En estos días hemos conocido cómo nuestro presidente, Pedro Sánchez, y su gobierno, se muestran muy contentos con que unas de las aficiones más agresivas, más bestias, del mundo del fútbol se paseen por Madrid. Dicen que eso demostrará la capacidad de seguridad que tiene España.

Es curiosa esta forma de ver las cosas, permitiendo que miles de energúmenos asalten las calles, hagan de la violencia una religión sin que a nuestro gobierno socialista les parezca mal y, sin embargo, pretendan cercenar los derechos de los aficionados a los toros, los más educados y respetuosos del planeta, utilizando varas de medir totalmente antagónicas, además de estar lejanas al sentido común.

Los toros, dicen, es violencia: ¡Viva el fútbol!

¿De qué quieren presumir ante el mundo del fútbol? del cómo combatimos aquí a los violentos? utilizando para ello ingentes  recursos personales y económicos, poniendo, y exponiendo, a toda nuestra policía para meter en vereda a unos descerebrados? No sería más fácil, y racional, ayudar al pesquero que cometió la osadía de recoger migrantes sin recibir instrucciones del propio gobierno. Más barato, desde luego, que el gasto que supondrá esa operación de seguridad a utilizar si finalmente se celebra el partido en Madrid.

Toros no, por supuesto. Esa es la apuesta de la que hacen gala en cuanto se les da ocasión, con la excusa de la violencia que en las corridas se genera. Pero como la coherencia no es lo suyo, el propio ministerio de interior deja sin policía el recinto de Las Ventas, como sucedió en la feria de otoño, a sabiendas de que la supuesta base de la violencia solo la utilizan para sus más que oscuros intereses.

Prohibirán los toros, las políticas siempre van en la dirección que se les pone en los huevos, dejando de lado el análisis, el estudio ecológico, la coherencia o la racionalidad que debería presidir todos sus actos.

Ni un solo altercado conocido en kilómetros a la redonda del recinto venteño, cero de coste policial de seguridad, pero la misma tozudez que utilizan contra la Fiesta Brava, la usan para proclamarse garantes de la seguridad para un más que maldito partido de fútbol entre dos aficiones salvajes. A esos aficionados, para más señas argentinos, les brindan protección, precisamente cuando desde allí, Argentina, han abanderado en muchas ocasiones la malvada e injusta causa contra los toros.