Como se demuestra a diario, los toreros ya no fracasan en Madrid, es decir, ya salen fracasados antes del paseíllo. Este es el eco permanente que queda en mi mente de cuanto está sucediendo en Las Ventas del Espíritu Santo. El asunto tiene mucha lectura, la que intentaré explicar.
Tras la porquería de toros que salen al ruedo de Madrid, cualquiera, hasta el más tonto del lugar tiene derecho a pensar lo impensable y, con toda seguridad, acertar. Ayer, sin ir más lejos –como todos los días- la basura de toros resultó infame. Pobres criaturas que hicieron el paseíllo en la feria. Me pongo en la piel de esos muchachos y me pongo a temblar. Ayer, como decía, Fortes, Luque y Leal se “buscaron” la ruina de por vida, como les sucedió a la inmensa mayoría de todos los toreros que han pasado por la feria de Madrid.
Un toro en el campo
Madrid es la sinrazón de la fiesta de los toros; es una pena afirmar lo que digo, pero es una verdad que aplasta. Siempre ocurre cualquier circunstancia para que el espectáculo se venga abajo; muchas de las ganaderías que han lidiado en dicha feria, en cualquier plaza de España logran triunfos por doquier.
Todos creíamos que ese mago llamado Simón Casas arreglaría el problema pero, al paso que vamos, lo ha acrecentado. Aquello de que el fracaso sea la norma diaria en la feria de Madrid es algo que chorrea sangre a borbotones. El siete grita, los presidentes yerran, los toros se caen, no tienen fuerzas, no embisten, todo ello, mientras los toreros se desesperan. ¿Cabe locura mayor?
Si analizamos el asunto muy pronto llegaremos a la conclusión de que la empresa de Madrid trabaja pensando en el hoy; es decir, crematísticamente, el negocio no puede ser más redondo. No es menos cierto que, al paso que vamos, cuando se termine la fiesta para siempre –algo que falta cinco minutos- luego no culpemos a nadie del exterior que, habremos sido nosotros los que nos habremos cargado.
¿Cómo se pueden traer semejantes toros a Madrid? Sí, solamente tiene una explicación, impedir el triunfo de los toreros para que nadie pida un solo euro; que todos los toreros sean tristes jornaleros por jugarse la vida. He sabido de toreros que han actuado en Madrid y, tras la liquidación de gastos, a muchos les ha quedado menos dinero del que gana El Platanito vendiendo lotería en Las Ventas.
¿Y los aficionados? En definitiva son santos hasta el límite de los altares porque eso de llenar la plaza todos los días, para Casas, el negocio es el más grande del mundo. Ellos, los aficionados, a diario, esperan el milagro; mañana será, piensan todos tras el consabido fracaso del día actual. Pero ese mañana no llega. ¿Qué pasará? Que se marcharán todos y no volverán jamás algo que, como dije, falta muy poco tiempo para que suceda.
De igual modo, Madrid tiene que concienciarse de que el toro mastondonte que piden no sirve para nada. Si echamos la vista atrás, especialmente los que peinamos canas, muy pronto recordaremos haber visto en Madrid toros “terciados”, con sus pitones, pero sin ese peso excesivo, repartiendo cornadas por doquier y, lo que es mejor, propiciando triunfos de apoteosis a los toreros. Raro era el año que no salían a hombros de Las Ventas una docena de toreros y muchos no lo lograban por el fallo a espadas, pero lo toros permitían. Ahora, desde hace unos años, que un torero salga a hombros de Madrid es un auténtico milagro cuando, como decía, antaño, era algo muy normal que lo celebraban los aficionados con auténtico gozo.
Entiendo que un torero pueda fallar a espadas porque eso es una suerte, nunca mejor dicho; pero que previamente haya habido una faena memorable que, como decía, eso era antes la norma. Ahora, en la actualidad, el hecho de que Ferrera pudiera cortar una justísima oreja, resultó casi un milagro, abogando siempre, por el toro asqueroso que se lidia en Madrid tarde tras tarde. Recordemos que, para que Talavante cortara una oreja antes hubo un baile de corrales para que saliera el toro del Conde de Mayalde. En definitiva, un caos en toda regla.
No me sirve aquello de culpar al toro que, como animal irracional no piensa; es cierto, pero esos mismos toros de idénticas ganaderías cuando lidian en provincias cosechan éxitos. ¿Dónde está el misterio? A priori, lo veedores de los toros deben ser ciegos porque la mayoría de los toros lidiados, nada más verlos ya invitaban dejarlos en las dehesas; pero no, en Madrid cabe todo que, como dije, ese surrealismo vivido en Las Ventas solo beneficia al empresario. Como negocio para el día actual es redondo, pero de que la fiesta morirá por propia inhalación empresarial, eso es más cierto que existe un Dios.
Repito que, pese al barullo tremendo que se monta a diario en Madrid, los aficionados, dentro de todo, siguen siendo hermanitas de la caridad. Sí, porque inocentemente, entre todos estamos llenando las arcas de un vendedor de humo que, como se ha demostrado hasta la fecha no hemos visto nada gratificante.
Todos creíamos, lo digo convencido, que Simón Casas daría un cambio radical a la fiesta en Madrid y, craso error, todo le ha salido o así lo ha querido, mucho peor que la empresa anterior. El conejo que suele sacar de la chistera en otras plazas, en Madrid, como se ha demostrado, al parecer se le escapó por la calle de Alcalá hacia arriba.
Pobres de nosotros que, como aficionados, hasta somos tan cándidos de dejarnos una fortuna a diario en Las Ventas, todo, con la ilusión de que alguien nos estremezca con su toreo y, como ha sucedido, nadie lo ha logrado, más bien todo lo contrario; entre todos nos han robado las ilusiones.
El bodrio lo tenemos servido, eso sí, el negocio, como tal, es admirable. Claro que, la última pregunta puede ser vital de cara a los toreros. ¿Cómo es posible que, Madrid, con ese aforo inmenso que tiene, muchos toreros de los actuantes, tras jugarse la vida apenas les haya quedado para comprarle unos zapatos a sus niños?