El problema hoy, es Pamplona. En realidad el de Pamplona es el problema de hoy para mañana. Quiero decir que este año habrá corridas de toros, si los ganaderos no lo impiden, pero la losa de la censura y la prohibición pesan sobre la tauromaquia con fecha de entrega. En lo profundo de la amenaza que lanza el alcalde de Pamplona hay, además de la ya conocida animadversión hacia el colectivo de aficionados a los toros, un profundo desconocimiento de todo cuando hay alrededor de la fiesta, o de cuanto la conforma. Así, Asirón toma la misma medida que ya en su día se tomó en Cataluña: corridas de toros no, encierros sí.
Las declaraciones hechas por el alcalde Asirón en realidad solo expresan un deseo personal, y de partido. No obstante para que ese deseo se convierta en realidad Asirón y su grupo tienen que seguir manteniéndose en el poder en 2019 porque si las cuentas no fallan, habiendo llegado al poder el 15 de junio de 2015, será esas fechas cuando ya sepamos si los pamplonicas se han vuelto de decidir por apoyar su mandato. De todas formas, teniendo en cuenta la situación obsesiva en la que viven algunos partidos con determinadas cuestiones, tampoco sería de extrañar que se marchara dejando la prohibición en la lista de últimas voluntades logradas. La llegada de un partido un poco más pluralista, con más sentido común, un partido que no cargue en su mochila con tantos prejuicios y obsesiones, cambiaría las cosas. La tauromaquia, como ha pasado en otras ciudades como San Sebastián, parece destinada así a quedar sujeta a la voluntad de los partidos que llegan y se van. Por su parte, los partidos que se empeñan en legislar contra ella son conocedores de que sus medidas son temporales, nunca definitivas, pero se ufanan entre los suyos de que en su mandato no se han matado toros; son los salvajes de la oposición los que devuelven la barbarie a la ciudad. Pero luego se da la circunstancia de esa barbarie cuenta con una media de casi 20.000 asistentes por día, caso de Pamplona, durante siete días seguidos. No hay deporte rural, ni urbano, ni festival que aguante esas cifras.
En el discurso de estos políticos de la prohibición esos 20.000 espectadores que acuden diariamente a la plaza de toros de Pamplona durante siete días seguidos, o los 18 mil de media que lo hacen en Madrid durante más de treinta, son gente sin criterio, gente que no sabe realmente lo que le gusta o no, que acuden a los toros por inercia; es decir, en realidad no les gustan los toros pero no lo saben (esto es literal, dicho por el mismo grupo político del alcalde Asirón). Tiene que llegar un partido que piense por ellos, que prohíba las corridas para que ellos se den cuenta, nos demos cuenta, de que estamos equivocados. Hay que reeducar. Total, que tenemos, sin darnos cuenta, partidos padre o tutor, partidos que temen de la calidad ciudadana de todos aquellos que no les han votado, partidos que, en definitiva, se ven en la necesidad, autocreada y egocéntrica, de tener que educar al contrario.
De todo esto, lo que realmente preocupa es esa idea de la tauromaquia como evento sujeto a la voluntad de alguien que ocupa un puesto de forma temporal, por más que tenga vocación de eternidad. Por tanto, una actividad que cuenta con apoyo social, político y administrativo, pero que se ve sometida a las voluntades de personas y organizaciones que ejercen el odio, la censura, la violencia administrativa y, en definitiva, todo aquello que otrora denunciaron como algo que se ejercía contra ellos mismos. No hay demasiada empatía en quien ejerce sobre los demás lo que no admitía para él. Porque todo vale cuando se trata de dar rienda suelta a un obsesión.
Terminarán la legislatura, no habrán logrado un consenso en territorialidad, no habrán sabido conjugar las diferentes perspectivas de la sociedad, no habrán avanzado en la igualdad de género, ni habrán logrado erradicar la violencia machista de sus calles, tampoco solucionarán los problemas de las personas mayores, ni los de aquellos que se quedan sin vivienda, ni la inmigración, el paro, el abuso bancario; esas injusticias que suceden todos los días. Eso sí, habrán prohibido los toros, ese evento que solo sucede siete u ocho días al año. Y ese será su logro, aunque no definitivo.