Si analizamos lo que fue el homenaje a Iván Fandiño el pasado domingo en su pueblo, Orduña, cualquiera tiene derecho a deprimirse. El llamado “león de Orduña”, de alguna manera, en vez de rendirle honores por aquello de recordarle como el gran torero que fue y, sin duda, el hijo más ilustre que ha dado la ciudad vasca, aquello tenia tintes de funeral, nunca mejor dicho.

Es cierto que sus paisanos respondieron al homenaje por aquello de llenar la plaza por completo; es decir, los aficionados si supieron estar a la altura de las circunstancias, pero todo lo que rodeó al homenaje en la mañana previa al festejo, aquello rezumaba tristeza por todos los lados.

El busto de Fandiño en su pueblo

De todos es sabido que Fandiño fue un grande entre los toreros, a pesar de muchos, claro está; pero esa verdad nadie la puede esconder, la de su grandeza como torero, sin embargo, los actos en que se descubrió el busto en su honor, -autoría de Sergio del Amo-, parece que estaban boicoteados por muchas gentes. Al margen de Enrique Ponce y Curro Díaz que sí hicieron acto de presencia, ¿dónde estaban todos los toreros que lloraban al malogrado torero el día de su funeral? Está claro que, la libertad que ostentaba Iván Fandiño la pagó con sangre, incluso después de muerto.

Claro que, la ausencia más notable no fue otra que la de Néstor García, el que fuera apoderado del diestro desde el primer día que quiso ser torero, una incógnita que nunca nadie nos despejará. Igual el hombre estaba firmando libros en Almendralejo y, como sabemos, queda lejos una ciudad de otra.

Sergio del Amo junto a su obra, el busto de Iván Fandiño

Faltó la regidora de Orduña, la señora –perdón por lo de señora- Idoia Aginako que, no es que faltara, que ni puta falta hacía, es que impidió que se colocara el busto de Iván Fandiño en la plaza del pueblo que, por lógica, era el lugar adecuado por aquello de que estábamos hablando del hijo más ilustre que ha dado Orduña; pero claro, era torero, de haber sido un asesino de ETA con toda seguridad que su busto se hubiera colocado en las mismas puertas del ayuntamiento. Eso de pertenecer a la izquierda más radical, en este caso a Bildu, da licencia para todo tipo de maldades, entre otras, no reconocer la grandeza de un hombre admirable que paseó por el mundo el nombre de su pueblo, Orduña, algo que nunca entenderá ese aberrante consistorio producto de la llamada democracia. Eso sí, a los asesinos de ETA, como decía, les rinden honores habidos y por haber en un gesto criminal y vergonzoso.

No faltó a la cita, en un gesto que le honra como hombre cabal y aficionado a los toros, el señor alcalde de Tórtola de Henares, Martín Vicente, que era el pueblo donde residía Iván Fandiño por tierras de Guadalajara, al igual que algunos de sus concejales de dicho consistorio.

Otra perspectiva del acto en honor a Fandiño en su ciudad, Orduña

El regalo de los ganaderos estaba envenenado; era la última putada que podían hacerle a Iván Fandiño después de muerto. Qué casualidad que, ninguno de los seis ejemplares que se lidiaron, toros de ganaderías distintas, ninguno sirvió para que se llevara a cabo el toreo. ¿Casualidad? Yo diría que, más bien causalidad. Cómo sería el ganado que ni Ponce pudo triunfar. Curro Díaz se dejó matar para lograr algunas pinceladas de su irrepetible arte.

Como digo, un homenaje lleno de tristeza, de ausencias notables, de rencores despiadados, de aficionados cabales. Pero frente a todo eso, el próximo domingo en Madrid, en su plaza emblema, Las Ventas del Espíritu Santo, se les desvelará un azulejo en honor a Fandiño, justamente, en el lugar más apropiado del mundo, la plaza de Madrid, la que siempre admiró al diestro vasco, la que le vio triunfar y derramar su sangre, todo al unísono, pero con la que mantuvo un romance muy especial hasta pocos días antes de su muerte. Lo que los políticos de Orduña han querido hurtar al que fuera su hijo más significativo, el que paseó el nombre de su pueblo por todo el mundo, como explico, será en Madrid donde recibirá los honores que en vida se ganó.

Fotos: Elcorreo.com