Siento una pena infinita cuando escucho a tantos cantamañanas en que se les llena la boca diciendo que Valencia es una plaza de primera; de primera por su belleza arquitectónica, pero jamás debió ostentar dicho rango una plaza en la que cortar una oreja es más sencillo que hacerlo en Villabotijos de Arriba.
La feria de este año ha sido de un bochorno inaudito. Tenía razón Simón Casas cuando dijo que en dicha feria pasarían cosas relevantes y, acertó. Claro que, la relevancia no fue otra que la burla, el desacato, la ignorancia, las dádivas, la necedad y tantos factores negativos que, en realidad, solo la aplaudieron los taurinos y los que viven gracias al engaño para con estas gentes huertanas que no tienen el más mínimo rigor, de ahí que se les engañe de mala manera. En definitiva, doce mil santos en los tendidos y, de forma habitual, seis hermanitas de la caridad en la arena.
La bellísima plaza de toros de Valencia
La práctica totalidad de los toros lidiados han sido pura vergüenza, llevándose la palma los toros de Juan Pedro que, en su día, el inolvidable Joaquín Vidal decía que dicho animalitos ya salían confesados a los ruedos. Pero habría que añadir que además de ello, ya salen con la extremaunción administrada por aquello de la santidad de la que son portadores para ir al cielo directamente.
¡Menuda estafa con lo de Juan Pedro si lo comparamos con un toro bravo! Animalitos sin alma, sin fuerzas, sin fiereza, sin peligro, sin riesgo al que asumir; nada de nada y, lo que es peor, Juan Pedro lleva mil fracasos consecutivos en Valencia. Cómo sería la cosa que, Emilio Muñoz que es incapaz de matar una mosca, por los micrófonos de la TV se atrevió a decirle a Ponce, mate usted unos toros con un puntito más de riesgo, hombre, que usted puede. Que es tanto como decirle, mata un toro de una santa vez que estás engañando al personal.
Con dichos animalitos Ginés Marín creyó haber triunfado y en lo sucesivo, si un día le sale un toro aparente verá como lo de Valencia ha sido puro espejismo. Por muchas orejas que se corten jamás se podrá calificar de triunfo la actuación de un torero que no ha asumido absolutamente riego alguno.
A Cayetano le pasa lo mismo, aunque es más grave todavía. Cortó una oreja a uno de los animalitos tras una faena estudiada, de espejo y sin alma ni emoción. Cayetano es en los toros como aquel hijo de un prestigioso cirujano que, por seguir los pasos de su progenitor estudia la carrera de medicina pero que, en realidad, no sabe lo que es un fonendoscopio. Mucha pose, maneras estudiadas, buena planta, pero toreo, nada de nada; y digo nada porque con aquellos animalitos hay que ser muy memo para pensar que se ha triunfado.
Con los “cuvillitos” hermanos de Juan Pedro pasó otro tanto de lo mismo. Se salvó Roca Rey que, a falta de toros se quiso inmolar en Valencia sabedor de que todo tenía que ponerlo él, algo que se le agradece. Animalitos sin fuerzas, todos pidiendo perdón a sus lidiadores y si a dichos animalitos les falta todo, ya me contarán lo que fue la actuación de Manzanares, pura parodia en la que, sus “enemigos” no le permitieron ni ponerse bonito. Al tal Fandi le dieron una oreja como podían haberle dado el toro, nada importaba.
Claro que, si entre el viernes y el sábado pensábamos que ya lo habíamos visto todo, nos equivocamos por completo. El domingo ardió la traca antes de lo previsto. Los toros, otra procedencia Juan Pedro en versión Domingo Hernández, dieron la medida de lo que no debería ser jamás una corrida de toros. Porque debemos de recordar que un toro puede salir malo, bueno, regular, basto, bonito; mil acepciones les podemos dar, pero que salgan tontos y desvalidos eso ya es el colmo de la incompetencia.
Con dichos animalitos El Juli dio un sinfonía de cómo se muele un toro a derechazos, en eso es capitán general, pero como nadie se lo recrimina, él quizás crea que está haciendo el toreo más puro. Tres orejas consiguió por la incompetencia de un presidente analfabeto en cuestiones taurinas puesto que, nadie sabe cómo le regaló las dos orejas de su segundo enemigo, como hiciera dos días antes con Miguel Ángel Perera. Su dádiva, unida a su incultura taurina funcionó a la perfección. Pidieron los huertanos la oreja para El Juli en su segundo enemigo y, sin que nadie lo reclamara, el presidente, por su cuenta, sacó el pañuelo por dos veces.
