Una vez más, la tele basura de España nos está mostrando su cara más amarga, en cuanto a los toros se refiere; es decir, utilizan a personajes del mundo del toro para que, la gente no aficionada a esta fiesta se mofen de los toros o sigan creyendo que la misma es todo un esperpento. Un ejemplo de esta desdicha es Martín Pareja Obregón, un torero de Sevilla que, de haber tenido un tantito así más de valor, hubiera podido funcionar como los ángeles y, por su culpa, ha sido relegado a la última posición de la tabla. Y, como explico, de personajes fracasados como toreros se sigue nutriendo esta horrible televisión que, al parecer, cuenta con muchos adeptos; así nos va en muchos órdenes de la vida. Desdichadamente, el mundo de los toros, en la pequeña pantalla, nos lo quieren mostrar con personajes como el citado cuando, como se sabe, la fiesta, por sí misma, es mucho más grande que todos los personajes que en la misma quieran pulular para sacar su beneficio. Este Martín Pareja Obregón aludido, es un claro ejemplo de lo que explico.
Sería hermoso, de hacerlo con rigor, que los toreros aparecieran en la pequeña pantalla; pero que lo hicieran como toreros, nunca como personajes de folletín que, como es notorio, tanto daño le hacen a la fiesta y, por ende, a la profesión a la que ellos creen consagrar su vida. Para las televisiones, los toreros, sólo son noticia cuando follan con fulanita o menganita; ellos y sus familiares, como estamos viendo cada día. Y, las cuestiones de alcoba, las que con tanto esmero administraba Luís Miguel Dominguín, por citar un torero de leyenda, ahora semejante “epopeya”, la alardean como si fuera el trofeo más bello conseguido. La gente distraída, al parecer, le gusta el romancillo de estos tipejos y, prende las televisiones para soportar semejante bazofia; claro que, en definitiva, la fiesta de los toros, como tal, siempre sale mal parada, sencillamente porque, los profanos en materia siguen creyendo que la fiesta de España es eso; un folletín absurdo en donde viven todos los gandules del país. Y, por el contrario, la gran realidad es que, la imagen que deberíamos dar de esta inigualable fiesta taurina, sería la que en realidad le pertenece; una fiesta hermosa en donde, el arte, es la única consecuencia y el mejor de los fines.
Pobre Martín Pareja Obregón que, viniendo de buena familia y teniendo condiciones más que válidas para ejercer su profesión como torero, ha tenido que aferrarse a una popularidad absurda cuando, en realidad, pudo haber sido famoso, pero como torero, nunca como personaje central de una televisión en un programa para distraídos. Es verdad que, todos los fracasados de este país, en sus respectivas profesiones, todos se apuntan al carro popular que es la televisión en sus programas más infames, si acaso, con la ilusión por salir de su ostracismo; difícil salida cuando, como se sabe, es imposible salir del atolladero, precisamente, desde dentro de un programa de mierda que, sólo distraídos de la vida son sus más fieles adeptos. Un torero, convengámoslo así, para hacer valer sus derechos, si me apuran, hasta está obligado a tirarse de espontáneo en una plaza; lo hizo Sánchez Mejías en el año 1931 y, Miguel Mateo Miguelín en el año 1968; el primero en Sevilla y, el segundo, en Madrid. Eran, claro, arranques de torero, nunca de mariconas en paro.
Por estas y mil razones más, muchos, desprecian esta fiesta inigualable que, como se ha demostrado, sólo es patrimonio de artistas y, acto seguido, de valientes; que todos tienen su cabida y, lo que es mejor, su derecho. Ser TORERO, con mayúsculas, es algo muy serio, muy grande, muy de respetar y, personajes como estos aludidos, lo único que hacen es darle desprestigio y mal cartel a una fiesta arrebatadora que, como antes decía, su principal causa, es el ARTE.
En el fondo, Martín Pareja Obregón, para los aficionados, ha logrado lo peor que podamos sentir por un hombre: PENA. A los toreros, de toda la vida, se les ha envidiado; que en definitiva, es la mayor de sus grandezas pero, como ahora, que logremos sentir pena por un hombre que se viste de luces, mucho me temo que, estamos hablando de la peor de sus desdichas. Lamentablemente, él se lo buscó.