Al parecer, vuelve el torero José Tomás -ignorando el deseo que asiste a los aficionados- a mantener su postura de retiro una temporada mas. No cabe peor noticia. Un año mas, mantiene su posición y hace oídos sordos al clamor popular. Pocas veces, como ahora, los aficionados han estado tan de acuerdo en algo: su deseo de que vuelva a los ruedos un torero, el torero de Galapagar.
Es curiosa esta situación. Se quiere su vuelta cuanto antes por parte de la afición, y pregunto ¿cuando se retiró Camino o El Viti, por poner dos ejemplos, el aficionado ansiaba tanto su vuelta?. La respuesta es no. La diferencia entre un caso y otros, además de una época y otra es sustancial: aquellos aficionados se quedaron sin unos toreros, pero no sin una referencia fundamental del toreo, que en aquél caso cubrían otros espadas. Ahora el problema es diferente, nadie ocupa ni por asomo, el puesto vacante dejado por Tomás.
Ni en el sentir de los aficionados, ni en el mundo de la prensa, ni siquiera en el empresarial, se encuentra un torero de las características del madrileño que pueda ostentar la referencia de la autenticidad, así como la plasmación del toreo en cuanto a cercanía y asunción de riesgo que encarnaba José Tomás. Y cuanto se dice no es baladí. Ninguno como él ha tenido que conocer, en el mismo espacio de tiempo, el olor a cloroformo de las enfermerías y quirófanos. El toreo en su estado puro: arte y riesgo.
No vuelve José Tomás y bien que lo sentimos. Ni los actuales cimeros, Ponce y El Juli, ni los jóvenes que llegaron y llegan, Jiménez, Manzanares, Perera, Capea, Gallo, etc. pueden ocupar un sitio que está reservado para ser ocupado por alguien con más disposición, con más firmeza y determinación; valores éstos que encarnaba a la perfección Tomás. Ni siquiera El Cid, que ostenta en la actualidad la primacía en cuanto a la autenticidad, ni la chispa que pueda aportar Morante, pueden cubrir por sí solos el puesto que dejara libre el madrileño.
En la baraja de jóvenes que vienen a ocupar los primeros puestos, hay gente de valía. No se oculta que tienen, algunos, condiciones y buenas maneras, pero les falta -y no solo por la edad- el impacto que supone esos valores de determinación y firmeza en la asunción del riesgo que encarnaba José Tomás.
Tal es el vacío que dejó con su marcha, que no habría mejor noticia recibida en el mundo del toro que su vuelta a los ruedos. Un impacto de primer orden. Algo tan necesario en estos momentos que se supone habrán intentado todos los empresarios. Pero con ser importante ese empeño empresarial, solo debería volver si es para complacer a los aficionados, además de a sí mismo. Tenemos razones suficientes para pensar que así lo hace, ya que ha debido de rechazar ofertas económicas que hubieran sido muy tentadoras para otros. Sólo su deseo de asumir nuevamente ese rol que él mismo se impuso, sería la razón de su vuelta.
Cierto es, que no podría volver de otra manera. Esa es su historia y su grandeza. Coinciden en ello los aficionados. Para volver tendría que ser no como cuando se fue, sino como cuando llegó y fue capaz de mantenerse un cierto tiempo. Otra cosa sería un fraude que, de momento, no acepta ni él.
Y una vez dicho todo esto, cabe preguntarse ¿no será ese desgaste que supone la autenticidad, el que impide estar mucho tiempo en esto del toro?. ¿no será que precisamente por eso, en otras épocas, los toreros se retiraban jóvenes? y ¿no será por todo lo contrario por lo que, hoy en día, los toreros alargan indefinidamente su carrera?. Contestando las tres preguntas en un sentido adecuado, puede verse el estado de autenticidad del toreo y de la Fiesta actual.