Deberíamos de contarles a todos los mal nacidos de este mundo, los que de la irresponsabilidad hacen un modo de vida cuando critican con saña al mundo de los toros que, dicho espectáculo es bello por donde se le quiera mirar y, además, del mismo, como sucede con Azpeitia, hasta se recaudan fondos para los más pobres del lugar.
Azpeitia, como digo, es todo un referente para el mundo de los toros pero, para TODOS; es decir, para dentro y para fuera; para taurinos, aficionados, profesionales y, ante todo, para los antitaurinos que, ignorantes en materia, desconocen la grandeza que produce la propia fiesta de los toros, incluso arte al margen.

La plaza de toros de Azpeitia en su última feria
La plaza guipuzcoana nos sigue recordando que, con altura de miras y profesionalidad, hasta en un pueblo la fiesta es rentable económicamente dicho. Azpeitia deja con las posaderas al viento a muchos empresarios de pueblo que hablan de ruina económica cuando, repito, en un sitio humilde como el citado, se paga de forma religiosa a los ganaderos, a los toreros, los impuestos, todo lo habido y por haber y, para colmo, se les hace un regalo espléndido a Cáritas y a las Monjitas del lugar.
Tengo un dato tremendamente revelador al respecto de lo que perciben los toreros en Azpeitia. Me contaba el torero más humilde que toreó en dicha plaza que, tras recibir sus emolumentos, con dicho dinero, podría vivir todo un año como el primer trabajador honrado del mundo que se precie. El citado es el que menos cobró, los demás, como se supo más tarde, percibieron sueldos que ni siquiera nunca habían soñado en plazas de muchísimo mayor nivel. Así es la fiesta cuando se organiza con grandeza, honradez, talento y pasión por haber las cosas como Dios manda. Joxín Iriarte sabe de lo que hablo.
De la grandeza de la fiesta como arte he hablado miles de veces pero, ahora, con motivo de Azpeitia, de sus logros artísticos, de su éxito a todo nivel y de su sentido solidario para con los más necesitados, la fiesta de los toros, como tal, es un manantial de beneficios que redunda siempre en beneficio de los demás.
Convengamos que al Estado español, la fiesta no le cuesta ni una peseta; es decir, ocurre todo lo contrario, de las entradas que compramos los aficionados a los toros, los empresarios pagan al fisco de España varios millones de euros todos los años para que con dicho dinero, hasta se beneficien todos aquellos estúpidos y asquerosos que denigran la fiesta de los toros.
Es cierto que, el Estado financia cada año auténticos bodrios cinematográficos para deleite de esos que se llaman artistas y, nadie lo critica. En los toros, como explico, sucede todo lo contrario y, de nuestros impuestos como aficionados subvencionados a muchos malhechores, separatistas, delincuentes, gandules, gentes de mal vivir y, para colmo, nos siguen criticando. Fijémonos cómo será la cosa que, por ejemplo, esos delincuentes separatistas catalanes, como argumento, decían que se les aplicaba una ley franquista para evitarles la declaración de independencia. ¡Qué estúpidos! Su suerte es que no conocieron a Franco puesto que, de haberlo conocido hubieran sabido lo que vale un peine.
Lo dicho, la fiesta de los toros es un manantial de beneficios por todos los lados, que se lo pregunten a la empresa de Madrid, por citar una plaza pública. Recordemos que, como antes decíamos, Azpeitia, una plaza humilde, pero grandiosa en todos los aspectos, además de pagar con grandeza a los toreros, paga sus impuestos de forma religiosa y, para colmo, todavía quedan beneficios para entes solidarios. ¿Cabe grandeza mayor?