Lamentando el percance, que gusto da ver a un torero, como en este caso Serafín Marín en Valdemorillo; no intentar vender nada, ni con su toreo, ni siquiera con un percance, -que sufrió en el tercer toro y que no le privó de terminar la corrida- sin darle ninguna importancia al mismo.
La verdad, es que como decía al principio es una pena por el percance, aunque gracias a Dios no tuvo graves consecuencias, pero nos sirvió para ver como Serafín no quiso que su compañero Ferrera le pusiera un corbatín, cuando todavía no se sabía la magnitud del percance, simplemente Marín no quería dar pena ni quería vender el percance, Serafín sólo quería volver a la cara del toro para ganarse, como él sabe hacer, con su buen toreo el triunfo sin tener que utilizar otras artimañas.
Espero, que este pedazo de torero, tenga un poco más de suerte en los sorteos y podamos disfrutar los aficionados de algo que todavía nos tiene escondido el bueno de “Sera”, que es su toreo de calidad y sentimiento, ya que debido a las prisas por llegar arriba, son los arrimones lo que más conocemos de este torero, pero os puedo asegurar que en Serafín Marín tenemos un torero que torea pero que muy bien, y además es posible que sea uno de los tres matadores de alternativa que mejor torean con el capote, en fin, tiempo al tiempo, que todo llega.
Todo esto, me hace recapacitar sobre un estado natural del torero, que no es otro que ese, ser o parecer torero, ya que en estos días he tenido la suerte de ver muchos novilleros en distintos festejos y bien es cierto que hay algunos que andan por la plaza igual que fuera de ella y lo que es más importante, actúan o mejor dicho no actúan en la plaza, sino que realizan su toreo de la forma más natural posible, resultando agradable para la vista.
A la cabeza, me venía otro Marín, en este caso Sergio, que en estos días tuve la suerte de verle torear en Vistalegre y la verdad es que le vi ante un novillo a modo, pero con el capote le pego varios lances a la verónica que desde Cepeda con el toro de Elizondo en Madrid y algún que otro lance perdido por el trastero de la retina, no veía embarcar echando el capote adelante, cargar la suerte y llevar toreado hasta atrás, cómo se lo volví a ver a Sergio el otro día.
Que sirva todo esto, para ver que algunos novilleros son como son, naturales y toreros, pero en cambio hay algunos circulando por el escalafón, que se preocupan más de las posturas que de torear de verdad (y es que el espejo de Morante es muy grande), pero no se dan cuenta de que el maestro de la Puebla no interpreta, simplemente es ÉL.
El toreo es un arte, el arte surge del sentimiento y el sentimiento tiene que ser innato, nunca forzado, por eso cada uno tiene que ser cada uno y nunca intentar ser otro diferente, porque al final esa situación sería forzada y eso se nota mucho en la plaza.