S.I. 17.- La tarde, para variar, se presentaba sin viento, cosa rara en esta plaza y en esta feria. Calor de nuevo y subiendo en los próximos días. A este paso la plaza se quemará pase lo que pase. Antes se decía que si sucedía un petardo muy gordo quemaban la plaza, ahora arderá sola.

Llegaba el día con el cartel más interesante, léase bien, queremos decir con el equilibrio de toros y toreros. Las que todo el mundo se denomina así, esas de los carteles redondos, se refieren a que están acartelados las figuras, allá penas si la ganadería a lidiarse tiene el prestigio por los suelos. Hoy no, el prestigio, y el respeto, lo tenían toros y toreros. No es nada fácil conjuntar ambas cosas.

Un natural de Talavante al victorino dulce que pareció de Domecq

Y durante el festejo el viento sopló a favor… en el fútbol se dice la suerte del campeón, de la figura del cartel, Alejandro Talavante. Fíjate que es difícil que en esta ganadería de Victorino Martín salga un toro con comportamiento Domecq, es decir artista o noblón, donde la codicia de bravo se sustituye por la docilidad. No tardó Talavante en darse cuenta del bombón que le había correspondido y le dio fiesta en una faena hasta primorosa con la muleta, en la que no faltaron series templadas rematadas con el de pecho, incluso la arrucina se permitió el extremeño. Faltaba emoción, pero había esa naturalidad de quien torea de salón o en casa. Faltaba matar y mató. Otra oreja para Talavante en la feria y van tres.

El toro de Victorino salió en tercer lugar, ese sí en bravo y en victorino, donde la casta le impulsaba a embestir con toda la codicia del mundo y ante el que había que estar presto y no perder los papeles ni la compostura. Paco Ureña pudo estar a la altura pero se quedó, quizá, un poco por debajo de la condición del toro, sin estar mal. No era fácil canalizar tan encastadas embestidas y lo hizo. Pudo cortar oreja si no hubiera necesitado, tras la estocada tendida, dos golpes de descabello. Vuelta al ruedo recogiendo los aplausos de los aficionados.

Diego Urdiales también hizo el paseíllo, pero ahí acabó su actuación. Perdido y sin ánimo el de Arnedo ni su sombra parecía. Cierto que a sus manos fue a parar el peor lote, entre el gazapón primero y el incierto segundo, pero más incierto y gazapón estuvo el riojano, sin parar de mover los pies y falto de confianza. Imagen muy distinta a la esperada y a la que él mismo podía imaginar, pero entre medroso y falto de convicción ha materializado la peor tarde que le hayamos visto. Eso sí, nos hizo disfrutar con el tercio de varas a su segundo, poniéndole de largo, muy largo. Algo bueno teníamos que anotarle al riojano.

Con el viento a favor todo es más fácil y así salió el quinto, ese que dicen que nunca es malo y Talavante ya no fue, no pudo ser, el mismo. Cuando el toro no te aporta confianza la pierde hasta el torero que más en forma está del grupo de los de arriba. Lo del primero no había sido el milagro de la técnica del torero más puesto, había sido, como era lo lógico, la suerte del campeón con extraño victorino de carretón.

Ureña también se peleó con el sexto, un victorino de los pies a la cabeza, pero con peores intenciones que el bravo tercero y a pesar de su absoluta disposición no pudo ser, aunque miedo nos hiciera pasar a todos.