|
|
Pla Ventura |
|
|
España |
[
23/02/2005 ] |
|
|
¡AQUELLOS SASTRES QUE PERDIMOS¡ |
|
Platicaba hace unos días con una amiga y, lógicamente, como nuestro punto de encuentro son los toros, le pregunté en torno a una determinada corrida a la que ella había asistido en un lugar del mundo y, dicha dama me exclamó: ¡Qué sastres nos hemos perdido con estos hombres que quieren ser toreos¡ Es una definición cariñosa la que mi amiga me dio, pero real como la vida misma. No debemos de engañarnos jamás y, los toreros, muchos de ellos, se suelen engañar a ellos mismos, defecto irreparable cuando, como se sabe, algunos, queman su juventud y su vida en aras de un imposible. Una cosa son las ilusiones que uno pueda tener, muy respetables por cierto; otra muy distinta, la realidad de cada cual, algo que tenemos que tener siempre presente. A mí me hubiera encantado ser piloto de aviación pero, entre otras cosas, por el hecho de usar gafas me hubiera sido imposible. Y lo admito, como todas mis limitaciones que son muchas. Sin embargo, los que quieren ser toreros, lo llevan hasta los extremos de la locura; ni reparan en si sirven o todo lo contrario; hasta los propios padres enloquecen por aquello de que el chico sea torero. Ahí hay mil ruinas que atestiguan lo que estoy diciendo. Para ser torero, como para cualquier menester, ante todo, se deben tener aptitudes y, más tarde, comenzar la lucha. Nada es sencillo; ni en los toros ni en ninguna faceta de la vida. ¿ Se imagina alguien a uno que no sepa leer ni escribir y que quiera ser letrado? Eso es lo que ocurre en el mundo de los toros; muchos, sin el menor grado elemental aspiran a la “borla” de doctor en tauromaquia. Tengo la impresión que, algunos de los que emprenden la profesión de toreros, o son gandules o les produce fobia el trabajo. Me refiero a todos los que, sin llamarlos, quieren ser toreros. Y digo todo esto porque, para intentar ser torero, sólo por intentarlo, ya se necesita una moral de hierro, unas condiciones extraordinarias y, más tarde, que la suerte les ayude. Por ello, no quiero imaginarme a esos graciosos que, irresponsablemente, embarcan a cualquier iluminado para que ponga el dinero y, mientras tanto, ellos de tentadero en tentadero y a verlas venir. Cualquier actividad laboral puede ser tan válida como ser torero. ¿Es indigno ser barrendero? ¡Jamás¡ Y todas las profesiones son válidas y necesarias. Comprendo la reflexión de mi amiga que, según ella, nos estamos perdiendo unos hombres que, como sastres, hubieron podido ser una delicia y que, como toreros, pierden el tiempo y el dinero. No más ilusos, por favor. Si teniendo todas las aptitudes del mundo, como dijera Juan Belmonte, ser torero es más difícil que ser PAPA, ¿qué pueden esperar los ineptos? A este respecto he conocido verdaderos intrusos en la profesión que, al pensarlo, me estremezco. Podría dar cientos de nombres y casos de gentes que, por aquello de tener un dinero fácil, ganado nadie sabe cómo, lo han invertido en que el niño fuera torero. Recuerdo hace unos años que, irrumpió en el escalafón novilleril un muchacho llamado EL TRUENO, el que toreó más novilladas que nadie y acabó el primero del escalafón. Quedó claro que, el montaje que le prepararon era de todo lujo. Luego, su estrella se apagó al día siguiente de tomar la alternativa. Estaba clarísimo. Se acabó el dinero y, a su vez, los montajes y, por consiguiente, el iluso que, engañado, querían que fuera torero. Seamos consecuentes en la profesión que elijamos. Ser torero es algo muy serio. |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|