Muy ilusos fuimos todos cuando creíamos que Simón Casas haría la revolución en Madrid y, craso error porque nos equivocamos todos. Estamos en la recta final de la feria y todo se ha desarrollado según el “código vigente”; es decir, la feria de Madrid ha sido, es y será siempre como está montada; en la Villa y Corte como en cualquier lugar del mundo. Los de arriba se comerán el pastel y los de abajo la mierda.
Una revolución hubiera sido que, por ejemplo, en la corrida de ayer 5, se acartelara Ponce, El Juli y Manzanares con los toros de Dolores Aguirre, mientras que, los actuantes de ayer, Rafaelillo, Lamelas y Gómez del Pilar hubieran matado la de Garcigrande. Por soñar que no quede. Para colmo, como el destino sigue siendo caprichoso, hasta el viento ha molestado de forma horrible a los diestros que tenían frente a sí a los toros más difíciles.
Nada nuevo bajo el sol y, lo que es peor, seguirá siendo así toda la vida. ¿Quién hace la revolución? Nadie, pero nadie, nadie, nadie. Lo de ayer, como lo de todos los días, estaba todo previsto. Los toros de Dolores Aguirre, tan aguerridos como siempre pusieron a prueba a sus lidiadores que, saliendo ilesos de la plaza ya es todo un éxito; para colmo, Gómez del Pilar, con maneras de torero importante, hasta cortó una oreja que, si la pudiéramos pesar, vale más que todas las orejas juntas que se han cortado en la feria. Y se quejaba Ponce de que su segundo enemigo era complicado; tenía que haber estado ayer frente a los Aguirre para poder hablar con propiedad.
Una oreja ante un toro, felicidad para Gómez del Pilar, esperemos que le sirva
Mientras Rafaelillo se jugó la vida a cambio de nada, en el peor de los casos, Alberto Lamelas enjaretó un par de series con la derecha que le supieran a gloria; como él dijo, sintió los vítores de Madrid, algo que le reconfortó muchísimo; no hubo clamor final, pero si momentos importantísimos que, sin duda, le dieron mucha moral al diestro jienense.
Las llamadas corridas toristas se les define así por algo; porque son difíciles, cornalonas, complicadas, casi ilidiables y, ante todo, porque en las mismas se palpa el peligro, se sufre, se padece y se comprueba que, un hombre se está jugando la vida; todo ello así discurre mientras que, en las corridas de las figuras con ser profesional, con eso basta y sobra para lidiarlas porque no se “ve” el peligro, pese a que lo tengan todos los toros; esa es la diferencia. Y eso pasó con los toros de Cuadri que, en un ejercicio de dignidad, los tres actuantes de jugaron la vida con suma gallardía, caso de Fernando Robleño que pudo haber cortado una oreja de no haber fallado con la espada, Castaño y Venegas que volteado por dos veces, tras el festejo le daba gracias a Dios por haber salido ileso del trance.
Por ejemplo, ¿tendrá premio la gallarda forma con la que mató Joselito Adame a uno de sus enemigos que se tiró a matar o a morir sin la muleta en sus manos? La máxima figura del toreo mexicano demostró que quiere ser torero importante en España; no contento con serlo en México, arrebató, como digo, con aquel gesto en que, como pudimos ver, se jugó literalmente la vida. Joselito se dejó matar, pero dudo mucho que le den cuartelillo.
Muchas han sido las confirmaciones que, salvo la de Ginés Marín, los demás ya pueden ponerse en fila india para esperar a la suerte puesto que, lo que se dice actuaciones les darán muy pocas. Claro que, el genio llamado Casas lo hizo perfecto, les dio la confirmación a todos los jóvenes puesto que, con poco dinero se cubría un puesto y, lo que es mejor, los padrinos de alternativa estaban todos muy cómodos porque el joven de turno confirmaba y mataba el primer todo de la tarde que, como sabemos, las figuras, nadie quiere abrir plaza; la gente no se ha acomodado todavía, no se centran en el espectáculo, razones de "peso" para que el confirmante cargue con dicha cruz. Sin duda, como negocio para la empresa, éste ha sido redondo.
Foto: Muriel Feiner