Son amigos y son del fútbol. O lo que es igual, estos amigos lo son por el fútbol. Luego el fútbol crea amigos y nadie lo puede dudar. Bien es cierto que son amigos de jugar y no de ver. Seguramente sea este un matiz de mucha importancia, pues es sabido que la lucha une y el esfuerzo común crea lazos que son difíciles de deshacer. Mismamente, se ve en los amigos de los aquí hablo.
Hace solo un par de días, se reunieron, nos reunimos, para saber que seguimos teniéndonos afecto, para certificar esa amistad de la que hablo y para ahondar en los recuerdos que todos juntos vivimos. Al repasar cada una de las caras de los allí reunidos, se nota el paso del tiempo y después, en animada charla, se perciben todavía más los treinta y un años que separan aquél primer partido que hizo andar a este grupo de amigos.
Los hay con nietos, y divorciados y... lamentablemente nos falta uno que siempre viene. “Canito” le llaman todos, pero yo, en aquellas alineaciones que durante tanto tiempo tuve la responsabilidad de confeccionar, siempre le llame José Luis. Una traicionera enfermedad le ha señalado un penalti discutible. Pero José Luis es mucho defensa como para que se conforme con esa mala fortuna. Seguros estamos todos que impedirá, tras pegar la pelota en el larguero, que vuelvan a rematar a la portería que el defiende. Nunca lo hizo y ahora, convencidos estamos, tampoco dejará que le metan un gol de esa manera. Lo primero, entonces, será pedir que el lanzamiento de en el travesaño, luego él hará el resto. En eso estamos.
Fueron años en los que aquellos chavales, en equipo, afrontaron el paso de juveniles a aficionados, de jóvenes a hombres. De vez en cuando alguno se ausentaba para hacer el servicio militar que antes se hacía; deseaban un permiso o unas vacaciones para cambiar el caqui por cualquiera de los colores que lucimos en nuestras camisetas. Pero de todos, el verde, aquél que marcó la esperanza de un grupo de muchachos que quisieron emular a sus ídolos y contaron con mi decidido apoyo para hacer algo a lo grande. ¡Vaya que sí lo hicimos!. Lo más importante que hicieron, fue madurar como personas mientras pegaban patadas a un balón.
Hasta galácticos tuvimos. En otras circunstancias que se dan hoy, quién sabe si hubiéramos aupado al pedestal de los que llegan muy lejos en el fútbol, como estrellas, a un jugador diferente, con capacidades extraordinarias para brillar en este juego. Futbolísticamente se llamaba “Goyo” y es del único que no hemos vuelto a tener noticias. Quizás esté con las estrellas retiradas. También tuvimos otros buenos jugadores que nos hicieron brillar en muchos partidos, pero que no mencionamos para que mantengan la humildad del equipo y no tengan la tentación de irse con las estrellas.
Los recuerdos, que repasamos un año tras otro en estos encuentros, se entremezclan, siempre, entre los avatares del juego y los de la vida pasada con objetivos parecidos. La intensidad con las que se vivían los partidos y las semanas que los precedían. El deseo de aparecer en las alineaciones y el disgusto cuando había que quedarse en la banda haciendo suplencia. Todo formó parte de la historia y ni uno sólo guarda lo amargo y sí se reconforta en lo mejor de su etapa en aquél grupo que el tiempo no logra separar.
Ya, entonces, teníamos un calvo, Pancho, pero ahora tenemos más; cosas del tiempo. Será que cada vez están más claras las ideas y por eso se ven en esas frentes despejadas. Será, a lo mejor, de tanto rematar de cabeza aquellos balones cruzados, o quizás por defender nuestra meta. Hicimos historia y ahora la disfrutamos recordándola. Fuimos capaces de estar en lo más alto de aquellos campeonatos en aquellos campos de tierra. Fuimos capaces de competir por los títulos, pero también por la deportividad en el campo. Todo formaba parte de ese espíritu de equipo que logramos formar.
A mí que, con mano firme, me tocó dirigirles, lo que más me gusta y satisface es el cariño y el respeto que, aún hoy, me profesan. Nada por lo que les hiciera sufrir es recordado en negativo; el paso del tiempo ha conseguido borrarles esa imagen individual que tenían de sentirse perseguidos. Hoy todo lo dan por bien hecho y, claro, para quién les tuvo que censurar sus actitudes o enderezar su indisciplina, supone un logro difícilmente disimulable. Ese era mi objetivo y más de treinta años después se que fue conseguido.
Quince tuve ocasión de saludar el pasado día y quiero que quede constancia, aquí, de su presencia, para si alguien entra en la red cibernética pueda conocerlos un poco. Ninguno llegó a jugar ni en Primera División ni en la Selección española, pero jugaron, hicieron equipo y quieren seguir haciéndolo. Motivo suficiente para aparecer en Internet. Toñín, Jesús, Julián, Jose, Toñaca, Juan Luis, Carlos, Remesal, Antonio, Saco, Yela, Manolo, Horcajada, Aguilar y Vicente. Ampliamos con aquellos que se hicieron la fotografía del primer encuentro: Pancho, Lolo y, por supuesto, José Luis. El próximo año, además del deseado “Canito”, confiamos tener a toda la plantilla.
Sirva este escrito como homenaje a los que dedicaron lo mejor de sí mismos al deporte y a la vida en equipo y como constancia de que las cosas bien hechas siempre dejan opciones de permanecer en el tiempo. Los amigos del fútbol es el ejemplo.