Con esta frase contestaba mi recordado padre cuando, allá por 1982, le animábamos en casa para que votara por Felipe González.
Una y otra vez insistía en su negativa a votar al PSOE, aunque si digo verdad no se si al final hizo una cosa o la contraria de tanto como le insistimos. Yo no entendía tanta contundencia ante los argumentos de que había de darle una oportunidad al cambio en España tras tantos años de dictadura y la florida etapa de la transición de Adolfo Suárez.
Ha pasado el tiempo, y de aquél ¡yo ya les conozco! me he apropiado yo directamente. Un día sí y otro también, el PSOE al que ilusionado voté, me da la oportunidad de ver las contradicciones, falta de coherencia y oportunismo con el que se desenvuelve en política.
Hoy tenemos al frente del gobierno al felón Pedro Sánchez, que va de felonía en felonía, hasta el límite de entregar España a la causa independentista. Su actitud desde la pérfida moción de censura del verano pasado, uniéndose a cuanto antiespañol encontró en el Congreso para descabalgar a Rajoy, ha ido paso a paso, rendición a rendición, aglutinando felonías, tantas que no caben en las más míseras esperanzas de cualquier votante que aún quisiera votarle.
Botarle ya le botaron de su mismo partido, pero en el ADN del mismo está el oportunismo para cuajar la tortilla aunque sea sin huevos. Hoy, cuantos le empujaron desde su partido callan mientras le ven ocupando La Moncloa, aunque ello suponga rendir al Estado ante los golpistas catalanes.
No ven más que el poder en sus señas de identidad, y así lo ejecutan ya sea con los etarras o con los independentistas. Lo suyo es identificarse con ese afán por ocupar el poder y la ‘podera’ como les gusta utilizar el masculino y femenino en su lenguaje. Cualquier ocasión les parece buena para rendir a España.
Al mismo tiempo recuperan la figura de Franco como nunca estuvo, ni en tiempos de su dictadura. Hacer malabarismos para profanar su tumba, incluso para buscarle acomodo allá donde no pueda ser ensalzado. Ignoran, estos demócratas de oportunidad, que a cualquier criminal puede enterrarle la familia donde quiera. Claro que no habría sitio mejor que un rinconcito en la calle Ferraz de Madrid. Así podrían ejercer mejor el control de los visitantes.
Siendo esta constante persecución al muerto una auténtica broma propia de la fiesta de los difuntos, la actuación de su abogacía del Estado para con los golpistas catalanes, raya la mayor de las traiciones contra España, dando la razón de ese modo a los criticados tribunales belga y alemán que no aceptaron el cargo de rebelión para extraditar al huido Puigdemón. Una traición que en el futuro tendrá sus consecuencias si es que antes no nos traicionan a los españoles del todo concediendo los indultos a sus amados golpistas. Se necesitan las urnas ya. Ahí podremos ver si también sus votantes son igual de felones.
¡Yo ya les conozco! Y yo también papá. Por eso te dedico estas líneas, y te pido perdón por insistirte para que los votaras, hoy en el sexto aniversario de tu fallecimiento. Tú lo decías por haberlos conocido mucho antes de 1982 y yo, unos años después, puedo decirlo también. Tú descansa en paz, aquí va a ser difícil descansar con un felón tan grande en La Moncloa.
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