Cuarenta años después de que tomara la alternativa, hace pocas fechas, el programa de TVE Tendido Cero le dedicó un bello reportaje que, sin duda, caló en el alma de todos los aficionados. Él, junto a su sobrino fueron los protagonistas.
En realidad, lo realmente emotivo de dicho reportaje con el diestro aludido es que, el citado, no fue figura del toreo, todo lo contrario de su sobrino que le dio varias vueltas a España en calidad de figura del toreo; en realidad, si se me apura, yo diría que no fue “nada” en el toreo en lo que al clan empresarial se refiere; no es menos cierto que, en cuanto le dejaron, cinceló algunas faenas que ahí quedaron enmarcadas para siempre.

El estilo inconfundible del diestro de Cabezarrubias del Puerto
La grandeza de este hombre no es otra que, como decía, cuarenta años después todos le seguimos recordando; lo hizo TVE, lo hemos hecho nosotros en repetidas ocasiones y, hasta Alfonso Santiago, en su libro MEMORIA DE LOS OCHENTA en el que el citado periodista analiza a las grandes figuras de dicha década, hasta le dedica un capítulo a este torero singular que, comparado con las grandes figuras de esos años, nuestro hombre era apenas una gota en el océano; cierto y verdad que, la gota caló muy hondo en el sentir de cuantos tuvimos la dicha de presenciar algunas de sus actuaciones.
Dice uno de nuestros refranes que, algo tendrá el agua cuando la bendicen y, el axioma me vale muchísimo. ¿Qué tendrá este hombre para que, tantísimos años después se le recuerde como un torero de arte, como un artista del toreo? Y la pregunta es obligada: ¿Le dio fortuna ese arte como para solucionar su vida? Seguro que no pero, ¿acaso el arte es siempre recompensado con el dinero?
Recordemos que, Benito Pérez Galdós, el autor de los Episodios Nacionales y miles de textos más, un referente para la época, tuvo que ser el ayuntamiento de Madrid el que sufragó los gastos de su sepelio porque don Benito murió en la indigencia. Van Gogh, por citar otro ejemplo, se cortó una oreja en un ataque de desesperación porque veía que obra no era respetada, hasta el punto de morir en la miseria. O sea que, no siempre el arte es sinónimo de dinero, pruebas las tenemos por doquier. Hasta el mismísimo Rafael Gómez Ortega, El Gallo, vivía de la caridad de los que le amaban.
Pese a todo, qué hermoso suena que, pasados los años, aquel que no lograra relumbrón de figura siga dentro del corazón de tantísimos aficionados que, embriagados por su arte quedaron cautivados ante su bendito ser.

Sánchez Puerto interpreta mientras su sobrino está atento
Solo toreó una corrida de Victorino Martín, lo hizo en Madrid en la feria del ochenta y nueve si mi memoria no me es infiel y, tantísimos años después, muy pocos toreros han toreado tan bello, tan despacio, tan cadencioso al natural como lo lograra nuestro artista aludido. No mató bien y, por dicha razón, los empresarios se frotaron las manos porque, el hecho de no haber salido en hombros de Madrid les daba a todos licencia para olvidarle muy pronto.
Madrid fue su plaza, justamente en la que más toreó y, sin duda, en la que esculpió varias faenas inolvidables; la prueba de lo que digo no es otra que, tantísimos años después, nuestro hombre nos pone a todos de acuerdo para que rememoremos sus hazañas artísticas. Nuestro hombre alternó con las grandes figuras de la década de los ochenta y con nadie desdeñó; es más, en ocasiones, su torería afloraba muy por encima de la fama y popularidad de los diestros con los que alternaba.

Tio y sobrino con la ganadera que los había invitado
Fijémonos que, los grandes diestros de aquellos años todos siguen ahí, en el pedestal de las llamadas figuras del toreo pero, caprichos del destino, cuarenta años después seguimos rememorando a un gran artista que vive en el corazón de cuantos le vimos y le quisimos.
Nuestro hombre sigue entrenando cada día como si mañana tuviera que reaparecer en Las Ventas; su figura sigue siendo espléndida; nadie diría que ha cumplido los años que tiene.
Da gusto verle entrenar y produce una sensación bellísima cuando de vez en cuando le vemos en esos tentaderos solidarios que, ante todo, como virtud, ésta no es otra que ver a diestros de otra época para que nos enseñen el toreo de siempre y, este artista es un referente de los que digo.
Tiene su arte que, tantísimos años después, un hombre apasionado por la vida, por el toreo, por el propio arte, siga viviendo en torero. Me cabe la seguridad de que es uno de los pocos que, a diario, tras verle entrenar, tenemos la certeza de que ha parado el tiempo y los que le queremos no cumplimos años como a él le sucede.
Se me olvidaba. Embelesado por la emoción que siempre me produjo este artista, hasta olvidaba su nombre. Tampoco hace falta decirlo puesto que, viendo la foto, cualquier aficionado podrá adivinar que se trata del maestro Antonio Sánchez Puerto.
Maestro, que Dios le siga bendiciendo. Mis respetos para usted, para su sobrino Víctor y toda su bendita familia.