En menos de un lustro hemos pasado de ser héroes a villanos. Lo digo en el sentido de que hace muy poco tiempo el torero era un hombre admirado y venerado, como no podía ser de otro modo por aquello de tener arrestos pagar jugarse la vida delante de un toro. Era algo muy arraigado en la sociedad española puesto que, como no podía ser de otra manera, al torero le considerábamos un ser superior que, en realidad, lo es. Claro que, lo que no sospechábamos nadie es que las corrientes mortecinas que nos abocan al precipicio, como primer envite, éste no podía ser otro que los toros. Entre los llamados partidos animalistas, de repente, como si hubiésemos apretado un resorte, ser taurino es poco más que un crimen; ¡qué digo un crimen, mucho más!

Este es el animal más bello del mundo, por ende, el mejor cuidado

Me consta, porque así me lo han manifestado algunos diestros que, por ejemplo, para matricular a sus hijos en los colegios no han tenido valor para decir su profesión y han dicho que son empresarios, sin más. Y viene todo a colación porque los hijos de los toreros son increpados, acosados y arrinconados en los colegios por profesores y los propios alumnos, algo que ha ido creciendo en su maldad por culpa de las llamadas redes sociales que tanto daño le están haciendo a la humanidad que, a no dudar, en breve, lo pagaremos carísimo porque de ahí nacerán –yo diría que ya han nacido- todos los males que azotan a la sociedad actual en la que, para nuestra desdicha, unos pocos quieren tener razón sobre la auténtica mayoría.

Claro que, algunos diestros de menor renombre podrán camuflar su profesión pero, ¿qué será de los hijos de Enrique Ponce cuando vayan al colegio? No, no quiero ni pensarlo. Lo digo porque eso de tener un padre famoso, lo que toda la vida era el orgullo para cualquier hijo, ahora se ha tornado un acto criminal y alevoso en que, los hijos tienen que sufrir la saña de tantos desalmados. O sea que, por culpa de una maldita minoría no podemos vivir en paz la gran mayoría. Fijémonos cómo está el mundo que, ahora, si dices tener un perro, te apuntas a Podemos y si para colmo te declaras maricón, tienes el respeto y la admiración de todos; eso sí, pobre del que diga que es hijo de torero. Y cuando digo de “todos” me refiero a esa pandilla de sinvergüenzas, golfos y gandules que no tienen otra meta en la sociedad en que vivimos, que difundir la maldad que sienten hacia la sociedad en que viven por las apestosas redes sociales.

Que  alguien me explique ¿dónde está la violencia en los toros? Por mucho que me esfuerzo no logro saberlo. El Partido Animalista, por ejemplo, debería de saber que se cría durante cinco años un toro a cuerpo de rey para que muera como un héroe en una plaza de toros. ¿A qué otro animal se le concede tal lisonja? El resto de los animales se crían de mala manera y mueren todos a traición y sin privilegio alguno. Luego, claro, nos los comemos. Pero de eso no dice nadie nada.

La violencia, como se demuestra a diario, está por ejemplo en los estadios de fútbol en que, las lenguas de doble filo disparan los epítetos más horribles para que los niños aprendan la maldad; y que todo quede en palabras por muy horribles que sean puesto que, disturbios al más alto nivel los encontramos en los campos de fútbol puesto que, como sabemos, hasta ha habido muertos por las disputas entre aficionados.

Pensar, como digo, que hace una década, apenas nada, los aficionados a los toros se nos consideraba lo que somos, personas normales que jamás le hicimos daño a nadie y, de pronto, como antes sentenciaba, somos unos apestosos. Ilusos de nosotros que difundíamos la cultura mediante el arte del torero en una plaza de toros y, como se ha demostrado, de artistas hemos pasado a que se nos considere asesinos como le dijo un día un tipo asqueroso llamado Risto Mejide a Julián López El Juli.

Al parecer, con esa condena nos toca vivir porque no veo la solución por lado alguno puesto que, desde los altos estamentos de la sociedad nadie nos defiende y, lo que es peor, nadie lo hará porque no está bien “visto” ser aficionado a los toros.

Nuestros intelectuales de siempre, tales como Picasso, Rafael Alberti, Pérez Galdós, Ortega y Gasset, Tierno Galván y tantos otros que mucho hicieron por la cultura en España, encauzada ésta por el mundo de los toros, de vivir en la actualidad se marcharían a otro país porque vivir en España les resultaría abominable. Claro que, todavía quedan valientes como Albert Boadella que dice ser más feliz recibiendo un premio taurino que de su propia profesión. ¿Qué pensarán de toda esta chusma de mal olientes que detestan la fiesta de los toros los intelectuales de ahora. Quisiera escuchar a Pérez Reverte, a Sánchez Dragó y a otro muchos que, la fiesta de los toros la llevan como referente en sus almas.

Nos sobran argumentos más que suficientes para seguir demostrando que la fiesta de los toros es pura cultura del pueblo español porque, otrora, hasta los políticos de izquierda eran partidarios del arte. Ahora, como sabemos, la izquierda tradicional se ha tornado cobarde mientras que, la izquierda radical se ha convertido en criminal, con el agravante de que la derecha conservadora hace oídos sordos como si la cosa no fuera con ellos. Estamos más solos que la una. Que Dios no pille confesados.