Pese a la ruindad de tantos políticos asquerosos que, como meta, su fin no es otro que prohibir las corridas de toros, pese a todo, nos queda Azpeitia, el templo norteño del toreo en su acepción del toro auténtico del que muy toreros son capaces de aceptar el reto norteño en tierras azpeitiarras.
Al respecto de la organización de dicha feria puesto que, en Azpeitia gobierna Bildu, cualquiera tendría derecho a pensar que, dicha formación, la que lo jode todo en tantos sitios por ellos gobernados, para dicha de ese paraíso terrenal al que conocemos como Azpeitia, su gobierno no interfiere para nada en los toros; no aportan nada, pero tampoco prohíben que, tal y como están las cosas en España ya es todo un éxito.

La singular plaza de Azpeitia, única en su género
Conocer Azpeitia es una bocanada de aire fresco y, asistir como espectador a dicha feria, un lujo para el alma. Como sabemos, quienes amamos al toro en su acepción más bella, tenemos como referente a Madrid, Azpeitia y, en Francia, Ceret, entre otras plazas francesas; pero como auténticos templos del toro, las plazas citadas. Azpeitia es el referente norteño; no sé sí más que Bilbao, pero sí de mucho mayor raigambre que la misma plaza donostiarra que, como sabemos, nada tiene que ver con el Chofe que tanto engalanaba San Sebastián.
Azpeitia es pura fiesta, pero con su verdad más aplastante; allí no hay borrachos, ni claveleros, ni tontos del capirote que suelen estropearlo todo, sencillamente, porque en dicha plaza reina la seriedad y, ante todo, el más absoluto respeto para los hombres que se juegan la vida. Vivir su feria es un lujo, es como cumplir un sueño eterno que, al despertar te encuentras en un lugar paradisíaco que, para colmo, respetan y admiran a los toreros y, lo que es mejor, el que triunfa repite al año siguiente. Además de conocer la verdad insultante que allí reina, para mayor dicha, contemplamos la seriedad, el rigor y, ante todo, la justicia. Para mayor dicha, allí pudimos saludar y compartir mesa y mantel con ese hombre extraordinario llamado Lázaro Echegaray que, como el mundo sabe, es nuestro hombre en aquellas tierras bellísimas.

Los hermanos Jiménez, cuya dicha no fue otra que ver a Borja
Se le llama la feria del toro y, tiene su fundamento. En Azpeitia el toro es el rey. Imaginemos que, este año, algunos medios se atrevieron a criticar a Joxín Iriarte, el artífice de tanta grandeza porque, según los listos de turno, dicho empresario había confeccionado una feria “amable” para que asistieran las figuras. Erraron los que así se manifestaron porque en Azpeitia se lidiaron unas auténticas corridas de toros, cinqueñas, con un trapío que ya lo quisieran para Valencia, por citar una plaza de primera; todo un lujo, un monumento a la verdad.
Iriarte Aramburu, como empresario, contrató las corridas de Fuente Ymbro, Ana Romero y Celestino Cuadri; las dos primeras, a priori, son las que le criticaron, de ahí el error que todos cometieron porque, por ejemplo, la corrida de Ricardo Gallardo, la rama durísima de Domecq, salvo el quinto ejemplar que salió de bandera, no se lo puso fácil a nadie. En dicha corrida, Curro Díaz sufrió una tremenda cogida de la que, a Dios gracias salió ileso, pero todos sabíamos que, el toro que tenía enfrente era de Podemos, no podía ser de otro modo, para disgusto del señor Gallardo que, más tarde lo enmendó con ese quinto ejemplar que daba gusto; algún que otro toro se dejó, como por ejemplo el segundo de Curro Díaz que, el diestro, aunque maltrecho, fue capaz de seguir jugándose la vida para interpretar unos muletazos bellísimos, llenos de sabor y saber que, al final, le premiaron con la oreja de más peso de la feria, con el permiso de Perera que, como decía, le cortó las dos orejas a ese ejemplar que le dio oxígeno a Ricardo Gallardo. Roca Rey que completaba el cartel no entendía que pudieran salir unos toros tan duros y correosos que, por supuesto, no le permitieron hacer las diabluras de las que es siempre autor y, pasó por Azpeitia como una sombra, hasta el punto de que no volverá jamás.
Los toros de Ana Romero, los que no olvidará jamás Juan José Padilla y, dichos sea de paso, tras su cogida en Zaragoza no los ha vuelto a ver ni en pintura. Corrida dura, cinqueña, correosa la de Ana Romero en la que, los diestros se esforzaron hasta el máximo. En el cartel Curro Díaz que, pletórico de arte y sentimiento construyó a faena más bella de la tarde cortando otra oreja de peso; una oreja de Madrid sería el equivalente. David Mora se esforzó muchísimo para cortar otra oreja que le supo a gloria, como le sucediera a Borja Jiménez que, pletórico de ilusiones no regateó esfuerzo alguno a sabiendas que se estaba jugando la vida de verdad.
Y como plato fuerte, cerraba la feria los toros de Celestino Cuadri que, no desengañaron a nadie; corrida pletórica de trapío, con la emoción a flor de piel; toda una auténtica corrida de toros en la que, tras valientes, Paulita, Alberto Lamelas y Sebastián Ritter, dieron lo mejor de sus vidas para que los aficionados salieran de la plaza rotundamente satisfechos. Tal y como se ha desarrollado la feria, con permiso de Joxin Iriarte, ya casi que podríamos programar la feria del próximo año, cuestión de lógica, coherencia, equidad y, como digo, justicia.
La pregunta sería la siguiente: ¿Cómo es posible que, en Azpeitia, una plaza con cuatro mil espectadores pueda organizarse una feria tan rotunda y emotiva mientras que, en las grandes ferias siga triunfando la parodia, el engaño y la burla por aquello de los toros que se lidian? La pregunta solo la podría responder el empresario. Anímese, señor Joxin Iriarte, usted tiene la última palabra.