Hay dos profesiones en España que todos quisiéramos tener, es decir, ser figura del toreo y político; los primeros porque siempre tienen el toro adecuado para el triunfo y, los segundos porque tienen todos los privilegios del mundo, incluso pueden robar a manos llenas y nadie se escandaliza y, lo que es peor, hasta un delincuente fugado de la justicia de España, porque dice ser político, hasta le pagamos todos los españoles; lo dicho, hay que pertenecer a estas castas para poder ser alguien en la vida.

En ese invento absurdo de la corrida de La Cultura que se denominaba la corrida de ayer en Madrid, la historia la saben pocos pero la gran realidad es que había quedarle un dinero fuerte a El Juli y, el festejo programado era perfecto; dentro de la misma feria en la que el cartel de no hay billetes estaba asegurado y, con cuatro perras gordas que le dieran a Marín, con ello el montaje estaba solucionado. Ginés Marín ya tenía bastante gloria con estar acartelado junto a El Juli y con seis toros de absolutas garantías.

Un derechazo de Ginés Marín, ayer en Madrid

En su día dije que los de Alcurrucén, los que mataron los desgraciados, esos toros serían criminales mientras que, los mismos de Alcurrucén, en manos de las figuras, serían hermanitas de la caridad y, ayer me dieron la razón, a las pruebas me remito. Justamente, un toro de Alcurrucén que salía en tercer lugar, bravísimo y encastado, pero con una bondad que rayaba lo celestial, con dicho animal El Juli se retorció cuanto quiso; le pegó mil pases y ante la vibración del toro, estremeció Madrid, no era para menos.

Será el toro de la feria pero, como dije, qué casualidad, cayó en las manos de El Juli, podía haberle tocado a un desdichado, pero no, en los toros todo está previsto y todos los cabos están atados no se cosa que cualquier cabo se nos convierte en general. Le dieron una oreja a El Juli en dicho toro que, de haber matado bien hubiera cortado las dos. Son, como digo, los privilegios de las figuras. En el primero que era de Victoriano del Río, el animalito tenía santidad para ir a Fátima pero no tenía trasmisión alguna y, solo un torero artista hubiera emocionado mientras que, El Juli aburrió a todo el mundo. Ya en su tercero de Domingo Hernández que sacó su picantito El Juli lo despachó de inmediato.

Ginés Marín es un torero muy normal y corriente, como él los hay amontones pero, el pasado año, el taurinismo le quiso instalar en el olimpo de los triunfadores, será porque pide poco dinero y es sumiso como nadie porque, repito, Antonio Manuel Punta que iba de banderillero con él, cuando era matador tenía más empaque que el propio Marín. Cosas del destino.

En su primero, un Alcurrucén de ensueño se entretuvo en darle muchos pases pero, entre la poquita fuerza del animal y el nulo poder de conexión del diestro, aquello quedó en la nada. Luego, los toros de Domingo Hernández no quisieron colaborar mucho y sacaron ese punto de mala leche que suelen lucir esos toritos cuando no están a gusto y, lo de Marín quedó en la nada. Se embarulló, el toro le tropezó pero, para su fortuna, como dichos toros no quieren herir a nadie, se salvó de un percance que, en otro tipo de ganaderías hoy Marín estaría en el hule. No encontró la medida en el último y, el único triunfador resultó ser El Juli que, con Simón Casas, obtuvieron un éxito tremendo; el primero porque pudo ser contratado con semejante invento y, el seguro porque llenó la plaza. Una más.