A pesar de todo lo que ha podido pasar en un mes en el que se cierra la feria más importante del mundo, empiezan otras varias y el calendario taurino toma ya un rumbo trepidante, la noticia taurina del mes no está en esas cosas sino en las declaraciones de la Marquesa de Seoane. Nada nuevo bajo el sol. La Marquesa de los Veraguas, como le denominan, se despacha en una entrevista en El Mundo contra el elenco de salvapatrias que ahora mismo domina y deshora el toreo. Esos grandes nombres con técnica depurada que se autonombran figuras del toreo y a los que la marquesa concede el título de figura, pero de mazapán, de pitiminí, nunca del arte de Cúchares. Bravucones que se ponen bonitos, a veces ni eso, con el torito pero que, no se ponen, ni bonitos, ni feos, simplemente no se ponen, con nada que no estén seguros de ir a dominar. Recuerdan a aquel chulo de octavo que desplegaba un repertorio de dominio delante de los alumnos de primero pero que se acojonaba y escondía en los lavabos cuando alguien de su edad le plantaba cara. Lo malo es que esa gente mediocre domina ahora el toreo.
Se dice que la entrevista en cuestión, realizada por la periodista Emilia Landaluce en El Mundo.es, es una de las piezas más leídas en ese medio en los últimos días. Es de suponer que el taurinismo entero se habrá dado una vuelta por la sección, habrá buscado en Internet los tags que le lleven hasta el contenido y habrá repasado varias veces el texto para determinar si hay afrentas personales. Pero una vez leída la entrevista, la gran mayoría de ellos se habrá fumado un puro y habrán pensado que hay que ser muy antitaurino para hacer esas declaraciones tan contrarias a lo que ellos han construido para salvar la patria del toreo y el dinero de la cuenta. Habrá también quien haya llorado ante la valentía de la señora, nobleza obliga. Cientos de ganaderos de bravo que además de no vender un pitón desde hace años tienen que soportar aberraciones tales como el indulto del toro de Garcigrande en Sevilla. En el nombre del toro de Garcigrande de injusto indulto se refleja todo, así de irónica es la vida, Orgullito.
Este tipo de declaraciones van a seguir saliendo a la luz porque hay mucha gente en el campo que se encuentra en esta situación, que ve como día tras día se mancilla a preciosos y válidos animales por la cobardía de quienes presumen de valientes, por la tendencia a hacer toros mediocres para toreros del mismo tipo. Lo bajuno de la acción se pretende solventar autoproclamándose cada cual salvador del toreo, de un lado. Del otro de tachar de antitaurino a todo aquel que no comulgue con la obra que ellos han hecho, a quien cuente la verdad de cómo están tratando el campo y al ganadero. Es esa vieja cuestión tan española: o estás conmigo, o contra la realidad porque yo soy la verdad. La cuestión es, ¿pueden explicar dónde reside esa verdad que han creado? En las plazas llenas no. En el toro emocionante, tampoco. En la creación de arte sublime, menos ¿En la aceptación de la responsabilidad de lo que la tauromaquia significa? Bueno, por Dios, que estamos hablando en serio. La anécdota que relata la señora Marquesa sobre la plaza de toros de Baiona, su corrida, El Juli y Victoriano Valencia no tiene desperdicio: “Si la corrida no sale buena, a mí me echan”, dice que le dijo el entonces apoderado.
La señora Marquesa no ha dicho más que lo que la mayoría de los aficionados sabemos, sentimos y decimos. En su boca tiene más peso y por eso se agradecen sus declaraciones. Porque en lo que al aficionado se refiere, éste es visto como un tipo molesto, que aún cree que vive en otras épocas y que, gracias a Dios, ya se está extinguiendo. La desaparición de los aficionados de las plazas es directamente proporcional a la desnaturalización del toro de lidia.
Las voces en contra cada vez son más claras, los éxitos de las figuras cada vez menos contundentes, las plumas que los cantan menos creíbles. Y está en boca de todos. Aún así van a seguir intentado mantener el tipo, sacando a relucir la mejor y más confiada de las sonrisas mientras de trasfondo quizás incluso sean conscientes del daño que están haciendo a la fiesta en beneficio de su propio ego, de su propio bolsillo.