Sánchez nos dio un susto de muerte a los aficionados con el nombramiento de Maxim Huerta como ministro de Cultura. Por mucho que el presentador asegurara que aunque no le gustaran los toros haría lo posible por gestionarlo de la mejor manera, que es su misión como ministro, no dejó a nadie a gusto. Es más, levantó mucho recelo, como es normal. Una vez que se vio que el ministro tenía cuentas pendientes con el fisco, o las había tenido, a algunos se nos escapó un suspiro de alivio. Quedaba otra oportunidad. Pero ésta no se concretó en la llegada de alguien sin prejuicios al ministerio. Animalísticamente hablando, Guirao también tiene un pasado: pertenencia o simpatía por asociaciones que discriminan a las personas en beneficio de los animales; declaraciones poco afortunadas por aquí y por allí; colaboraciones que acojonan; participación en actos que acogen a personas con un bajo capital humano, humanista y humanitario; gente de esa que habla del derecho de los animales pero que no les importa exterminar a una especie entera por pura vanidad.
La perspectiva personal del nuevo ministro de cultura tampoco trae buenos presagios. Sin embargo él ha decidido actuar de la misma manera que lo hizo su predecesor, admitiendo que no gustándole los toros, es consciente de que estos forman parte de sus quehaceres y hará todo lo posible por ‘entender y valorar la tauromaquia’. Tomémoslo como una declaración de intenciones. Como todos sabemos, a valorar la tauromaquia también se aprende. Para ello es necesario acudir a las plazas, hacerse acompañar, leer en buena lid y terminar comprendiendo que el de los toros es un mundo amplio que toca todos los palos del arte, del humanismo, la sociedad, la agricultura y la zoología. No le costará mucho al ministro hacerse con un leve conocimiento de lo que es la fiesta. Su abuelo y su padre fueron aficionados y él, declara, ha acudido miles de veces a las plazas; dejó de hacerlo cuando tuvo uso de razón. Sin embargo, eso que puede parecer una ventaja, que su padre y su abuelo fueron aficionados, quizás no sea más que un elemento que envenene su pensamiento. No por nada, sino por esa tendencia de la progresía a renegar de los valores de sus antecesores cuando dichos valores coinciden con la tradición. También Cristina Narbona era hija de aficionado, de crítico taurino para más dato, y aun así tuvimos que escuchar de su boca aquellas palabras insultantes y degradantes de lo que ella pensaba que éramos los aficionados: machistas y maltratadores. De esto ha pasado ya mucho tiempo. Pero no tanto desde que afirmará que a los toros les quedaban los días contados y desde que dejara intuir la existencia de una importante corriente antitaurina dentro del PSOE, esto fue en 2017. Yo como aficionado sigo esperando el perdón que nos debe la ex ministra Narbona tras habernos insultado de aquella manera.
Afirmar que la tauromaquia está dentro de los cometidos del ministerio de cultura, como el actual ministro y el ex ministro han hecho, y que por tanto se le va a prestar la atención que debe, es bien recibido. El problema es que no es posible saber hasta qué punto esto es sincero. Porque estas declaraciones no vienen desde alguien que se ha mostrado ‘desconocedor’, o ‘poco interesado’, no. Vienen desde quien ya se ha mostrado públicamente en una posición, que ya ha dejado ver una tendencia muy marcada, militante podría decirse en este caso. Así pues, estamos en manos de alguien que no nos acepta, de un ministro que no comulga con todas aquellas cuestiones que forman parte de su ministerio y que siendo éste el de cultura, son representativas de grupos de ciudadanos. No obstante, uno es de los que se aferran a aquella idea de Aute de que el pensamiento no puede tomar asiento, de que el pensamiento ha de estar siempre de paso, lo que nos hace cambiantes, plurales y dados al otro ¿Será posible en este caso?