Los ecos que retumban en mi corazón de lo sucedido en los dos últimos días en Madrid, todavía me siguen haciendo vibrar tras lo sucedido en Las Ventas. Es el triunfo el que nos congratula a todos, el que puede salvar a la fiesta de la debacle y de esa cuesta abajo que a veces se nos antoja irremediable. Aquí no existe derrotismo por parte de nadie porque el triunfo de los toreros –y de los toros- nos hace felices a todos. Es bellísimo poder contar que, durante dos días seguidos Madrid ha vibrado con los toreros y, lo que es mejor, lo ha expresado premiándoles por aquello que habían logrado, sin duda, con toda justicia.
Los Jandilla de ayer en Las Ventas fueron la clara muestra de la evolución de dicha ganadería que, durante unos años ha vivido un ostracismo tremendo por aquello del picante que tenían y, lo que era peor, porque no servían para el triunfo. Ayer, como digo, Borja Domecq disfrutó como nunca porque trajo una corrida brava, bien presentada, emocionante y, para colmo, sin excesivos kilos.
Grande Sebastián Castella en Madrid, si acaso, su mejor faena
Para mí valieron todos los toros, los que no valieron eran los toreros con la excepción de Sebastián Castella que estuvo hecho un auténtico maestro. No cortó las dos orejas en su primero por la deficiente estocada, pero que nadie dude que haya hecho, hasta ahora, la faena de la feria. Si en su primera tarde el francés ya dio medida exacta del gran momento que atraviesa, en el día de ayer ofreció un maravilloso recital taurómaco muy difícil de emular.
Primero con Hebrea y más tarde con León, dos toros muy distintos con el que Sebastián Castella puso el listón muy alto. Gran torero este Castella que una vez más conquistó Madrid. Castella debería de haber salido en hombros de Las Ventas puesto que, honores para ello le bastaron y sobraron.
Nadie sabe los motivos por los cuales actuó en Madrid Paquirri cuando, en realidad, nadie le había llamado; bueno si, le llamó la empresa que sabía que, con dicho diestro, con un caché muy pobre y una carga mediática muy alta se llenaría la plaza para tener unos resultados crematísticos increíbles. Y así sucedió. Se despidió el pobre de Madrid y, así se lo suplicaron los aficionados, que no vuelva jamás porque sería lamentable. Madrid no es Sevilla; lo digo porque en La Maestranza, por lo mismo, le dieron a Paquirri una oreja regalada; en Las Ventas, por idéntica labor le abuchearon.
Es horrible que con dos toros de triunfo –porque toda la corrida era de triunfo grande- Paquirri desperdiciara una oportunidad de oro para irse del toreo por la puerta grande. Claro que, un mediocre como él, por rico que esté, jamás podía lograr el triunfo en Madrid. Lo dicho, todo el mundo rezaba para que no volviera.
Si yo me llamara López Simón a estas horas estaría muy caviloso. El diestro de Barajas hizo dos faenas pulcras, concretas, correctas; digamos que sus mejores faenas en Madrid y, nadie dijo esa boca es mía. Algo pasó para que nada transcendiera. Yo diría que le abandonó el ángel y, sin duda, será la verdad más grande que se pueda decir de este hombre. López Simón triunfó en anteriores ocasiones a sangre y fuego en Madrid, pero lo de ayer era distinto; tenía que torear porque tenía materia para triunfo grande, pero con ángel y éste le había abandonado mientras llegaba a la plaza. Debe ser amargo hacer dos faenas “importantísimas” en Madrid y que nadie se pronuncie a favor. Un caso digno de estudio. Si es inteligente debe de seguir paseándose por las feria de España y Francia, pero no volver a Madrid hasta que pase mucho tiempo.
Es verdad que los toros buenos les tocan siempre a las figuras, caso de la corrida de Alcurrucén del pasado jueves. Otro festejo montado con clara inteligencia empresarial para que la empresa ganara otra fortuna en dicho festejo. El Juli cobró su precio en efectivo mientras que, los confirmantes, Lorenzo y Marín cobraron saciando sus ilusiones por aquello de confirmar su doctorado en Madrid, contando, al final del festejo, el puñadito escaso de billetes que les habían quedado por jugarse la vida en dicha plaza.
Como sabemos, Álvaro Lorenzo no encontró el resorte adecuado para que, “apretándolo” pudiera triunfar mientras que, Ginés Marín, para su dicha, salió por la puerta grande con todos los honores del mundo. Ciertamente, eso quisiéramos, que todas las tardes un par de toreros salieran por la puerta grande de Madrid, de ocurrir eso, la fiesta daría un giro espectacular y seríamos nosotros, los de “dentro” los que salvaríamos a la fiesta de todos los males.
Hasta El Juli estuvo hecho un tío con toda la barba; mejor en el toro que no desorejó incluso que con el que le cortó la oreja. Un Juli grande donde los haya porque fue sincero hasta la saciedad. Pudo haber salido por la puerta grande y nadie se lo hubiera discutido. Yo diría que, hasta lo mereció. Cuando otros fracasan en Madrid, El Juli, que por regla natural es un torero estandarizado por esas plazas de Dios, en Las Ventas se le olvidó hasta la presión de la que hablan que sufren los toreros en Madrid y estuvo magistral.
Triunfos es lo que queremos, que nadie lo olvide y, Madrid, al respecto, así lo ha dicho. Ni filias ni fobias, hasta se estremecieron con El Juli, ¿cabe justicia mayor? Y, eso sí, otra cosa que se ha demostrado por ejemplo con los toros de Jandilla, tenían un peso relativamente normal, poco más de quinientos kilos; es decir, de mastodonte nada. El toro, como así sucedió, siendo armónico y teniendo el trapío necesario, nadie pide que los toros sean elefantes, las pruebas han sido concluyentes al respecto en los dos últimos festejos celebrados en Madrid.
Foto: Muriel Feiner