Era el día grande en la feria de Castellón y, las expectativas, eran importantes. Se trataba de un cartel con cierto atractivo y, nuestra ilusión por ver toros nos llevó a presenciar esta corrida en feria de cierta importancia y, como siempre, nuestro gozo, en un pozo. En tarde fría y desangelada, apenas media plaza congregaron los espadas actuantes; es decir, Jesulín, Javier Conde y Manzanares, hijo, con toros de Torrestrella.
Tras presenciar este bochornoso espectáculo, desdichadamente, hay que reiterar que, el momento actual del toreo es realmente dramático; todo lo que digamos es poco para llegar a la realidad en que estamos viviendo. Me río yo cuando no tachan de fatalistas; poco es lo que decimos para ajustarnos a la dramática realidad que padece la fiesta. En Castellón habían poco más de tres mil personas pero, a este paso, con toda seguridad, se irán quedando vacías las plazas para siempre.
Álvaro Domecq que, sin lugar a dudas, a lo largo de su historia ha lidiado toros importantísimos, en esta ocasión, se trajo para la capital de la Plana una corrida insulsa, anovillada y tremendamente sospechosa de pitones. Serían los “originales” los pitones de los toros pero, la sensación era que, previamente, habían pasado por la caja de curas. Muy mal aspecto el que lucían aquellos pitones que, para colmo, los toros, apenas sacaron fuerzas y, lo que es peor, daban la sensación de haber sido manipulados en su organismo; no era normal que, un toro bravo, con más de quinientos kilos, se comportaran como almas en pena.
Le dieron una oreja a Jesulín en su segundo toro y, ahora, todo el mundo se pregunta los motivos; regalo festivo que, para nada le servirá. Su labor, en su conjunto, insulsa y anodina; toreo despegado al hilo del pitón; labor sin alma y sin transmisión alguna. Tristeza a lo grande en el toreo en este hombre que, por lo visto, para las revistas del mariconeo es todo un personaje pero que, en su profesión, ha sido, es y será, el vulgar “toreador” que jamás convencerá a nadie. Es verdad que, por los motivos de su popularidad, toreará en muchos sitios; él y otros en análogas circunstancias, pero eso no quiere decir que sea un torero a tener en cuenta. Sin lugar a dudas, si en el toreo se impusieron castigos similares a los que se imparten en otros deportes, a este tipo le suspendían para tres meses. Pero el toreo es pura mentira en donde torean los que ellos quieren y, el aficionado, como no pinta nada, a tragarnos lo que nos echen; o no acudir, son los caminos que tenemos. Fijémonos como está el toreo que, Jesulín, el que jamás ha triunfado en Madrid – ni lo hará nunca- lleva dos mil corridas de toros a sus espaldas. Lo de corridas de toros, claro, es una expresión muy eufemística; él sabe la de novillos que lleva matados haciéndolos pasar por toros. Ayer, en Castellón, una vez más, dio la medida de su incompetencia.
Javier Conde es el quiero y no puedo; tiene momentos bellísimos pero no redondea nada. Sin ir más lejos, en esta ocasión, quería, pero su estado anímico se lo impedía. Ahora resulta que, si tiramos de memoria, Javier Conde resultó ser importantísimo cuando toreaba diez corridas de toros al año que, hasta indultaba algún que otro toro. Hace unos años le catapultaron como figura de la torería y, de aquel Conde creativo y genial, apenas queda nada. Como explico, en Castellón, Conde nos obsequió con algún que otro pase creativo pero, convengamos que, con los dos “novillitos” a modo que tenía, era para haber reventado la plaza con su toreo puesto que, sus fieles borreguitos, le pedían a gritos todo su repertorio y, apenas sacó nada. Este hombre se confía menos delante de los toros que, los ladrones cuando saben que la guardia civil merodea junto a ellos. Una pena de actuación porque, como digo, de confiarse, Conde puede ser un torero distinto; tiene magia y duende, lo triste es que apenas la saca nunca.
Manzanares hijo es otro calco de lo mismo. Le auparon el mismo día de su alternativa al estrado de figura y, tras dos años, todavía no ha hecho nada importante para calificarle como tal. Tiene buenas condiciones pero, difícilmente la saca adelante; no se hace el ánimo y, lo que es peor, como sabe que está subido en el tren del éxito, poco hace por superarse; es la tremenda comodidad que unos pocos tienen la que nutre de desdichas el toreo. Les aseguro que en Castellón no dejó huella alguna. Animales apagaditos y su ánimo, todavía peor que el de sus enemigos. Todo frío y horrible. Con este tipo de toros, cuando menos, se padre, hubiera bordado el toreo. En esta temporada se las verán juntos muchas tardes padre e hijo y, lo que le muchacho no sabe es que, su padre, pese a sus años, todavía le puede quitar del toreo. No le quitará porque, ni el toro ni el aficionado deciden nada; son los intereses de los empresarios que, erróneamente, nos endilgan a estos plastas que, si saben, no quieren. La gran verdad es que, el toreo está montado al revés; toreros de las televisiones, relacionados con el mundo del puterío y el mariconeo y, en la plaza, a cobrar lo que quieran darles que, para eso ganan dinero con las exclusivas de las revistas de colorines. Ese es el único motivo por el cual son contratados; como antes decía, de ser contratados por los méritos contraídos en las plazas de toros, de ser así pronto se cambiaba el escalafón. Mientras tanto, toreros válidos, están sentados en sus casas y, estos vendedores de oropel creyéndose que tienen oro, toreando todos los días.