Fijémonos cómo está el toreo en la actualidad que, por ejemplo, en el caso de Juan Mora, en esta temporada que ahora termina, solo los aficionados de la “África” taurina, es decir, en la ciudad autónoma de Melilla, en su bellísima plaza denominada como La Mezquita, donde Juan Mora enardeció a los aficionados con su arte. Como digo, una pena, un sacrilegio, un crimen que se nos prive de ver impartir lecciones de torería por parte de Juan Mora, algo que disfrutan los aficionados de cualquier lugar del mundo.
Tratar de silenciar a Juan Mora, esconder su arte, no es otra cosa que atentar contra la propia tauromaquia y, lo que es peor, a su fundamento que no debería ser otro que el mismo arte. Como vemos, la mercadotecnia le ha ganado el pulso al arte, Juan Mora es el ejemplo de lo que digo. De todos es sabido que, dentro del mundo de los toros, en sus innumerables espectáculos que se celebran todos los años en España y Francia, sin tener que irnos hasta América, siempre hubo cabida para los artistas; en realidad, así debería ser y, la prueba no es otra que, entre otros, Curro Romero, jamás dejó de torear, poco o mucho, o quizás lo que él quería, pero su arte era siempre patrimonio de los aficionados.

La expresión más pura del arte en las manos y sentidos de Juan Mora
He puesto a Curro Romero como estigma del arte, razón por la que en la actualidad, Juan Mora debería de haber sido el heredero de dicho trono puesto que, me sobran dedos en una mano para contar a los grandes artistas que en la actualidad podrían ser herederos directos de tan noble arte. Entiendo a los empresarios que pretendan ganar dinero, cuando más, mucho mejor; pero ese mismo dinero con el que sueñan, sustentado por el arte podría ser incluso mucho más cuantitativo. Ellos se lo pierden porque la contratación de Juan Mora, en cualquier cartel sería garantía de éxito.
Nuestro respeto más absoluto para todos los toreros del mundo que, todos, sin distinción, se juegan la vida frente al toro. Pero ese mismo respeto crece de forma desmesurada ante un torero de la talla de Juan Mora porque, además del valor por aquello de jugarse la vida, su labor se convierte en arte puro, es decir, la sublimación por la que soñamos todos los aficionados. Torear lo hacen muchos; dar pases, otro tanto de lo mismo; mentirle a los públicos, la gran mayoría pero, amigo, eso de crear arte en su más pura acepción del mismo, eso queda para Juan Mora y ese reducido elenco de privilegiados que, del arte, a diario, construyen un monumento.

El cartel anunciador que nos revela que, Juan Mora estará en Jaén.
Si analizamos, lo de Juan Mora es puro misterio o, si se me apura, un milagro cada temporada; sin apenas torear y, al concluir la temporada, con una sola actuación del diestro de Plasencia, nos basta y nos sobra para reencontrarnos con el arte, para proclamarlo a los cuatro vientos, pero sentirnos saciados por esa vorágine maravillosa que, a modo de toreo eterno, ha brotado de sus manos y sentidos.
Es cierto que, Juan Mora, como artista de la tauromaquia tampoco necesita torear “mil” tardes cada temporada; fijémonos si su arte es grande e inmaculado que, con una actuación le ha bastado y sobrado para que cualquier aficionado, en el lugar que fuere, se le recuerde con admiración y, ante todo, responsabilizándole de que, en su persona, el arte puede ser posible; y lo es porque, en realidad, Juan Mora es el mismísimo arte.
Foto: Melillatoros