Nunca había sentido dolor en los dedos, unos dedos que estaban prestos para escribir la próxima colaboración para la Feria de San Isidro. Dolor que siento ahora cuando tecleo estas líneas que han de reflejar el mejor y mayor homenaje hacia quien hoy representa una pérdida irreparable. La semblanza de su trayectoria profesional y humana, otros habrá que de ellas den detalle. Desde aquí queremos asomarnos a la playa, aquella playa donde se juntaban aficionados y lectores para percibir las suaves aguas que su literatura llevaba; mojaban de sabiduría taurómaca y literaria a quienes las recibían, con lo que representaban, en la práctica, agua bendita. No es de extrañar que haya sido el cronista taurino más leído también por aquellos a los que nos les gustaban los toros.
Otros bautismos, amparados solo en la fe de sus mentiras, reciben cantidad ingente de aficionados en cualquiera de los otros medios taurinos, a salvo honrosísimas excepciones, haciendo comulgar con aquello que no se ve, ya que es fácil, sobre todo en televisión, comprobar como cuentan lo contrario de lo que uno está viendo. Por eso se hacía necesario repasar sus crónicas taurinas en El País para tener constancia de cuanto ocurría en aquellas plazas de las que nos enviaba sus maravillosas crónicas. Si por valor literario las agradecíamos, mucho más lo era por su veracidad y compromiso con la autenticidad del toro y el toreo. Ese era su mayor compromiso; aquel que le llevaba a ser querido por la afición y sistemáticamente odiado por los que de la Fiesta sólo obtienen los beneficios. Hasta en eso, socialmente, estaba con quien debía: con quien paga.
Sí, efectivamente, esos eran los pilares de su compromiso. No gozaba, precisamente, con el favor de los que cobran y viven de esto. Otros, no tienen inconveniente, como también cobran de esto, de ponerse del lado del ganador; siendo esta la mejor manera de estar en el lado de los ganadores. Nunca se preguntaba el nivel de honorarios o el que ocupaban en el escalafón para cantar lo sucedido en el ruedo, dándose la paradoja -comparada con el poder y el triunfalismo- de que era fácil encontrar mejores calificativos y mayores elogios para toreros postergados, pero toreros, que para otros con ínfulas de figuras. Esa contradicción traía a mal traer al taurinismo, quienes nunca pudieron horadar su independencia y honestidad. Todos éstos, recibían sus crónicas levantando muros como acantilados para que les mojaran sus atinados criterios y verdades, recibiendo, sintiendo, por ello el golpear incesante de sus aguas chocar violentamente contra la posición enrocada que adoptaban. ¡Necios! Con lo relajante que era recibirlas acomodado en las finas arenas de las playas.
Pero para muchos es la enseña, el espejo donde mirarse. Por ello, su marcha física solamente debería de representar la marcha de un buen hombre, de un buen aficionado y escritor de sus verdades. Otros habrá que cojan el testigo que tan hondo deja entre la afición verdadera. Si difícil se hará no volver a ver su cálida imagen de hombre bueno en los bajos del 10 de las Ventas, más difícil será abrir el periódico y no encontrar su inimitable forma de contarnos lo que en las plazas acontecía. Cabe esperar que la dirección de El País valore en su verdadera dimensión lo que representaba la página de La Lidia que en estos veinticinco años dirigió Joaquín, sin cederla al enemigo. Esa página ha de merecer un respeto. Tanto que sus lectores, -por lo menos los taurinos, ya que los literarios será imposible de cubrir- puedan seguir siendo los mismos. Si se cambia de acera, se habrá faltado el respeto a su memoria, siendo ésta lo mejor que nos deja, impregnada de la sensibilidad, honestidad y verdad torera.
Cuando menos la línea habrá que mantenerla y protegerla. Alguien se hará merecedor y responsable de sucederle. Pero nunca otro que ya esté en el bando contrario al de Joaquín. Su lucha y su batalla no debe haber sido en balde. Con mucho, ha sido la página más independiente y más beligerante con los tejemanejes de la Fiesta. Gracias maestro Vidal.
Los dedos, poco a poco, han dejado de doler. Ha bastado con escribir de lo que amas: por encima de todo, la verdad. Al tiempo, un sentimiento ha ido reconfortando el estado de ánimo. El golpe brutal de la noticia, ha ido dejando paso a la esperanza; esa esperanza que ha de suponer el mantener viva la llama de su honradez profesional y del amor a una Fiesta limpia, donde el arte recree sus mejores momentos y no las sombras que la ennegrecen y acechan. Cabe sólo decir, parafraseando al maestro cuando decía “Las vacas enviudan a las cinco”, que los aficionados enviudamos en Abril. Hoy nos dejas viudos y huérfanos, mañana El País, confiamos, no nos deje en la miseria moral que abunda en el periodismo taurino. Descansa en paz, maestro.
