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Antolín Castro  
  España [ 01/02/2005 ]  
A DIFERENCIA DEL FÚTBOL (II)

En nuestro artículo anterior, dejábamos claro cómo al aficionado del fútbol le respetan. Al menos, bastante más que al de los toros, al que no se le hace -permítanme la expresión- ni puto caso. Siendo éste infinitamente más cívico y pacífico que aquél. Claro, de inmediato, surge la pregunta ¿será por eso por lo que no le hacen ni puto caso?. No se alarmen, no voy a solicitar desde aquí que se imiten los comportamientos del fútbol. Sin embargo, algo de ello hay. La pasividad de los públicos (aficionados o no) en los toros, ha degenerado en un abuso de quienes tienen la obligación de darles un espectáculo íntegro y auténtico.

Quede claro, pues, que el aficionado a los toros es mejor que el del fútbol, pero que su dejación del deber de exigir lo que contrata con la compra de la entrada en la plaza, ha permitido que la otra parte que forma parte del contrato establecido, poquito a poquito, le haya ido invadiendo sus derechos pagados, sin darle a cambio lo pactado. Por ejemplo: Toro íntegro y toreo auténtico. Es de una meridiana claridad lo que aquí ha pasado, pasa y si no se pone remedio, seguirá pasando.

Es esta una asignatura pendiente de los aficionados a los toros. Acuden a sus plazas, cuando ferias, plenos de alegría y buen humor -hoy en día, talante- y dejan que sean otros, siendo ellos los clientes y por tanto con derecho a exigir, quienes les organicen la fiesta. No es de extrañar, que sea Madrid quien marque la diferencia. Es natural. Primero por no ir tan llenos de alegría después de haber tenido que trabajar (de los treinta días solo uno es fiesta, el día de San Isidro) y luego pues la temporada es larga y hay ocasión de más días de toros sin patrón que lo patrocine. En ambos casos, los aficionados de verdad acuden, los otros, los de la feria no y son ellos -los de verdad- los que ponen la exigencia desde el tendido.

Otra cosa es que esa exigencia sea atendida. De los empresarios y los toreros, el que más y el que menos piensa que son así de radicales en su exigencia. Lo que no son capaces de demostrar es que, con los que no son radicales en la exigencia, llenan todos los días sus plazas. En el pecado llevan la penitencia. No pueden preferir que los que vayan a las plazas sean fieles a una afición que no tienen (salvo su santo patrón y cada vez menos) y al tiempo, después, cambiarles las reglas del juego para que su equipo preferido -léase figuras- siempre gane, allá penas si le agrandan las porterias -léase torear con todas las ventajas- o le mutilan las manos al portero -léase pitones- para darles más facilidades a la hora de hacer gol -léase cortar orejas-. Con este tipo de partidos, o se protesta o no se vuelve. En el fútbol tales discriminaciones no se dan (agrandar las porterías y mutilar a los porteros) y cuando se “favorece” con una decisión a un equipo de los grandes -léase ahora figuras- se arma la marimorena, sin necesidad de que a los que la arman se les llame radicales.

Como no se está en el mismo plano, a diferencia del fútbol, la afición a los toros va a menos. Y si no se pone remedio urgente, tiende a su desaparición. Obsérvese el auge que van tomando los festejos populares, los recortadores, los toros en la calle y podrá darse uno cuenta de que los aficionados van tomando partido por ellos mismos. No precisan de que taurinos interesados monten festejos adulterados, ellos lo hacen todo solos, con toros de verdad y en puntas. Por eso avanzan y crecen ese tipo de festejos. Si todo no es verdad en lo que se ofrece en las corridas de toros, para qué acudir. A diferencia del fútbol, donde la sorpresa se da ganando los pequeños a los grandes, en los toros existen dos reglamentos y dos balones diferentes. He ahí la cuestión.

Pero no quiero que esta segunda reflexión sobre establecer comparación con el fútbol se quede solo en ver la parte negativa, donde se lleva la peor parte el aficionado de toros, para darle un giro y contemplarlo bajo otro prisma diferente. Ese prisma lo dan, me lo dan, cada fin de semana las competiciones futboleras. Es sabido que antes de cocinero fui fraile, o lo que es igual, que antes de escribir de toros, escribí de fútbol. Cabría decir, por tanto, que soy aficionado a ambos espectáculos, si bien siempre he preferido estar sentado en una plaza de toros antes que en un campo de fútbol. Seguramente puedan adivinarlo: me encuentro mas a gusto junto a los cívicos y normalmente imparciales aficionados a los toros, que junto a los forofos y apasionados por un equipo -que no por el fútbol- que suelen poblar los graderíos de los estadios.

A diferencia del fútbol, -aquí se les gana por goleada- los que se visten de luces no son tan “nenas”. A diferencia del fútbol, nuestros toreros no gimen, ni gritan, ni lloran ni se quejan por los gajes de su oficio. En un solo partido de fútbol vemos quejarse más a los futbolistas que a los toreros en toda la historia del toreo con cornadas mortales incluidas. Basta con cualquier empujón, con cualquier patada, con cualquier codazo, hay una ¡ay! espectacular. Una catarata de lamentos y de retorcimientos como si les hubiera atravesado un pitón; y no hay tal. Sin embargo, a los toreros nunca los he oído gritar, asumen con gallardía el precio de su vocación.

Bien es cierto, que los futbolistas pretenden llamar la atención de quién tiene capacidad -el árbitro- para sancionar al rival y con los gritos intentan intimidar su decisión, cosa que en los toros no se da. ¿quién iba a recriminar al toro su actitud?. Lo que quiere decir, que si no hay a quién quejarse, para qué quejarse. Esa es la asignatura pendiente del aficionado a los toros que, a diferencia de los toreros, sí tienen a quién quejarse para poder cambiar su actitud. La Autoridad en la plaza, el presidente, en primera instancia y con él y tras él, el empresario y el torero deben conocer, in situ, cuál es la queja de quienes compraron la entrada pensando en que las porterías y el portero no estaban manipulados.

 
   
 
   
JUAN LUIS 04/02/2005  
 
En el futbol si el arbitro se equivoca mucho desciende.Todos hemos visto a presidentes taurinos dar la impresion de estar vendidos al empresario. ¿Quien castiga a estos presidentes?
 
   
RAMON ESTRADA 04/02/2005  
 
ES MUY SENCILLO.... EL AFICIONADO AL TORO VA A SU FUNCION ALIMENTAR Y FORTLACER SU SENSIBILIDAD, A ENRIQUEZER MAS SUS CONOCIMIENTOS TAURINOS Y A DISFRUTAR DE UN ESPECTACULO DIGNO. MIENTRAS QUE EN EL FUTBOL SOLO ES EL DESAHOGO DEL STRESS MANIACO QUE VIVE EL RESPETABLE. SALUDOS
 
   
alejandro tellez lopez 01/02/2005  
 
amigo, lo que pasa en la fiesta de los toros. es que los empresarios, son lo mas necio que pueda haber en el mundo, y les vale m. que a la fiesta se la lleve judas. programan toreros, que nadie quiere ver., y otras muchas cosas, que desagradan al que paga. no se si llamarles guebones, pendejos o hojaldras.saludos y animo.
 
 
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