No hay nada más estresante que trabajar con un calibre. Eso de ajustar todo al milímetro, o menos, es realmente angustioso. Por suerte el toreo entra por los sentidos y las emociones, no necesita el calibre. Sin embargo hay muchos empeñados en llevarlo a la plaza, convencidos de que les hace falta para poder valorar con exactitud lo que sucede.

Nada más lejos de lo que es el arte, cuestión de sensibilidad, y si el toreo lo es no ha de necesitar de su uso. Claro que una vez acostumbrado a él ya no se puede vivir sin llevarlo y aplicarlo. Imagínense, en el fútbol, que en aras de la perfección solo valieran los goles que entraran perfectamente por toda la escuadra, lejos de las posibilidades de los guardametas. Es decir, no valdrían aquellos que entraran por el centro de la portería, tampoco los que rebotaran en un defensa, los que se les escapara el balón al portero, ni los que previamente dieran en el poste. Imaginen allí a los aficionados con su calibre. El fútbol sería una mierda. La pasión que despierta se iría al carajo, angustiados siempre porque los jugadores clavaran el balón en la escuadra. Cuadros de ansiedad para todos los asistentes.

Esa postura no vale para el fútbol pero mucho menos para los toros. Si en uno es la pasión del seguidor, en el otro son los sentidos los receptores de esa pugna con el toro. Aquello que hace el torero con un animal vivo es, incluso, más imposible medir con el calibre que los goles por la escuadra. Quien pretende, o pretenda, ir así a las plazas lo único que conseguirá es vivir frustrado o amargado toda su vida de aficionado. Nada le podrá parecer bien porque esa perfección no existe y si surge alguna vez es pura coincidencia. Relájense por favor.

Claro que esto no quiere decir que los toreros puedan hacer lo que quieran a base de ventajas previamente instaladas en sus formas de torear, cosa que sucede en muchos de los que ya ocupan el poder y su rutina. La perfección no existe, pero hay que exigir su búsqueda. De ahí a ver solo los defectos, incluido en los novilleros, hay una gran diferencia.

Gómez del Pilar con la diestra sacó buenas series en su primero

Hoy con una corrida de Dolores Aguirre que en nada fue fácil, pero que ofreció mejor juego que la de ayer de Cuadri, hemos asistido a una situación de ese calibre, aunque el pundonor de los toreros fuera palpable, con errores y defectos pero también con aciertos, se les ha medido como si tuvieran delante una de Cuvillo. Rafaelillo con un lote imposible ha tirado de oficio, Lamelas con un toro potable, pero no bueno, ha tenido altibajos y Gómez del Pilar ha sido quien ha marcado el gol, la oreja, pero que no ha sido, ni mucho menos, por la escuadra. A Ronaldo y Casemiro les valió el rebote en el contrario a Gómez del Pilar, que ha tenido suerte con la oreja, se le ha recriminado como si fuera él el que hubiera ganado la Champions. Ha derrochado entrega toda la tarde y se ha llevado un premio aunque con el calibre hayan detectado que le faltaron milímetros.

Los toreros de mi época juvenil no eran todos iguales, ni Ordóñez, ni Bienvenida, ni Camino, ni Romero, ni Puerta, ni El Cordobés, ni El Viti, ni Gregorio Sánchez, Curro Girón, Fermín Murillo… eran lo mismo en la plaza. Cabían más tauromaquias y su aplicación en las faenas. Se podía disfrutar con todos y es que en aquella época nunca vi a nadie con un calibre en la plaza. Sería por eso.

Foto: Plaza 1