Si el Juli hubiera tenido dignidad, con toda seguridad, la segunda oreja la hubiera tirado al callejón, como a su vez hubiera impedido que le dieran la vuelta al ruedo al animalito, pero como viven del jolgorio, la burla y el engaño, hasta ellos mismos se creen la mentira que provocan.
A este respecto, en lo que a premios innobles nos referimos, nos cuenta la historia una anécdota del irrepetible Antonio Bienvenida en Madrid en que – y era Madrid- tras una aparentemente gran faena en Las Ventas le concedieron las dos orejas. Tras recogerlas, su padre que estaba entre barreras le dijo: “Tira esas dos orejas que tanto tú como yo sabemos que no las mereces” Antonio Bienvenida las tiró, dio la vuelta al ruedo y se negó en salir en hombros.
Dignidad de toreros, algo que hoy no existe.
Talavante tuvo un inicio de faena hermosísimo; siempre, claro, a sabiendas del animalito que tenía enfrente. Luego, se embarulló y por culpa de la espada no obtuvo trofeos. Se arrimó todo lo que quiso, eso sí, sabedor que no pasaba nada. Si algo bueno tienen los toros de Juan Pedro y sus descendencias es que no tienen peligro alguno. Esa santidad que llevan en la sangre les impide dar cornada alguna, por eso en tantísimas ocasiones hemos tenido que bautizarles como los burros de Juan Pedro. Eso sí, a sabiendas de ello, el ganadero siempre estará tranquilo, nunca tendrá remordimientos de conciencia de que un toro suyo haya dañado a un torero.
Y el colofón final llegó en el último toro de la feria que, santo hasta los altares, le dio por embestir como un bendito. No tenía peligro, no había emoción alguna, pero como todo discurrió de una forma tan elegante, ese vulgar torero llamado López Simón se hartó de torear; en realidad, a ese animal, hasta el más tonto de los toreros lo hubiera pasado divino, hasta el punto de que los doce mil santos de los tendidos pidieron el indulto y, el presidente, un santo más, lo concedió.
Ya dije y expliqué que un indulto deber ser algo extraordinario, no es suficiente que un animalito se bueno; se deben de aunar muchas más virtudes, pero en Valencia hacen falta pocas para ello. Indultar a ese toro de ayer es como si a una persona que trabaja doce horas al día, por su condición de abnegado currante le dieran el premio Nobel. Por Dios, para ello, se necesitan muchos más valores.
Para terminar, si analizamos como está el toreo, mejor dicho, el coto cerrado de las figuras muy pronto comprenderemos que siempre juegan con ventaja. Cornadas, ni una; con esos animalitos es imposible; riesgo, ninguno puesto que les sobra oficio para ello. La prueba contundente de lo que digo no es otra que, cualquiera que le dejen pasar al festín de la figuras, pasa a ser uno de ellos de la noche a la mañana. Lo difícil es que te dejen entrar en dicho banquete, pero una vez dentro, hasta el más tonto del lugar se convierte en figura del toreo.
Recordemos que, en el año 1953, como la historia nos ha contado, Antonio Bienvenida, una vez más tenemos que hablar del artista más digno que ha tenido la torería del mundo, se atrevió a denunciar el fraude del afeitado y otras lindezas. Y lo hizo quien se atrevió a tomar la alternativa con toros de Miura. Pongámonos la mano en el pecho y pensemos, ¿qué haría este hombre de haber vivido estos tiempos con estos toreros? Seguro que no haría nada, porque de entrada se pegaría un tiro para no ver semejantes aberraciones y engaños que se cometen a diario.
¿Se imagina alguien si todo ese pucherazo de Valencia se llevara a cabo en Madrid? Mientras en la capital del Turia tiraban cohetes por nada, si algo similar ocurriera en Madrid, no es que tirarían cohetes, quemarían la plaza directamente, sin más preámbulos. Ahí quiero ver a los toreros, en Madrid y frente al toro encastado. Poder, pueden, faltaría más. El pecado es que no quieren. Al final, tienen razón, si sin arriesgar nada les pagan lo que piden, ¿a santo de qué se van a jugar la vida de verdad? Para eso hace falta tener mucha dignidad, algo que las figuras de ahora tienen.
Eso sí, que nadie se engañe; no son tan buenos como ellos se autocalifican; López Simón era un matado cuando tomó la alternativa, dos años más tarde le dejaron entrar en el circuito de las figuras y, ahí está, uno más. Este año, por lo que se intuye, todo apunta hacia Ginés Marín que, como le dejen participar en el festín, además de ridiculizar a muchos será rico en un rato. Roca Rey ha venido a demostrar que, con los toros de las figuras él es la máxima figura, las pruebas las tenemos por doquier con este muchacho capaz hasta de dejarse matar si la ocasión lo requiere.