Hay muchas cosas, que inciden en que el publico vaya a los toros o simplemente se aleje. Comencemos por lo mas elemental.
La plaza de toros, si esta es portátil, debería al menos y con mucha razón, presentar maderas que estén fuertemente fijadas, bien pintadas, y que no den la impresión de que están podridas y menos aun inseguras. No se acepta que un toro saque el burladero de cuajo, ni haga temblar el ruedo con un remate en tablas. Eso es sinónimo de un mateo o mediocridad a la hora de armar el ruedo. No se compagina el costo tan elevado de alquiler de una plaza portátil con su presentación.
Luego, la autoridad en el ruedo, debe ser un alguacilillo, vestido de negro a la usanza española, o mejor aun de liqui liqui y sombrero de pelo de guama, si deseamos comenzar a tener una propia idiosincrasia taurina nacional (en México, el alguacilillo se viste de charro). No debe ser nunca aceptable por ningún aficionado en una portátil, que a un matador de toros, el premio se lo entregue un subalterno.
La autoridad de plaza, así como los alcaldes, que son los que a fin de cuentas hacen el aporte económico, deberán dejar la alcahuetería, y ponerse los machos, para poder darle categoría al espectáculo y sobre todo demostrar que son taurinos de verdad.
El ruedo, debe estar en buenas condiciones, totalmente aplanado. Nunca debe presentar grietas, y mucho menos, charcos.
Las cuadrillas, deberán estar vestidos decorosamente.
Las ganaderías, ya no colocan las divisas identificativas a sus toros.
El toro, deberá presentar trapio, o presencia de un animal totalmente desarrollado, con morrillo y defensas intactas. Es inaceptable, el novillote adelantado, sin lograr desarrollar ni siquiera un morrillo presentable, y menos aun que tenga las defensas disminuidas. Para de esta forma evitar la fiebre de indultitis y el ”infanticidio” con reses menores de edad. En fin, un matador deberá lidiar de acuerdo a su categoría, para poder diferenciarlo de los que no tienen la alternativa.
Un programa oficial decente, que al menos informe quien torea, que ganaderías, toreros y cuadrillas asisten, y de esa forma no aceptar los cambios de ultima hora. Lastimosamente, Venezuela, y en ella englobo a los aficionados nacionales, esta pasando por un bajo nivel de exigencia, un alto nivel de conformismo, y un miedo a reclamar por lo que uno considera es la justa retribución a un dinero erogado.
El empresario, deberá buscar la forma de no cometer tantos errores en la organización de un festejo, para así no terminar alejando a la poca afición que hace el sacrificio de pagar las entradas. Claro cuando no se las regalan.