El taurinismo es un mundo cruel donde los haya; es cierto que, cada cual opinará de la misa según sus creencias y convicciones pero, por favor, seamos objetivos y analicemos los hechos. En el toreo, todo el mundo tiene derecho a ser y estar, nadie tenemos atributos para erigirnos juez y jurado, ante todo porque estamos hablando de unos hombres que se juegan la vida de verdad; cierto es que, a mayor fama, menor riesgo, es algo que no podemos obviar.

Urdiales templa a un toro en Madrid con la derecha
Uno, humildemente, analiza el transcurrir de la temporada y, pasan los meses y apenas puede uno ver en los carteles a Diego Urdiales, todo un modelo de pureza al más alto nivel. Siendo así me pregunto, ¿dónde está la pureza? Refiriéndome, claro está, al gran diestro riojano, un torero lleno de clasicismo para saciar la sed del alma de todo aficionado que se precie. Digamos que, un torero que da gusto ver, por eso en Madrid no se cansan nunca de admirar y, ante todo de esperarle. Bien es cierto que, el hombre y sus circunstancias como apuntaba Ortega en su momento; y no le faltaba razón al magno literato. El hombre puede ser tan válido como ninguno, en este caso, Urdiales, como artista es irrepetible pero, ¿y sus circunstancias? Por ahí sangra su herida.
Nosotros, quiénes invertimos tiempo e ilusiones por aquello de buscar la justicia taurina, por nada del mundo podemos olvidarnos ni siquiera por un momento, la grandeza del diestro riojano que, como sabemos, ha esculpido lecciones valiosísimas mediante faenas admirables y, lo que es mejor, con el toro de verdad, Bilbao es la plaza ejemplo de cuanto digo, sin olvidarme a Madrid, su plaza por antonomasia pero en la que, todo han sido momentos, retazos bellísimos, pero sin haber logrado todavía el éxito de clamor que, a no dudar le hubiera catapultado.

El pase natural en las manos y sentidos de Diego Urdiales
Vemos cómo avanza la temporada y, nuestra tristeza no puede ser mayor. El gran Diego Urdiales solo le hemos visto anunciado en Bilbao y Logroño, apenas nada para la grandeza de este artista irrepetible; el llamado torero de toreros. Pero siguen dándole oportunidades a diestros como el llamado Paquirri, su hermanito y gentes de idéntico corte que, en realidad, ni dicen nada ni aportan lo más mínimo a la torería andante y, lo que es peor, no serán recordados jamás como toreros auténticos pero, ya se sabe, echemos manos del refranero español, suerte que tengas que el saber poco te vale.
Y lo que se dice suerte, Urdiales, profesionalmente tiene poca; llamémosle suerte o la ingrata indiferencia de lo que son las organizaciones empresariales que, como quiera que no se pueden cambiar cromos con el citado artista, es por ello el motivo de su ostracismo artístico. Imagino la tristeza de Luís Miguel Villalpando, el apoderado, el amigo, el hombre fuerte de Diego Urdiales que, como nos consta, es capaz de dejarse la vida en el envite al que se refiere su apoderamiento por tan gran torero. Y hablo de tristeza porque, Villalpando, con toda seguridad podrá hasta enloquecer puesto que, sabedor de que apodera a un auténtico artista y no es escuchado, su desdicha no puede ser mayor.
Como fuere, la vida será la que tenga que ser, pero nosotros siempre cantaremos la grandeza de este diestro que, a puro no hay quien le gane; como artista es muy difícil de emular; como hombre, un modelo a seguir. ¿Dónde está la pureza? Sin duda, en las manos y sentidos de Diego Urdiales.