Decía Oscar Wilde que él lo podía resistir todo, menos la tentación. Sé que nuestro amigo Pla Ventura homenajeaba a Rafael de Paula con motivo de su cumpleaños, la semana pasada. No he podido resistir la tentación de hablar de Paula yo también, paulista empedernido. Quizás la querencia a Paula venga dada por ser el torero al que menos he visto torear y, sin embargo, el que más me ha cautivado, el que más me ha hecho sentir, el que más hondo me ha llegado. Yo soñé a Paula en un rincón de sur, en un atardecer violeta, las palmas por bulerías en las tablas del tendido. Y es que Paula es jondo como el cante de su gente, tiene el duende de la raza de bronce y como dice el cante: “Torea al natural lo mismo que Manuel Torre cantaba por soleá. Y cuando le da la gana, perfila, con el capote, la seguiriya gitana”. Sin él saberlo, Paula se ha convertido en el paradigma final de eso que se ha venido a llamar la tauroflamencología. Concepto que pronto se verá reducido a la palabra, a ecos del pasado, a lo que fue y ya no será. Ya no quedan toreros como Rafael y José, como Cagancho, Gitanillo y Albaicín; el toreo gitano parece morir con Paula y es una pena.
Lo que más me ha gustado siempre de Paula es que su toreo era el flamenco puro, el cante llevado al ruedo. Paula es Jerez y el barrio de Santiago, es San Miguel y el cante por bulerías, Paula es la soleá en la madrugada, quebrando en la cintura su quejío. Un día vi a Paula en su Jerez, no hace demasiado tiempo, ya al final, las rótulas machacadas y la plaza abarrotada por los flamenquitos todos. Las verónicas de ensueño, largas, cadenciosas, pétalos de rosas y amapolas, manjares exquisitos en el hocico del toro. Y el mundo se viene abajo y del burladero salen Ubrique y Rivera a besarle, a abrazarle, a reconocer que la magia del capote sigue siendo patrimonio del gitano. Y los tendidos locos, el todo Jerez, el cante, el baile y el toreo, palmas por bulerías de su gente que lanzan al cielo palomas blancas para que avisen a los ausentes que hoy ha triunfado Rafael, y el arte calé con él. Que te canten Rafael, por soleá los gitanos, las cabezas levantadas y los ojos entornados. Yo aún sueño a Paula en su rincón del sur.
Cuentan que cuando en el campo le vieron torear por primera vez, todos los profesionales presentes quisieron apoderarlo ¿Conocían ya su espíritu artista, su vida bohemia? Y es que Paula ha sido el torero bohemio, el de hoy sí y mañana ya veremos, el torero artista por definición, el torero genial, el del tarro de esencias más chiquito, incluso más que el de Curro. Pero ya saben ustedes que las fragancias buenas vienen en frasco pequeño. Otro bohemio como Paula fue Bergamín, que le dedicó, para él solito, “La música callada del toreo”. Según el maestro de Jerez, el poeta le enseñó a vivir. Se lo contaba a Joaquín Vidal en memorable entrevista, después de aquella faena en Madrid al toro de Benavides. “Para mi una aspiración en la vida era – le dice al periodista-, ¿qué le diría podría ser?, hoteles lujosos, vivir en un palacio, en la puerta un rolls, todo eso que se puede tener con dinero. Y Bergamín, que pasó alguna fatiga en su vida, que no utilizaba su intelectualidad para comerciar con ella, me enseñó la belleza de un jardín tranquilo, del silencio, de un pájaro volando en una mañana de sol; me enseñó a ver el valor de la rectitud y la bondad, y que el estado perfecto del hombre es cuando decide vivir en paz consigo mismo”. Bergamín no hizo un bohemio sino que sacó a la luz la bohemia que todo artista lleva dentro. Hoy Paula vive retirado en un jardín tranquilo, resguardado en el silencio y observando los pájaros en las mañanas soleadas del sur. No necesita más porque así es feliz. Te lo cuenta su gente de Jerez, vecinos del barrio de Santiago, gitanos a los que se les iluminan los ojillos sólo con hablar de él. Paula es querido en su tierra. Tiene la gloria, el reconocimiento y el calor de los suyos ¿se puede pedir más?.
No hace una semana toreábamos de salón en la plaza de toros de Illumbe. Rafael Cañada, matador de toros, banderillero en la actualidad, me enseñaba los distintos modos de coger el capote que han tenido cuantos maestros han sido. Manejar el capote con las palmas o con los nudillos, la altura de las manos, el juego de los brazos, según tal o cual torero ¿Y Paula?, le pregunté. Déjalo Lázaro, ese es otro cantar, ¡eso ya es la ostia!, con perdón. Les dejo, para terminar, unos versos de Benito Pérez al maestro gitano, en ese libro de poemas que tituló “Crónicas líricas de Rafael de Paula”.
Paula no es contradicción
siendo lo contrario a todo.
Es sencillamente un modo
distinto de inspiración.
Carisma y revolución,
estilo, garbo y solera.
Es la forma y la manera
de interpretar un gran arte
que no se da en cualquier parte,
sí en Jerez de la Frontera.
Benito Pérez. (Crónicas Líricas de Rafael de Paula)