Ante lo que fue la corrida de ayer, uno recuerda lo que le sucedió a David Mora hace poquitos años con un toro de El Ventorrillo y, de ahí nace el título del ensayo, asesino. No era para menos en aquella ocasión puesto que, Mora, como sabemos, por poco pierde la vida y, ganándola, estuvo dos años para poder volver a torear que, sin duda, resultó ser su triunfo más grande.
La procedencia de los toros de El Ventorrillo, según dicen, es de Juan Pedro Domecq y, me lo creo porque hace pocos años estos toros los mataban las figuras del toreo pero, de repente se dieron cuenta de lo poco que servían y, desde hace unos años las matan los desgraciados, a las pruebas me remito. Lo que es admirable es la actitud de David Mora que, pasando lo que pasó con dichos toros, que todavía sea capaz de enfrentarse a ellos, el hombre tiene un mérito terrible. Los de El Ventorrillo son los parientes bastardos de Juan Pedro.
Un natural de Curro Díaz en Madrid en el día de ayer
Menudo trago pasaron ayer los tres espadas. Pese a todo, Curro Díaz fue capaz de conectar con los tendidos porque seis pases resultaron aclamados por el gentío; mérito lo tuvo todo porque aquello era para echar a correr pero, la dignidad del diestro le permitió jugarse la vida de nuevo y, la gran sorpresa no fue otra que, tras acabar con su enemigo de una estocada bellísima nadie dijo esta boca es mía; cosas de Madrid que, muchas veces nadie las entiende. El triunfo más grande de Curro Díaz no es otro que saber llevar un mozo de espadas celestial porque, que nadie lo dude, Curro lleva como mozo de espadas al mismísimo Dios. Lo digo porque escapándose el sábado de aquella voltereta criminal en Madrid, como el pasado lunes en Vic, está claro lo que digo.
Estamos hablando de tres buenos toreros que, para su fortuna, o desdicha, según se mire, los tres han salido en hombros de la plaza de Madrid. O sea que, de matados nada. Pero la empresa quería acabar con ellos y la solución no era otra que enfrentarles a las corridas imposibles porque de tal modo, al no triunfar, no piden; tres menos, pensará Simón Casas.
La torería de Morenito con el capote no pudo verse refrendada con la muleta en sus oponentes porque era imposible; no tenía material y, lo que hiciera, jamás llegaría al tendido. Otra vez está Morenito en la oscuridad pero, la pregunta es obligada, ¿le sirvió de algo cortarle las dos orejas a un toro en Madrid en aquel día de la Comunidad Autónoma, es decir, un dos de mayo de hace pocos años? Si aquello no sirvió, imaginemos ahora.
David Mora hizo un esfuerzo titánico y, lo que es mejor, se le vio muy suelto, sin afanes ni aspavientos. Su forma de torear, es decir, el planteamiento de faena que hizo a sus enemigos, hasta daba la sensación de que los toros eran de Juan Pedro cuando, como pudo ver, la realidad era muy otra. Aquella insípida vuelta al ruedo por su cuenta tampoco le aportará gloria alguna.
El detonante del momento en que se encuentra una ganadería no es otro que, analizar desde cuando las figuras no las matan, con ese dato es más que suficiente para huir despavoridos. Es cierto que, todos los toros que lidian las figuras no todos embisten, pero si uno embiste, cae en manos de las figuras, razón por la que ellos siempre triunfan y, los demás, que se jodan.
La gran pena de la cuestión no es otra que, Curro Díaz, el que ha firmado faenas inolvidables en Madrid, para su desdicha, aquellas no se dieron por la feria de San Isidro. Siempre fueron en carteles de primeros de temporada. La desdicha del torero de Linares no ha sido otra que, su arte, su torería, la que muestra en tantas plazas de España y Francia, le es esquiva en plena feria de San Isidro que, si se me apura, es el único lugar y momento donde un triunfo puede tener repercusión, algo que nadie te asegura porque el año pasado, Juan del Álamo, salió en hombros de Madrid en la feria y no le sirvió de nada.