S.I.18.- Llegamos en la feria a la número 15, la llamada niña bonita, y cuanto antes hay que decirlo, de bonita nada. La corrida resultó de todo menos bonita.

Una corrida de El Ventorrillo, remendada con uno de Valdefresno, desigual en presencia y sobre todo en juego. No fue un juego el lote del primer espada, Curro Díaz, áspero y a la defensiva resultaron ambos cornúpetas, lo que impidió ver al linarense con el capote y poco o nada con la muleta. Del calamocheo al cabezazo, sin humillar y pasando por la incertidumbre, hizo trizas los deseos del de Linares. A salvo dos series con la diestra y la estocada a su segundo. Muy poco para él y para los curristas que se llegaron hasta Las Ventas.

Las verónicas de Morenito de Aranda nos hicieron concebir esperanzas en el segundo de la tarde pero quedó en un espejismo. Las verónicas allí quedaron pero en la muleta la sosería del toro, noble pero sin alma, contagió al burgalés y nos fuimos del poco a nada. Sí debemos recordar que Andrés Revuelta y Pascual Mellinas saludaron en banderillas.

En el quinto, el remiendo de Valdefresno, nos pasó tres cuartos de lo mismo. Buen recibimiento con la capichuela y en la muleta otra vez al sopor. Aquí los aceros los manejó peor Morenito.

La faena de David Mora nos supo a poco pero fue algo... Foto: Plaza1

David Mora disfrutó del de mejor estilo de la ganadería anunciada y con él estuvo decoroso, cumplió el madrileño en la muleta pero no despertó pasiones. La espada y la muerte súbita del toro levantó los ánimos de los presentes que incluso llegaron a pedir trofeo en un buen número, pero insuficiente para concederle la oreja. Le permitió una vuelta al ruedo, eso sí, con protestas en contra. El estoque no había caído en su sitio y eso en Madrid ha de respetarse.

Cuando llegó el sexto ya no se sabía si  esperar algo o cumplir con el pacto, no escrito, de poco a nada. Pues eso pasó. Si no había sido mucho lo visto en el tercero, en el sexto fue mucho menos, casi nada.

El festejo quince dejó ser la ‘niña bonita’ para ser solamente una bonita forma de desanimarse en una plaza de toros. Los toreros pusieron tanto como saben o quisieron, pero aquello al irnos se quedó de poco a nada.