Lo que en los años cuarenta era una norma, que los toreros importantes diesen la cara con las corridas duras, es decir, con los encastes más temidos, en la actualidad, solo Curro Díaz le da un aire de normalidad a esta cuestión tan bella como apasionada. La moda, entre los que mandan en el toreo no es otra que matar el “burro” desvalido que, para mayor fortuna, como ni siquiera se pican los toros, las llamadas figuras del toreo hacen diabluras con dichos animalitos; es decir, la media fiesta triunfa por lo grande.

Repasa uno la historia y, por ejemplo, en los años cuarenta –al igual que años anteriores- los mandones de la fiesta ejercían de tíos auténticos y en las grandes ferias, en ocasiones hasta muy seguido, mataban las corridas auténticas y fuertes, es el caso del maestro de San Bernardo, Pepe Luís Vázquez que, en aquellos años cuarenta en que hablo, mató más de cincuenta corridas de Miura, por citar una sola divisa legendaria de la época. Y tiene mucha gloria la afirmación cuando, como sabemos, Pepe Luís Vázquez estuvo “cinco minutos” en el toreo, es decir, una década.

El arte de Curo Díaz frente a un toro auténtico

La gesta por matar corridas duras la hacía Pepe Luís, Manolete, Luís Miguel y, en realidad, todo aquel que tuviera algo que decir en el escalafón, justamente, de los que formaban el pelotón de las figuras del toreo. Claro que, al paso de los años la fiesta fue degenerando hasta el punto de lo que vivimos en la actualidad puesto que, la comodidad y el menor riesgo se asentó en las figuras actuales para sufrir, a diario, las consecuencias nefastas del toro que lidian; más que toros, animalitos domesticados al más estilo Juan Pedro, caso de los toros de El Freixo que, como sabemos, El Juli los cría para su uso y disfrute particular.

Tampoco pide nadie que las figuras del toreo le quiten el pan a los que matan las corridas duras; lo que pediríamos no sería otra que se invirtieran los papeles puesto que, mientras las figuras, de vez en cuando, mataran alguna otra corrida de verdad, los habituales a la guerra que se les diera una oportunidad de lujo para mostrar sus virtudes ante el medio toro, caso de El Fundí que, hace pocas fechas, en Istres, mató una corrida de las figuras y el pobre todavía cree que está soñando; vamos que, el diestro de Fuenlabrada, emocionado, ni se creía que tuviera delante dos toritos para hacerles lo que le viniera en gana.

Las llamadas figuras, lo que se dice oficio lo tienen más que nadie de los que pueblan el escalafón. ¿Cómo no tenerlo si torean todos los días? Es decir, todo es cuestión de comodidad, de alivio, de exponer lo menos posible. Traducido en cristiano, sustentar la mentira del medio toro haciéndoles creer a las gentes que esa es la auténtica fiesta.

Ahora, la excepción, como decía, no es otra que Curro Díaz en el que, tras varios años consecutivos, el torero más artista del momento actual, como sigue demostrando, no le importa la divisa a lidiar y tiene su aquel puesto que, como todo el mundo sabe, el toreo de Curro Díaz brillaría mucho más con el toro adocenado, digamos que con el burro desmochado; pero no, el diestro de Linares, consciente de la calidad de su toreo, éste quiere mostrarlo frente al toro de verdad que, realidad, no importa el tamaño, pero sí las intenciones de cada toro. Y digo que no le importa el tamaño porque, seguro estoy que Curro Díaz hace bueno el axioma de Belmonte cuando decía que no le temía a la bala, sino a la velocidad que tenía.

Ya es triste que, con el toro de las figuras jamás veamos una faena aclamada, algo que antes sucedía a diario; ahora, como máximo, la consabida ovación tras la serie y, si se mata pronto, la oreja sin rigor ni consistencia. Curro Díaz, como el mundo sabe, es de los pocos toreros que se le aclama en cada pase y, para colmo, siempre, con el toro de verdad. El sábado torea en Teruel los toros de Adolfo, la feria de Cuenca la firmó con los toros de Cebada Gago y, así, una lista interminable de gestas que le diferencian del resto de los que matan ese medio toro sin picar para deleite de tantos ignorantes que se conforman con poco.

¿Habrá algo más hermoso que, en cada pase ejecutado por el diestro en cuestión, el aficionado sienta el aguijonazo de la emoción que un toro de verdad produce? Nada en el mundo puede parecerse a dicha emoción; claro que, se practica tan pocas veces que, las gentes ni lo saben siquiera; a diario se les entrega el “plato de la fritanga” del toro aborregado, sin picar y sin fuerzas que, hablar de emociones en una corrida de toros es una entelequia.

Loas de gloria para un artista consumado como Curro Díaz que, en su generosidad es capaz de emocionarnos lidiando un toro de verdad. Ahí están las pruebas que le avalan.

Foto: Muriel Feiner