Lo peor que puede suceder en una corrida de toros es que lo que ocurra en el ruedo no trascienda a los tendidos, no existe castigo peor para los lidiadores y, desdichadamente eso ocurrió ayer en Madrid. Los toros de Torrehandilla en cualquier plaza de provincias les hubieran cortado las orejas, entre otras cosas porque se hubieran lidiado con un años menos y, a partir de ahí todo cambia, es decir, estamos hablando de otro mundo.
La corrida aludida, salvo algún que otro gañafón al final del muletazo, no sacaron problemas insalvables, nada es más cierto. Hubo algún que otro toro para cortarles una oreja y de tal modo, por ejemplo para David Galván todo hubiera cambiado. Daniel Luque es uno más que, con mirar cómo llevaba calada la montera tenía uno suficiente como para salir corriendo mientras que, Álvaro Lorenzo devolvió las tres orejas del día de Pascua, algo muy lamentable porque como dl diestro debe de saber, los triunfos en Madrid valen por San Isidro –si es que valen- pero nunca fuera de la feria.

David Galván quiso, pero no pudo
Sin duda que la pena será de ellos que, para su desdicha, comprobaron que nada de lo que allí sucedió conectó con el tendido que, más que en una corrida de toros parecía que estábamos en el entierro de un pobre. Pobre bagaje para unos hombres que aspiran a la gloria. Sin duda que, Madrid, no debería de “existir” y de tal modo nos ahorraríamos muchos disgustos, entre ellos David Galván que, el hombre ha toreado tres corridas fuera de Madrid y ha salido en hombros las tres tardes. Siendo así, el hombre tiene derecho a pensar que en Madrid no tienen ni puta idea de toros; será su sentir, claro.
Álvaro Lorenzo se hacía cruces tras su actuación porque no entendía que aquella fuera la misma plaza que pocas fechas antes le había sacado en hombros. Sin duda que era la misma plaza, pero de connotaciones muy distintas; tampoco sale el toro de carril todas las tardes y, nada que ver con los públicos de distintas fechas que, salvo los dos mil aficionados auténticos, lo demás todo es distinto.
A Daniel Luque lo lleva la empresa de Madrid de forma camuflada porque le acompaña un hombre de la empresa llamado Roberto Piles puesto que, Simón Casas, de tal modo sabe que tiene varios toreros en la retaguardia para utilizarlos cuando le convenga; son toreros baratos que no dicen nada pero que, como son buenos profesionales pueden cubrir cualquier hueco.
Lo dicho, sin eco. Qué tristeza aquella de ver que unos hombres, en el ruedo, aparentemente se estaban jugando la vida y, los tendidos, todo el mundo bostezando. ¿Cabe desdicha peor?