueba es que pasados más de cuarenta años desde que tomara la alternativa, tantos años después, sigue siendo un referente, un torero de culto para las generaciones de aficionados actuales puesto que, los de mi edad, como a mí me sucede, son los que se encargan de mostrarle al mundo que, en aquellos años hubo un torero que, sin ser figura de nada si se permitió el lujo de ser artista, casi un pecado mortal de su parte puesto que, la cruel sociedad en que vivimos solo permite que existan artistas ricos porque, en su ignorancia, asimilan el dinero al arte y, el error es monumental. Van Gogh murió en la ruina y desde hace muchísimos años, sus lienzos valen millones de euros; El Gallo murió con la caridad a cuestas, la que le regalaba Belmonte además de otros correligionarios amigos. Y la lista podría ser larga al respecto.
Nada que ver el dinero con el arte o viceversa. He conocido a muchos toreros ricos que, tres minutos después de retirarse no les evocan ni en su propia casa. Hablemos del arte, pues. No cabe otra opción. Por ello, el día que Carlos Ruíz Villasuso, uno de los grandes periodistas taurinos que tenemos en la actualidad, hombre cultísimo y cabal se decidió por el reportaje aludido, en aquel instante, pensando en Sánchez Puerto y su sobrino, le estaba rindiendo culto al arte.
Víctor Puerto bebió en la fuente inagotable del arte de su tío
Disfruto cada vez que veo torear a Víctor Puerto, pero se me abre el corazón cuando evoco la figura de Sánchez Puerto con el que he vivido en mi juventud con mi alma de aficionado. Y digo que gozo porque para Sánchez Puerto, como decía, no han pasado los años; lleva tiempo sin torear una corrida de toros pero, sus incursiones en el campo muleta en mano le hacen acreedor al más grande de los respetos por parte mía y, sin duda, por cualquier aficionado cabal.
Como quiera que, en la jornada aludida de campo ambos diestros querían diferenciarse del estereotipo, en tal ocasión utilizaron una muleta blanca para mostrar, como su color nos lo dice, la pureza de su toreo, marcada y acentuada por ese trapo blanco en señal de la más noble pureza, la que emana en las manos y sentidos de ambos diestros.
Dice uno de nuestros sabios refranes: ALGO TENDRÁ EL AGUA CUANDO LA BENDICEN. Y es cierto. ¿Qué tienen estos toreros que, sin ser pasto de la multitud, un buen día salen por TV en un programa taurino, donde deben de salir los toreros y acaban con todos? Esa la grandeza, la magia del arte que éste no pregunta si el que es portador de dicho emblema es rico o pobre. Las pruebas, una vez más, nos demuestran que el arte sigue siendo posible sin preguntar en qué manos y, las que TVE nos mostró, las de los Puerto, son el sinónimo de todo lo que digo, en definitiva, EL ARTE con mayúsculas.
Ambos Puertos, donde vara el arte
Suerte para Víctor Puerto en esa su singladura del arte y, mucha salud para ambos, de forma muy especial para el maestro Sánchez Puerto que ya no tiene que demostrar nada, salvo tener salud para que, de vez en cuando, los aficionados cabales le sigan recordando para hacerle un programa de TV en el que se habla y se muestra el arte en plenitud.
Que Dios siga bendiciendo a ambos diestros; como dije, a Víctor para que le proteja de cornada alguna en los ruedos y al maestro Sánchez Puerto para que le conserve su afición puesto que, mediante el tesoro de la salud, sin torear nada más que lo justo en el campo, los que somos sus amigos, hasta tenemos la suerte de disfrutarlo con su palabra, filosofía pura de un hombre que supo vivir la vida y, sin rencores ni amarguras, fue capaz de hacer felices a miles de aficionados con el ejercicio de su arte.