El pez grande se come al chico, he aquí uno de los refranes populares, es decir, un atisbo de la sabiduría del pueblo, la que no miente y a su vez tanto nos enseña. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo. Días pasados, con motivo de la tercera corrida de la temporada mexicana, dentro del llamado Embudo de Insurgentes Enrique Ponce cuajó otra sublime faena, pero en el toro que previamente había regalado, algo que, para los aficionados, como tales, seguro que celebraron con desmedido gozo.
En toda América, la moda del toro de regalo es algo muy extendido; es decir, ocurre una tarde sí y otra también. Repito que, para los aficionados, miel sobre hojuelas. Pero aquí tenemos al pez grande que se ha comido al chico. En dicha corrida en La México, cierto es que los toros nos valieron para nada y, lo peor de todo es que como ocurre en dicha plaza, los animalitos que allí se lidian apenas tienen el más mínimo trapío. Digamos que, en la citada corrida, ninguno de los seis toritos que salieron por chiqueros ayudó en nada para el triunfo de los toreros; fijémonos que, ni el mismo Enrique Ponce lo pudo conseguir; ¡cómo serían los animalitos!
El magisterio de Enrique Ponce salta a la vista
Pero al margen de ello, Ponce jugó con ventaja. Sabía que en chiqueros había un toro de Teófilo Gómez con toda la pinta de embestir. Es cierto que, dicha apuesta no siempre sale bien pero, cuando sale, caso de Enrique Ponce en el citado festejo, las ovaciones todavía son mayores y a poco que embista el animal el triunfo está más que asegurado. Los corazones de los aficionados se han reblandecido convirtiéndose en pura mantequilla, hasta el punto de que, el lidiador del toro de regalo tiene todas las papeletas del mundo para salir triunfador en una tarde condenada al fracaso.
Este fue el caso de Enrique Ponce al que nadie le discutirá su torería tras treinta años como matador, pero supo asirse al carro de los vencedores; es decir, de aquellos que pueden pagar un toro para regalárselo a los aficionados que, como pudimos ver por la televisión, éstos le respondieron a Enrique Ponce con mucho más fervor que en sus mejores tardes. Suerte que tengas que el saber poco te vale y, si para colmo, además de valer tienes dinero suficiente como para permitirte pagar un toro para obsequiárselo a los aficionados, el triunfo es mucho más sencillo.
Loas de alabanza para Enrique Ponce que, como decía, ha sido tan generoso como para regalar sus emolumentos crematísticos que no serían ninguna broma, a los damnificados del terremoto que asoló una parte de México. Lo cortés no quita lo valiente, este es el caso de Ponce que, aunque lograra triunfar por medio del poder que ostenta, nadie le podrá discutir su dádiva generosa a favor de los necesitados de tan cruel terremoto.
De igual modo no podemos obviar que Enrique Ponce ha sido galardonado con el Premio Nacional de Tauromaquia, algo por lo que le damos la enhorabuena; primeramente por lo que a su persona concierne y, acto seguido, para lo que supone la grandeza de nuestra maravillosa fiesta nacional, ahora tan vilipendiada por distintos sectores de la sociedad que, ni saben de toros ni de seres humanos de ahí que, dicho premio, el que ha recibido Enrique Ponce, es el premio de todos los aficionados que, sin lugar a dudas, nos sumamos a dicha fiesta, la que ha sentido Ponce en su alma y la que hacemos nuestra con todo el gozo del mundo.
Foto: Muriel Feiner
