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Lázaro Echegaray  
  España [ 18/08/2017 ]  
¿QUÉ TORO QUIERE TOREAR MORANTE?
La semana se ha puesto calentita con las declaraciones sorpresa que ha lanzado Morante durante la Semana Grande Donostiarra, después de despachar dos toros a base de quitarles las moscas, mal quitadas por cierto, y hacerles un par de macheteos por la cara. Lo de Morante me ha recordado a la actuación del presidente del gobierno en la Primera República, Estanislao Figueras que un buen día se subió al estrado y dijo: “Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”, y se marchó para siempre. Morante está hasta los cojones de los presidentes y de los veterinarios, en definitiva de las fuerzas vivas del toreo. Morante se posiciona así en el anarquismo utópico taurino, como si durante todos estos años el de la Puebla no hubiera campado por el toreo como le diera la real gana. Se queja del tamaño del toro, que le parece que se exige demasiado grande y con esos volúmenes no se puede hacer el toreo soñado. Uno hace memoria y cae en la cuenta de que pocas veces habrá visto a este torero matar reses inmensas. Recuerdo una vez que lo vi, precisamente en San Sebastián, en una corrida de Chafick, faena más en lidia que en toreo pero una de las más bonitas lidias que uno haya visto en su vida. Quitando que lo de Chafick solía salir encastado –ahora el hierro es de quien se supone que ya será su ex apoderado- tamaño, lo que se dice tamaño, no es el rasgo que definiera a ese encaste. Sea como sea, y recuerdos aparte, parece ser que Morante tiene que abandonar porque no se encuentra, no logra expresar lo que lleva dentro y la culpa es, como no, del toro y de las leyes que imperan sobre él.

Morante daba un mitín de mucho cuidado el pasado lunes en Donostia. Bronca tras su primero, gran bronca tras su segundo, bronca inmensa al abandonar la plaza. Se mataba la corrida de Zalduendo, una corrida excesivamente mal presentada, fuera de todo trapío en líneas generales pero en la que destacaron en este aspecto los toros de Morante, y más concretamente el primero que dejaba en buena posición a cualquier sardinilla de las que saltarían luego al ruedo. En cuestiones de presencia, por debajo de la de ese toro ya no se puede admitir nada. De hecho ese toro ya era inadmisible. Pero a Morante no le sirve tampoco. La culpa no es del toro, entiéndase, sino de las leyes y de las fuerzas que así lo imponen. Presidentes y veterinarios son dos colectivos que perjudican al toreo, o al menos a un toreo tan destacado.
Morante se endiosa. Considera que su arte está por encima de la tauromaquia toda. Indirectamente exige una renovación de los elementos legales de la fiesta para que él pueda sacar a relucir un toreo que quizás tampoco reluciera si se cumplieran sus deseos. A Morante no le importa sobre qué se fundamenta la tauromaquia sino aquello sobre lo que se supone se ha de soportar su toreo. Pero no nos engañemos, las cosas no son así de claras y la realidad es tozuda y ahí están los videos para que observemos que inmensos tamaños no han existido nunca en su carrera y con los habituales pequeñines tampoco terminan de salir las cosas y las broncas surgen en los tendidos. Lo del gran toro, los presidentes y los veterinarios suena mucho a excusa orgullosa y vanidosa de niño consentido.

Pero el toreo sigue y está lleno de nombres con los que sustituir a Morante en los contratos que deja al aire, algunos de ellos con muy poco espacio para la reacción como es el caso de San Sebastián de los Reyes o de Bilbao. Plazas donde el respetable tiene que elegir entre cambiar a Morante por otro torero, caso de José Ortega Cano en San Sebastián de los Reyes, o de Perera en Bilbao. Es un cambio que influye de manera importante en el espectador que tiene que decidir si seguir asistiendo al festejo o si canjear el precio de su entrada. 

Fastidia que para excusar su determinación Morante cuestione a los últimos pilares fundamentales del toreo que se mantienen firmes: presidencia y veterinarios. Aquellos poderes que significan una carta de garantía para los aficionados, ya casi los únicos de los que no fiamos. Pero hay una cosa más ¿qué clase de toro quiere imponer este hombre? ¿Qué clase de fiesta quiere hacer? Y lo que es más importante ¿merece la pena terminar de prostituir el toreo por el arte de un solo diestro, que además es tan inconstante como el buen tiempo en el norte y que al parecer solo surge con un toro que no tiene lámina ni de novillo? En mi humilde opinión, morantista como he sido durante mucho tiempo, ni Morante, ni nadie,  vale tanto. El toreo es un todo, el hombre una parte.
 
   
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