Cuando hace pocas fechas El Tribunal Constitucional demostraba que la prohibición de los toros en Cataluña era un acto ilegal y que, por tanto, podrían celebrarse corridas de toros en la Ciudad Condal, así como en todo el territorio catalán, como si de un sueño infantil se tratare, todos nos frotábamos las manos al pensar que, ante todo, la justicia había hecho su labor demostrando la maldita arbitrariedad de los políticos catalanes que prohibieron la fiestas por sus cojones.

Al respecto, ciertamente, la alegría nos duró muy poco; es más, hasta se acrecentó la tristeza puesto que, por ejemplo en Baleares, los salvajes que allí dirigen las islas, nos asestaban otro golpe bajo prohibiendo las corridas de toros en todas las islas.

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Cataluña y Baleares, la prueba fehaciente de la clase de sus mandatarios que, malvados hasta decir basta, se han cargado una tradición que perduraba por siglos. Esos grupos minúsculos de seres apestosos que han aparecido en el último lustro, como se ha demostrado están dando que hablar; jamás harán nada por el ser humano como tal, pero destrozar todo lo que existe, en eso se han  convertido en verdaderos especialistas, ahí están las pruebas en lo que a la fiesta de los toros se refiere.

Uno siente pena por Cataluña y, de forma muy concreta por Barcelona porque, como miles de veces dije, la Monumental barcelonesa es la plaza de toros que más espectáculos ha dado en el mundo desde el día que se inauguró. De forma infantil, como decía, hasta creía que podrían ser una realidad que los toros volvieran a Barcelona. Claro que, lo que yo no sospechaba, ni nadie, es todo lo que se avecinaba en Cataluña pocos meses después de que El Tribunal Constitucional nos diera la razón.

Mientras nosotros, como aficionados y seres de paz abogábamos por la fiesta de los toros en Cataluña, sus dirigentes estaban en otra cosa que, como se demostró, una vez más, de forma ilegal, hasta declararon la independencia con España. O sea que, un imposible querían hacerlo realidad; bueno, ciertamente, hasta ellos se lo creyeron. Menos mal que, el Gobierno de España, en un gesto lleno de solidaridad para con todos los que no piensan en destruir dicha comunidad, aplicó el Articulo 155 de nuestra constitución, al tiempo que la ley encarcelaba a unos delincuentes que se habían saltado la ley; claro que, el verdadero adalid de desastre, como dice un aforismo popular, “maricón el último” emigró a Bélgica, burló a la justicia y, el muy sinvergüenza, desde allí sigue siendo el punto de mira de todos los medios informativos.

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Fijémonos si somos infantiles los aficionados a los toros que, pensando en que volviera la fiesta a Cataluña, mientras nosotros albergábamos dicha ilusión, los anarquistas que dirigen el pueblo catalán, con su TV3 al frente, se saltaban todas las leyes habidas y por haber, se burlaban de España, nos asestaban un golpe de Estado y, para colmo, querían que les pidiésemos perdón. Qué pena que no esté en vigor la ley de vagos y maleantes puesto que, era ahora cuando debería de haberse aplicado a dichos mandatarios. Por cierto, dicho sea de paso, en Cataluña no habrá toros nunca más, es verdad; pero de igual modo jamás tendrán paz y, al paso que van, hasta dejarán de tener trabajo porque si tres mil empresas se han marchado de Cataluña, el dato es para tener en cuenta.

Pobres catalanes que nos quieren la independencia; y digo pobres porque conforme tienen planteado el asunto, de forma inevitable, terminarán –y no tardarán mucho- enfrentándose unos con los toros propiciando una guerra civil entre ellos que les abocará hasta la muerte, la desolación y, como en Venezuela, hasta el hambre. El pueblo catalán tuvo en sus manos el remedio para todos sus males mediante las urnas; pero aunque ganara las elecciones la señora Arrimadas de nada le ha valido porque los grupos golpistas, sumados, son mucho más que los que quieren la paz y el bienestar.

Que no les pase nada a lo que podían haber solucionado el problema pero que, asustados, no tuvieron el valor para decirle al pueblo que estaban hartos de sus mentiras y patrañas. Ahora, que afronten las consecuencias. Para colmo, “el belga” les quiere dirigir desde allí porque no tiene cojones para venir a España y rendirle cuentas a la justicia. Y mientras todo eso ocurre, nosotros, como niños que piden un caramelo, soñando que haya toros en Cataluña.