El Salón Mudéjar estaba abarrotado, una auténtica joya de la época. En realidad, Jaén, es todo un monumento. Los chicos de Alimón, artífices del evento, lograron un éxito sin precedentes. Lo merecen como nadie puesto que, el ardor que ponen en sus múltiples eventos taurinos es digno de todo encomio.

Jacobo Herrera hace la presentación del acto
Ellos, Alimón, Jacobo Herrera, Fernando Caro y Antonio Lendinez son el prototipo de lo que debería ser la juventud actual en su conjunto. Podría nombrarles a todos pero, por Dios, no quiero caer en el pecado del olvido al respecto de alguno de ellos y, como se sabe, me apoyaré en Jacobo Herrera, apenas un chaval con una sabiduría enorme que, con los citados Fernando y Antonio, forjaron la idea de un evento que se saldó con un éxito de clamor.
Allí me cupo la fortuna de estar, en el salón referido compartiendo cartel con Juan Mora, un lujo para todos; pero más que nada para mí que, en mi condición humilde de “notario” de la más bella realidad, la que dicha noche vivimos, me colmaron de alegría los citados chavales que pensaron en mi persona para conversar en vivo y en directo con Juan Mora.

Fátima Latorre en su interpretación musical
Recordemos que, Juan Mora estuvo al borde de la muerte por la gravísima cogida que sufrió en Jaén, creo recordar que en el año 2001 y, dicha circunstancia, pasados los años no le ha quitado el humor y no guarda resentimiento alguno a dicha plaza, lo que certifica la grandeza de este artista admirable.
Sonaba el violín de Fátima Latorre en que, con sus notas desgranando el pentagrama con Cinema Paradise de Ennio Morricone, al unísono con la palabra de Jacobo Herrera, entre ambos, hicieron una presentación magnífica del acto; allí se respiraba un ambiente cultural digno de envidia para cualquier ciudad que se precie de tener una juventud tan admirable como la jienense. Si Fátima nos extasió con su violín, la palabra de Jacobo brotaba del fondo de su corazón para que, el gentío que abarrotaba dicha sala sintiera, ante todo, el primer aguijonazo en sus almas. Aquello iba en serio.

Juan Mora con los miembros de Alimón
Confieso que, junto al maestro Juan Mora, como les sucediera a los allí presentes, quedamos todos extasiados de placer. La música, como primer sedante de la noche nos invitaba a lo mejor, en este caso, a escuchar la palabra de Juan Mora que, si como artista en los ruedos es excepcional, en la calle y, en dicha ocasión, ocupando aquella tribuna, su palabra nos conmovió a todos. La sencillez, la calidez de su oratoria, la fluidez de sus palabras brotadas todas del fondo de su corazón, una a una, iban calando entre aquellos aficionados que, ahítos de placer, nadie se movió de su asiento y, lo que es mejor, el maestro logró que reinara un silencio sepulcral para que su voz se escuchara como el más bello trino de un pájaro cantor.

El maestro Juan Mora en el uso de la palabra
Juan Mora abogó, como no podía ser de otra manera, por la gran causa del arte, por la liturgia del toreo, por la belleza de algo tan maravilloso como eterno, el arte frente a un toro bravo; algo que él sabe mejor que nadie, razón por la que lo expusiera con cariño, con ternura, con saber y sabor. Entre tanta palabra hermosa, Juan Mora, de vez en cuando nos regalaba algunos silencios afrodisíacos que nos permitían tomar aire para seguir con aquella sinfonía de la palabra de la que todos quedamos embriagados.
Como quiera que el arte fuera el fundamento esencial de aquella noche inolvidable, Mora, en su calidad como ser humano hasta nos permitió hacer un guiño hacia Curro Díaz, el artista linarense, triunfador absoluto de la feria de San Lucas en la ciudad en la que nos encontrábamos. Una ovación selló nuestras palabras en honor al artista de Linares.

Allí pudimos compartir cartel con el maestro Juan Mora
De igual modo, como quiera que nos acompañaba Pepe Ibáñez, el hombre que más sabía de la vida y obra de Rodolfo Rodríguez El Pana, en su honor pudimos contar algunas de las múltiples anécdotas que adornaron la vida del inolvidable diestro de Apizaco, lo que provocó la ovación del respetable honrando la memoria del más genial de los toreros que habíamos conocido.
El acto parecía interminable; pero es que nadie quería que aquello terminase puesto que, lo confieso, habían allí demasiados argumentos como para que nadie se aburriera; todo lo contrario porque las caras de felicidad que allí veíamos solo denotaban felicidad y dicha al más alto nivel. Hasta Noelia Jiménez, a modo de un video que nos envió se quiso sumar al evento para dedicarle unas palabras hermosas a Juan Mora.

Esta foto habla por sí misma
Tras la disertación, Juan Mora, lógicamente era la figura, el que conmovió con su palabra y con el que todo el mundo quería tomarse una foto. Nadie tenía prisa; allí reinaba la felicidad y los aficionados presentes, como explico, si previamente habían disfrutado con la palabra del diestro de Plasencia, ahora querían inmortalizarse tomándose fotos con el maestro, algo tan lógico como hermoso.
Yo me limitaba a observar que, en definitiva, es una forma de aprender y la carita de Jacobo Herrera como sus compañeros irradiaba una luz desmesurada, la que brillaba en sus rostros y, sin duda, la que guardaron dentro de sus corazones dichosos y felices. Alimón, como organizadores, todos juntos lograron un éxito sin precedentes.
Antonio Lendinez cerraba el acto con sus palabras, al tiempo que agradecía al maestro su gloriosa presencia en Jaén. No hizo falta preguntar a nadie por el evento porque, todos, sin distinción, eran sus ojos los que les delataban. Cuando alguien sale de un evento con una sonrisa en sus labios, sobran todas las preguntas; el triunfo estaba servido.
Fotos: Pepe Tébar