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Lázaro Echegaray  
  España [ 06/04/2018 ]  
EL TORO DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN EN SEVILLA
El toro de Sevilla. Ya lo ha comentado nuestro director. Sevilla huele a toro pero cada vez más huele a novillo, esto es cosecha propia de quien esto firma. Sevilla, o al menos un parte de la afición sevillana, defiende un toro de unas características muy concretas entre ellas, la más cuidada, la de las hechuras. Así se lo escuchábamos decir el otro día a Emilio Muñoz, torero sevillano de solera, contrario siempre al toro con dimensiones. El maestro Muñoz se quejaba de las hechuras de los dos primeros toros de Victoriano del Río: salen de tipo, decía. En lo que más insistía el trianero ante los micrófonos y las cámara de Movistar era en que en una fecha tan señalada como Domingo de Resurrección en Sevilla, no se puede llevar un toro así, salido de tipo y con casi seiscientos quilos. Muñoz defendía que Sevilla en sí ya tiene un toro, mermadito, pero que el Domingo de Resurrección tiene otro, todavía más mermadito ¿La razón? El éxito. Es decir, que a Sevilla, y en Domingo de Resurrección hay que llevar un toro que propicie éxitos y que no dé problemas. Sacar al ruedo cualquier otro tipo de toro, es una insensatez. El trianero estaba también enfadado por la de vueltas que tuvo que dar la corrida antes de ser aprobada. Cinco toros no pasaron el reconocimiento por falta de trapío. Hay por ahí aficionados, Dios los asista, que aseguran que por fin la autoridad se había puesto seria. 

Como he llegado tarde a las retrasmisiones taurinas de este año, ver la corrida de Domingo de Resurrección en la televisión me sirvió para asegurarme de que nada ha cambiado. Cuando no hay éxitos, el culpable es el toro. El toro es el gran perjudicado de la fiesta cuando debería ser el protagonista absoluto. Casi imposible encontrar un torero que una vez que haya visto como un toro se le escapa con las orejas puestas se arrime a un micrófono y diga: ‘Se me ha ido, no he estado a la altura’. No. La técnica de defensa es sacar los errores del bicho a relucir, como si el toro fuera inteligente como el torero y tuviera siempre conciencia de que debe embestir bien, de que no debe acostarse, ni vencerse, ni salir desentendido de un capote, o de una muleta, o tener querencia, o no repetir, no ser pronto, no ser largo, no ser fijo. Esta gente ha confundido los papeles y ha dejado de lado aquello de que esto es un lucha entre la fuerza y la inteligencia y que el toro es toro, con sus condiciones en cada caso y que las faenas son faenas, a todos, en función de sus condiciones, no solo a los excelentes, que encima tienen menos emoción que un chicle sin sabor. Todos ellos son magníficos toreros, inmensas figuras, inconmensurables, pero con el toro ad hoc. Cuando el toro se empeña en ser él mismo, la tauromaquia baja, y mucho. Por otro lado, no deja una imagen muy valiente quien se justifica criticando a quien no puede defenderse.

Con más o con menos toro –está claro que cuanto más pequeñito más contentos se pondrán algunos, aunque luego no haya una sola faena de brillo- lo que sí ha quedado claro en esta última edición del Domingo de Resurección es la idea de hacer algo nuevo. Aunque solo sea por la inclusión de Ferrera en el cartel. Ferrera ha sido, nada más y nada menos, que la alternativa a un Morante que quizás ya se aburre de tanta resurrección pero que justifica su ausencia –no era necesario- asegurándonos que somos afortunados porque no se va del toro. Y quizás esto sea verdad. Pero que sea él quien lo diga… 

En cuestión de hierros y resultados, por aquello de los encastes y de la presentación y de los éxitos que deberían ser obligatorios siempre en estas fechas, miro las crónicas de años anteriores. Los de Núñez del Cubillo decepcionaron en 2017; los de Domingo Hernández, fueron flojos y deslucidos en 2016. Los de Victoriano del Río de 2018 tampoco fueron tan malos, pese a que no tenían el tamañito ad hoc para el sitio y el día. En fin, que se exige un hierro, dentro de ese hierro un toro, se selecciona a conciencia, se buscan las características adecuadas para el diestro en cuestión (perdón, figura) y las cosas siguen sin funcionar y ellos se empeñan en seguir culpando al toro. 
 
   
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