Esta maravillosa fiesta taurina tiene personajes que están más bien ocultos; que siendo parte indispensable de su existencia, no están a la vista. Gente sacrificada y silenciosa que, aparentemente es secundaria pero que, en definitiva es vital, para que los aficionados podamos gozar de las corridas.
El más importante de estos personajes silenciosos es sin duda el ganadero, aquel señor que dedica cada día de su vida a la crianza de ese animal maravilloso, que es el eje de nuestra fiesta, el toro de lidia.
Nadie duda que el trabajo del ganadero sea sacrificado y exigente, principalmente cuando lo hacen con auténtica afición. Porque el ganadero que tiene afición real, que cría ganado de lidia con devoción, será el que lo cuide hasta el minuto en que salte a la arena, será quién jamás permitirá manipulaciones dolosas de parte de nadie, será el que saque a las plazas; toros íntegros, con edad, peso y pitones, será el que busque el toro de verdad.
También, y triste es reconocerlo, hay otros ganaderos que por dinero, permiten cosas denigrantes a la magnificencia del toro de lidia. Los hay que por dinero, permiten manipulaciones, que alteran el peso o la edad de los animales, claro; esos ganaderos son los que, silenciosamente, dañan la fiesta, los que engañan a las masas, los que se pliegan a los pedidos de ciertas “figuras”, sacrificando la dignidad de sus animales y a la larga, su propio nombre y lo más triste, la propia fiesta.
Ahora, en pleno inicio de la temporada española, que seguiremos fielmente desde este lado del charco, es de esperar que la mayoría de los ganaderos sean de los primeros, es decir de aquellos que aman la fiesta, que la sienten en lo más hondo y por tanto, respetan al toro y que, al respetarlo; muestran su respeto por el público.
De los públicos dependerá censurar con su ausencia, las corridas que muestren ser poco serias.
¡Que veamos toros!