En estos días, hemos podido ver por televisión un reportaje en torno a la vida y obra de Julio Benítez y, el chaval, promete; es decir, ha sido capaz de, con su ilusión, ilusionar –valga la redundancia- a los aficionados taurinos. En realidad, respecto a Benítez, vida, toda; obra, ninguna. Pero me ha conmovido su sinceridad, su optimismo y, ante todo, la difícil pregunta que le formulaba su señor padre, el carismático Manuel Benítez Pérez, aquel que popularizara el apodo de El Cordobés. Ante las cámaras, para que le viera todo el mundo, el padre le preguntaba al hijo si, como torero, estaba dispuesto a dejarse matar; a lo que el chaval, con plena conciencia de lo que decía, dijo un SI rotundo.
Y esa es la máxima para triunfar como torero; desapegarse de la vida y, ante todo, pensar que, vivir, puede ser cuestión de muchos años o, si cabe, morir en una plaza de toros. Este requisito, como pudimos ver, Julio Benítez, lo tiene asumido y, como otras cosas decía, nos cautivó en sus declaraciones. El chico sabe que, aún viniendo de esa cuna de seda de que proviene, quiere ganarse el pan con el sudor de su frente y, como explicaba, respetar a su padre y a todo lo que ha ganado en los toros. Siendo hijo de aquel guerrero de los años sesenta, Julio Benítez, quiere ser torero por sí mismo y, aunque, para empezar, las cosas le serán más sencillas que a nadie aunque, claro está, más tarde, será él, el que tendrá que solucionar su futuro.
Hablan maravillas del muchacho; y, por lo que pudimos ver, no tiene malas maneras; todo lo contrario. Está imberbe, nada es más cierto; pero, como digo y él sentenciaba, la sobra ilusión para parar mil trenes y, como vimos, los pitones de los toros, no le arredran para nada. Lógicamente, el valor, es el primer fundamento para todo el que empieza a querer ser torero; el artista lo forjaremos más tarde; pero si se carece de valor, de antemano, la batalla está perdida. Julio Benítez atesora valor y condiciones para emprender una aventura maravillosa, como es el juego entre la vida y la muerte y, en el intermedio, crear arte frente a un toro bravo. Es significativo que, Julio Benítez, con la despensa llena, con todos los lujos habidos y por haber a su alcance, sea capaz de jugarse la vida frente a un toro bravo; no es normal su caso puesto que, ser hijo de papá, como digo, conlleva demasiadas comodidades y, afrontar, en serio, el riesgo que entraña ser torero, de antemano, bien merece un aplauso.
Entra Julio Benítez en el toreo por la puerta grande; ser hijo de su padre, ante todo, es un aval más que importante; pero lo será mucho más si, pasado el tiempo, el chico, es capaz de, como ha sentenciado, ganarse una fortuna por su cuenta; es decir, exponiendo su vida y cautivando a los públicos. Respecto a lo de cautivar, si emula a su padre, lo tiene sencillo; cierto es que, la época es distinta; su padre creció como torero cuando España necesitaba de ídolos que distrajeran a la gente del hambre. Ahora, para España y para el toreo, todo ha cambiado, por ello, Julio Benítez, tendrá que argumentar otras razones distintas a las que nos mostraba su padre en aquellos fascinantes años sesenta.
Su padre, sabedor de las miserias de la fiesta, consciente de la fortuna que ha ganado, es el primer admirador del chico puesto que, es reconfortante, como digo, verte con un padre rico y, en vez de seguir con sus estudios, como le precedieron sus hermanos, ser capaz de arriesgar su vida sin tener hambre; eso se llama afición y ganas de medrar por uno mismo. Como se presagia, Julio Benítez quiere ir por el camino recto del toreo. Tiempo tendremos de analizar su carrera y, a su vez, sus condiciones como torero. Ahora, en principio, es alentador todo cuanto nos ha contado para el mundo. En realidad, como antes explicaba, me conmovió escuchar, de su voz, su disposición por jugarse la vida cuando no tiene ninguna necesidad. Entendíamos a su padre que, viniendo desde los más bajos ancestros, era lógico que le importara muy poco el morir si en el empeño estaba el juego. Por esta razón, contemplar las ilusiones de Julio Benítez, teniendo todo lo que tiene, es de admirar.