Empieza la temporada taurina en el norte, con Pamplona a la cabeza, y con ello también los consabidos debates en los medios de comunicación del País Vasco sobre la conveniencia o no de que haya toros en las fiestas populares. El debate al que me voy a referir se desarrollaba en un programa vespertino de Radio Euskadi al que estaba invitado. En el otro lado, el lado del animalismo que le llaman, seguramente con razón, un crítico taurino pasado al lado contrario y un concejal de EQUO Berdeak en Irabazi Vitoria.
La noticia desde el punto de vista del concejal estaba en que este año no habrá toros en la capital vasca. Lo vendía como si hubiera sido un logro de su formación cuando en realidad lo que ha sucedido es que ninguna empresa ha querido presentarse al pliego. Desde Equo se reivindica la acción del ayuntamiento que ha suspendido todas las subvenciones a la feria taurina, lo que ha llevado a esta situación. Más adelante se descubre que la única subvención que ofrecía el ayuntamiento a la feria es la puesta en marcha de la plaza, en una feria que ya había quedado reducida a tres o cuatro festejos. En política, y en la vida, cada uno arrima el ascua a su sardina y cuando el Pisuerga pasa por Valladolid, todo el mundo encuentra razones para ser pucelano.
Me sorprendió excesivamente el discurso generado por el concejal porque en él se observa la verdad de su ideología a la que llaman democrática y popular. Ah, y de izquierdas. Entre las afirmaciones me llamó la atención esa de que la gente va a los toros porque coinciden con las fiestas de su pueblo y es una costumbre, pero en realidad no les gustan. Total, que somos todos tontos, la ciudadanía en general a vista de Equo, gente sin criterio, masa manipulada por la tradición, ciudadanos de sociedades desarrolladas del siglo XXI que nos movemos por impulsos equívocos, confusos y no deseados. Gente sin formación y sin información. Y esto, según Equo, sucede en los toros, no en la ópera, el fútbol, los deportes populares con carneros luchando y bueyes arrastrando piedras inmensas ¿O en estos espectáculos también puede darse esa extraña paradoja que nos lleva a asistir a lugares que no nos gustan? En definitiva, e interpretando, que los miembros de la sociedad democrática y desarrollada española somos unos cazurros sin capacidad de decisión sobre nuestros propios gustos. Así nos ven estos nuevos apóstoles.
Y el término que utilizo no es demagogo, ni exagerado. Son apóstoles en verdad. Gente que viene a descubrir una buena nueva, algo que desconocemos, de lo que aún no somos conscientes. Ellos sí. Han debido ser tocados por una varita mágica de la postverdad. En realidad la sociedad actual está corrompida, es sucia de mente y de mirada. Ellos tienen como misión generar una ‘higiene ética’ que ha de conformarnos a todos en algo mejor de lo que somos, una superación de este estado de salvajismo en el que nos encontramos. La declaración causa efecto de inmediato porque enseguida surge la duda de si los hijos de puta que publican su alegría por la muerte de un torero o de un niño enfermo y aficionado serán también objetivo de esa ‘higiene ética’ que pretenden implantar estos nuevos evangelizadores. Contesta que están en contra de todas esas declaraciones, que no se alegran de la muerte de nadie. Vistas así las cosas la recomendación es que empiecen a higienizarles a ellos, a los que hacen apología del odio y que indiquen cuanto antes su desvinculación de toda esa gente que, al principio y al final, orienta su ideología en la misma línea que ellos.
Concluyendo: la sociedad es una masa tonta, sin conocimiento y por tanto manejable, una aglomeración a la que conviene higienizar. Cambio de mentalidad, imposición de pensamiento, desestimación de los derechos humanos, convencimiento de tener una ética superior a la del resto, intención de limpieza étnica, fascismo en su estado más puro y visible. Vaya, vaya con los libertarios. Al final son iguales que los misioneros que llegaron a América cuando el descubrimiento, iguales que los Reyes Católicos, que el Cardenal Cisneros, que Franco o que Hitler, impositores desinteresados de lo que pueda pensar el otro, interesados en las razzias que otros usaron para las limpiezas étnicas o religiosas; depuraciones. Con una diferencia sobre todos estos angelitos: su actualidad, su pertenencia al siglo XXI.