Genéricamente, lo que ocurre dentro de los recintos taurinos, desdichadamente es lo que cala en los tendidos y, en demasiadas ocasiones podemos comprobar como los espectadores, aficionados o meros asistentes al festejo de turno, bostezan, comen pipas, charlan con el vecino de localidad y, lo peor no es que hablen; sino de lo que hablan. No hace muchos años, los aficionados, ante lo que estaba pasando en el ruedo, unos a otros se felicitaban por lo que estaban viendo en la arena y, ahora, día sí y otro también, las gentes, en los tendidos se cuentan los problemas cotidianos, hablan del tiempo, de la salud de los niños, de los achaques del abuelo y, lo que es más grave; de vez en cuando, justamente, cuando ha empezado la temporada taurina y, todavía sigue la liga de fútbol, en uno de los tendidos se escucha esa exclamación que nos deja a todos boquiabiertos y que suena así: ¡¡¡¡ GOOOOOOOOL.........¡¡¡¡¡ Esto, analizado en profundidad, no deja de ser tremendo. Algo ha cambiado, pero para mal, claro está.
La gente, por lo que veo y compruebo, temiéndose lo peor, hasta se llevan el transistor a la plaza puesto que, juega su equipo y, ante la carencia de emociones de cuanto pueda ocurrir en el ruedo, quieren ir “preparados” para no aburrirse. Estas actitudes, queramos o todo lo contrario, no dejan de ser muy graves. Ello evidencia que, lo que pueda pasar en el ruedo, a poca gente le interesa y, lo que es más sangrante, que casi todos van prevenidos para la desdicha artística. A falta de otras emociones, claro, se llevan la radio puesto que, en un momento determinado, su equipo les puede dar la felicidad que los toreros no son capaces de lograr. Ya es triste que, yendo a los toros, tengamos que llevarnos la radio para que, nuestro equipo, nos brinde la dicha que anhelamos encontrar en el ruedo.
Todo esto debería de preocupar, y mucho, a los que organizan los espectáculos taurinos. Posiblemente, como se da la circunstancia de que, casi todas las plazas de España, cómo se celebran las corridas de feria y hasta el año venidero no se vuelven abrir las puertas, los organizadores piensan que, al año próximo, la gente habrá olvidado la hecatombe del año en curso y, así, todos tan contentos. Pero no olvidemos que, el reflejo de cuanto explico, viene dado cuando, por ejemplo, miras los tendidos de cualquier plaza, en plena feria y, por citar a uno de los mejores, digamos que Ponce, y te encuentras con poco más de media plaza cubierta. Esa es la gravedad de cuanto explico. No existe tirón puesto que, de antemano, se sabe todo lo que tiene que ocurrir y, ¿qué es una fiesta taurina sin misterio? Nada, absolutamente nada. Sabemos que los toros, en un gran porcentaje se caerán y que, de forma aborregada, pasarán por la muleta como tales; sabemos que las faenas de los toreros, salvo las excepciones que todos conocemos, serán idénticamente iguales; sabemos que, el de siempre, cortará orejas por doquier como regalos de feria; todo lo sabemos. Siendo así, es de santos, de verdaderos mártires, el hecho de que pueda quedar gente que le interese este insulso espectáculo. Ellos, los organizadores sabrán; los toreros pondrán remedio si es que les apetece y, los ganaderos, si un día deciden no ser sicarios de los toreros, igual son capaces de criar el toro que hace un “rato” tanto nos emocionaba. Mientras todo eso ocurre, en los tendidos de las plazas, seguiremos charlando de cosas mundanas con nuestros vecinos de localidad y, lamentablemente, lo del ¡¡¡ goooooooooooooool¡¡¡¡ será el único signo de alborozo que allí dentro nos emocione.