Sinceramente, no sé qué esperábamos de los carteles de Sevilla. Quizás esperáramos que fueran justos, que se hubieran confeccionado con cierta honestidad. Pero es que somos demasiado optimistas. La justicia y la honestidad son muy difíciles de reunir en esos sitios donde manda en amiguismo y en último momento el cínico enemiguismo, si es que puede usarse la palabra. Pero es así, en Sevilla han pasado a mandar los enemigos de la plaza, de la empresa, de la afición de Sevilla, aquellos que tuvieron a la empresa en jaque varias temporadas y que hicieron creer al respetable que sin ellos nada era posible. Terminaron triunfando y eso se nota hoy cuando se leen los carteles, pero se notará más en un futuro, cuando las exigencias sean cada vez mayores en tanto en cuanto no encuentren resistencia.
Dijeron que no se les respetaba, que la empresa no tuvo consideración hacia ellos en la redacción de los contratos, que se consideraban ninguneados, que ese no era un trato digno para la gente de la tauromaquia. Varias temporadas con ausencia de figuras fue el resultado de aquellas paletas de adultos endiosados que en aquel momento ya no salvaban a la tauromaquia sino a sus propios bolsillos, y a su desmesurado ego. Hubo que ceder. Por la ciudad se escuchaba que eso no se podía seguir manteniendo, que las figuras tenían que volver. Y volvieron. Ellos atentaron contra la tauromaquia y ellos encontraron la solución y en consecuencia ellos mismos se nombraron salvadores del toreo.
Es de suponer que hacer unos carteles en estas circunstancias de presión debe ser muy duro. Así a uno no le parezca bien lo que le ofrezcan, amenazará con convocar de nuevo la huelga. Al empresario se lo imagina uno redactando contratos al dictado, allí mismo en la oficina, hasta que se dieran cuenta de que es más fácil que sean los propios salvadores los que lleven los contratos ya redactados, que el empresario simplemente haga el garabato.
Y en cambio, qué ha habido. Nada. No son de extrañar las cuatro tardes de Morante, tampoco las de Manzanares, que tienen fundamento. Otra cosa son corridas para el recuerdo como esa en la que alternan los Rivera (Sí, Cayentano también) y Julián López, o esa otra que incluye a un Fandi que sabrá dios por qué. La pre feria, aquella semana taurina que era el ojito derecho de los aficionados, pasó a la historia. La han sustituido por una corrida de Fuente Ymbro. Como al toro toro a penas se le va a dar representación, excepto por Miura y Victorino, tampoco nos extrañan las dos tardes de Garcigrande, de Núñez del Cubillo, o de Olga Jiménez. Y sin embargo, en las novilladas, se escuchan hierros que habrá quién pesara que habían desaparecido. En fin, que después de tanto suceso lastimero, hemos de llegar a la conclusión de que casi todo sigue igual: menos toro, mismas figuras.
Se dice que falta gente en los carteles. Y es verdad. Pero quizás sea mejor decir quién sobra, porque hay más de uno que ustedes me dirán qué hace anunciado en una feria antaño tan seria como la de Sevilla. Dice nuestro director Luis Pla que un triunfo en Sevilla no repercute en nada. Seguramente de eso también se sirvan nuestros salvadores para elevar sus cachés. Es en ese aspecto en el que han debido de cambiar las cosas, en el vil metal que reciben los toreros con cierto nombre, en el dinero que se les priva a unos para dárselo a los rebeldes, porque otros cambios no hay, excepto el de que la pre feria ya no existe y como ya va para varios años, podemos hacernos a la idea de que ya nunca más será. Pero en fin, qué esperábamos después de que una empresa se dejara amedrentar por un grupo intimidatorio…