Algo huele a podrido en Valencia cuando, tras mucho tiempo nadie se ha preocupado por la estatua de Manolo Montolíu que, unos vándalos –o quizás unos enviados del diablo- mancharon con pintura roja por aquello de hacerle daño a la fiesta, en este caso, a uno de los que fuera gran protagonista en la fiesta de los toros.
Es cierto que, el tal Ribó y sus huestes no les gustan los toros y, amparándose en la dictadura que ejercen no respetan a nadie y, mucho menos a los aficionados a los toros. Ese Ribó que los primeros días como alcalde acudía al ayuntamiento en bicicleta para impresionar al personal, una parodia que la hizo de mil maravillas, pero respetar a los aficionados a los toros de eso no se ha enterado todavía. Eso sí, cuando se enteró de que “había coche oficial” aparcó la cochina bicicleta.
Así está la estatua de Manolo Montoliu en Valencia
El ayuntamiento tiene que velar por todos los bienes públicos y, la estatua de Montoliu es patrimonio de todos los valencianos; todo un signo de admiración por parte de los aficionados al que fuera gran rehiletero que, como se sabe, entregó su alma a Dios en el ejercicio de su profesión en las plaza de toros de Sevilla. Como decía, unos hijos de puta defenestraron la citada estatua y, meses después el ayuntamiento sigue haciendo oídos sordos a semejante desacato. Seguro que, de haberle pinchado las ruedas de su bicicleta al alcalde, con toda seguridad que se las hubieran arreglado.
¿Qué se puede esperar de unos mandatarios que, los bienes públicos de Valencia se los pasan por el forro de sus cojones, caso de la estatua de Manolo Montolíu? Que Dios nos pille confesados al respecto. Si tengo claro que, por muchos años que pasen, al ínclito Ribó nadie le hará una estatua; peor aún, pasados los años el pueblo de Valencia le recordará como un personaje siniestro que su mayor ambición no era otra que cambiar nombres a las calles y pactar con gentes de su gremio para mandar en Valencia, justamente, lo que las urnas no les han concedido.
Pero es la política actual, un charco de excrementos de los que nos quieren hacer partícipes a los demás, algo que no conseguirán jamás, salvo los adeptos a dicho régimen que se parece mucho al de Nicolás Maduro; sí, ese personaje siniestro que ha llevado a Venezuela al caos del mundo, lo que pasaría en España si nos rigieran esos desaprensivos que, llenos de odio no saben lo que es una empresa y, por supuesto, mucho peor, crear puestos de trabajo.
Mientras esos tipos ejercen la dictadura que, según ellos, ha emanado de las urnas, la estatua de Manolo Montoliu sigue embadurnada por la pintura aberrante que le echaron encima. No existe el respeto para con los demás; la prueba contada es la evidencia más grande que pudiera poner. De haber respeto, el ayuntamiento hubiera limpiado dicha estatua, como suele hacer con las calles al día siguiente de las fallas; pero no, eso no es patrimonio de la ciudad, eso es de cuatro locos que les gustan los toros que, dicho sea de paso, la primera vez que dicho monumento fue mancillado, fueron los aficionados los que la limpiaron; nos vemos de nuevo fregando la estatua.
Aficionados a los toros o no, cuando uno ve políticos de esta calaña siente la necesidad de echarse uno a las vías del tren para no contemplar más desacatos. España, como sabemos, la hacen grande las empresas que generan puestos de trabajo, los políticos, como se ha demostrado, lo que mejor saben hacer es mostrar una ingente dosis de odio hacia todos los que no piensan como ellos.
¿Conocemos algún político en España que llegue a la política desde la empresa privada? Buena pregunta para ser contestada pero, ¿por quién? Ahí está el dilema.
Desgraciadamente, la fiesta de los toros corre un serio peligro en la Comunidad Valenciana; el ejemplo de la estatua de Montoliu es una prueba evidente pero, tanto en Valencia como en Alicante, debemos de tener mucho cuidado que, esos politiquillos de la más izquierda radical, como nos debemos cuenta nos cierran las plazas de toros que, en ello están. Y luego dicen ser demócratas. ¡Y una mierda para todos ellos!
Recemos para que un día haya cordura en España y los votos de los ciudadanos no sirvan para enriquecer a miserables que, unidos en tres formaciones aberrantes, para desdicha de nuestra sociedad han llegado al poder. Fijémonos que, hasta la plaza de toros de Madrid, la más emblemática del mundo, corre un serio peligro por culpa de esa señora nefasta que rige los destinos de la capital de España al igual que ocurre en Valencia y Alicante. Cuidado con lo que hacemos con nuestro voto que, unos desalmados se aprovechan de dicha circunstancia y, lo que es peor, de nuestra buena voluntad.
Foto de Alberto de Jesús
