Por encima de los epítetos más bellos que en estos días se han escrito al respecto del diestro Diego Urdiales, como digo, lo más bello del mundo es que el diestro de Arnedo nos ha dado la razón, algo que siempre tuvimos, pero que costaba calar entre el gentío y la masa cuando, como se sabe, defendíamos un “imposible” que, por gracia divina se ha convertido en posible.
Nuestra dicha camina a la par con Diego Urdiales; son quince años defendiéndole a capa y espada; tres lustros en que el diestro riojano ha tenido que recorrer un camino muy pedregoso en el que solo encontraba paz y sosiego cuando actuaba en Madrid, Bilbao o en su feudo natural de Logroño. Recordemos que, desde nuestras páginas, desde el primer día que tuvimos la dicha de verle, en el acto comprendimos que estábamos ante un artista de élite y, al final, el tiempo y el diestro nos han dado la razón.
La pureza tiene nombre, Diego Urdiales
Nuestro empecinamiento al respecto de este artista apenas tenía pies ni manos. ¿Cómo se puede defender a uno que unos locos –nosotros mismos- llamaban artista y apenas toreaba? Lógicamente, nosotros somos aficionados y, así le veíamos, como un gran artista. No somos empresarios, razón por la que no podíamos darle contratos. Pero no es menos cierto que nadie podía quitarnos la razón, pese a que algún boludo maricón de los que publican a diario sentía desprecio por este hombre, sencillamente, porque no toreaba. Estúpidos los hay en el periodismo, en la política y en cualquier rincón del mundo.
No vamos a describir aquí lo que hizo Urdiales en Madrid el pasado domingo; lo han cantado hasta los que eran sus enemigos, pobres todos ellos porque han tenido que sucumbir ante el cataclismo que produjo su arte. Vimos a un Urdiales pletórico, rotundo, artista, convicto y confeso de su propio arte. ¿Cabe dicha mayor? ¡Imposible!
Por fin, su arte ha tenido el premio que en verdad le correspondía puesto que, lo que estaba viviendo era la peor injusticia que jamás se había cometido en el toreo. No es menos cierto que, Urdiales, como artista, pese a todo, tenía –tiene- lo que se llaman devotos, tanto entre los aficionados como con los periodistas y, nosotros somos el ejemplo de lo que digo.
Diego Urdiales: Más verdad, ¿es imposible?
Nuestra dicha no pudo ser mayor, no por el propio diestro que él si era consciente de su valía, sabedor de que el día que un toro le ayudara un poquito temblaría Madrid y, como se demostró, templó hasta el misterio de su arte. La alegría vino dada porque con su triunfo apoteósico de tres orejas en Las Ventas, le estábamos diciendo al mundo que teníamos razón, que nunca estuvimos equivocados cuando le defendíamos, sencillamente porque dentro de su menudo cuerpo anidaba todo un gigante del arte.
A partir de ahora no sabemos los contratos que los empresarios le darán que, de existir un mínimo de justicia, ya debería de estar apalabrando las grandes ferias del año próximo. Pero si sabemos que nuestros vaticinios al conjuro de su arte eran de una verdad que aplastaba. Aquí dentro de nuestro portal hay decenas de crónicas, artículos y entrevistas que atestiguan todo lo que decimos porque, sencillamente, ya lo habíamos dicho cuando nadie creía en este singular artista.
Me quedo, al conjuro de su arte, con la expresión de felicidad que irradiaba Luis Miguel Villalpando, ese hombre admirable que le apodera que, con toda seguridad, junto a Urdiales, ha pasado el peor año de su vida al ver que no tenía contratos en lado alguno hasta que llegó Bilbao, con apenas dos incursiones en dos pueblitos riojanos. Si gozamos con Diego Urdiales sobre todo, lo que podamos decir al respecto de Villalpando que, sin duda, en estos momentos, es el hombre más feliz de este planeta.
Ha triunfado la razón, ha florecido el arte, ha vivido el valor frente a una auténtica corrida de toros y todo eso ha tenido lugar en Madrid. ¿Cabe dicha mayor? Para torero y apoderado, seguro que no. Lo dicho, que se imparta justicia y que Diego Urdiales pueda actuar en cuarenta corridas de toros al año que viene, sencillamente, para que los que no le conozcan sepan cómo y de qué manera se interpreta el arte.
Foto: ABC.es